«La agricultura es la profesión propia del sabio, las más adecuada al sencillo, y la ocupación más digna para todo hombre libre» (Marco Tulio Cicerón 106-43 a.C.)
Con esta cita abrí el libro «Tierra y Mar» que publiqué cuando me jubilé en 2013, y dejé de presentar y dirigir el programa que reunía los fines de semana a muchos agricultores y agricultoras, hortelanos, ganaderas y ganaderos y pescadores y personas interesadas en la conservación del medio ambiente y del patrimonio natural que posee nuestra tierra, Andalucía. Hoy Cicerón habría añadido en su cita a la mujer: «… y la ocupación más digna para todo hombre y mujer libres».
Tras meses de protesta parece que remiten las acciones de los agricultores y ganaderos con sus tractores, entre otras cosas porque desde Bruselas se ha oído la voz del campo y se buscan soluciones para paliar algunos de sus problemas y reivindicaciones. «Déjennos vivir de nuestra profesión» se leía en un cartel en la protesta en Bruselas, al tiempo que se celebraba la reunión de ministros de Agricultura. Bruselas se ha comprometido a reducir y simplificar la burocracia para acceder a los subsidios agrarios y se revisarán las normas medioambientales y sobre el uso de plaguicidas. Las explotaciones de menos de 10 has quedarán exentas de los controles y sanciones previstos con la condicionalidad de la PAC. Los manifestantes piden acabar con las prácticas comerciales desleales y el control de las producciones que llegan de países terceros y exigen precios justos por su trabajo, pues en muchos casos van a pérdidas. Las medidas que anuncia Bruselas para contentar y calmar al sector primario, afectarán a las previstas en la agenda 2030 para mitigar el Cambio Climático. Sin duda, habrá que seguir trabajando para encontrar un equilibrio entre las reivindicaciones y demandas del sector productivo y las medidas que hay que tomar para proteger el medio ambiente y frenar la incidencia del Cambio Climático, pues si no contenemos el aumento de temperatura el futuro se presentará difícil. Y las previsiones de aumento de 1,5-2º C, se superarán, según algunos estudios. Y en un escenario de 3-5 º C de aumento medio, las condiciones de vida en algunas zonas planetarias serán insostenibles.
A veces la realidad es tan tosca y tan hiriente que hay que acudir a la poesía para dulcificarla.
En «Las cosas del campo», José Antonio Muñoz Rojas canta a las nubes: «Ya están ahí las nubes, dicen los labradores. Y vuestra enorme presencia muda, llenando el cielo, añade no sé qué misterio a la vida. Ya están ahí las nubes». Y hemos visto a las nubes cubriendo el cielo azul hasta ennegrecerlo y las borrascas atlánticas nos trajeron la lluvia tan deseada tras estos largos años de sequía. Da gusto ver llover y contemplar los verdes campos, meses atrás, polvorientos y terrosos. La lluvia nos reconforta pues sabemos que de ella dependen nuestros campos, nuestros agricultores y ganaderos, que producen alimentos, los animales que la reciben con contento, y depende también nuestra vida y nuestro futuro. La lluvia ha empapado la tierra reseca y se filtra hasta los acuíferos que vuelven a recuperar el agua perdida. Surgen de nuevo los reventones y las cascadas que desde la montaña caen con sonido estrepitoso hacia los cauces de los ríos. La tierra se esponja y vierte el agua hacia las torrenteras y los arroyos, y de estos el agua discurre hacia los ríos y hacia los embalses que vuelven a almacenar el agua que las nubes vertieron sobre la tierra y sobre los hombres.
«Hasta ahora, tres eran los factores críticos para el comercio agrario: la temporada, la calidad, y el precio. En el concepto calidad se incluían lo saludable, lo sostenible, lo ecológico y demás. A partir de ahora, habría que incluir la garantía de suministro» (Manuel Pimentel, La Venganza del campo). En la pandemia aplaudimos el esfuerzo de los sanitarios, que lo dieron todo por reducir el número de muertes, pero también vimos la labor de los productores de alimentos y de los transportistas que posibilitaron que aún confinados, pudiéramos comer. El suministro de alimentos quedó garantizado. Uno de los problemas que plantean ahora los agricultores, y que señala Pimentel, es si habrá garantía de suministro de alimentos en un futuro ante el aumento de población, más de 8.000 millones de personas, y los posicionamientos de las grandes potencias y de los fondos de inversión para controlar un sector tan estratégico. En Gaza tenemos un ejemplo próximo del problema. La Soberanía alimentaria garantiza el futuro de las poblaciones. Si dejamos la alimentación de nuestra población en manos de terceros, ese futuro estará en grave peligro. Defender a los productores de alimentos, agricultores, ganaderos, hortelanos, es defender el campo y el medio rural, hoy amenazado por el despoblamiento.
El poeta cordobés Alejandro López Andrada lo denuncia en «Hombre raro» («Neorrurales, antología de poetas de campo»):
«Soy el último hombre que habla con los pájaros,/ el que susurra al ojo del autillo/ cuando en el campo/ ya no queda nadie/… Vivo en el vientre antiguo de las nubes/ y en el otoño acojo los silencios/ felices del buhonero/ que transita entre las zarzas del amanecer».
Esperemos que en los pueblos, siga quedando gente que mantenga vivo el medio rural, como los productores de alimentos. Hay que preservar la Soberanía y seguridad alimentarias, y para ello, los consumidores y consumidoras tenemos la palabra, el poder de elegir, y la llave de esa Soberanía y supervivencia.