Vamos al lío

254
Imagen tomada del Observatorio de Desigualdad de Andalucía. observatoriodesigualdadandalucia.org

En el año de la pandemia, la riqueza de los multimillonarios aumentó un 27,5 por ciento, mientras que 131 millones de personas cayeron en la pobreza debido al COVID-19. Seguimos en el «mismo barco»; se llama economía capitalista. Un barco que mientras tira por la borda a millones de personas, le hace los camarotes más grandes y lujosos a minorías cada vez más ricas y poderosas. Minorías que imponen sistemas sociales autoritarios que aseguran sus privilegios, mientras reparten migajas a los cada vez más numerosos grupos sociales y electorales miedosos, sumisos y vasallos.

Esa es la base de las políticas de recate. Grandes cantidades de dinero, ya sea mediante la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) o de los fondos «Next Generation», acabarán rescatando o engordando las multinacionales industriales o financieras. Mientras, al mismo tiempo, se repartirán escasas cantidades y porcentajes a los sectores sociales que más lo requieren. Migajas que serán enormemente publicitadas, incluso por partidos y sindicatos progresistas que están cayendo en la trampa que supone jugar con las normas del adversario; ya sea por responsabilidad, interés o convencimiento.

Ya sea por interés, o desconocimiento, desde algunos foros se habla de estas políticas como keynesianas. Las políticas impulsadas desde el pensamiento de J.M. Keynes eran medidas de demanda con impactos redistributivos. Las políticas propiciadas con los fondos europeos son medidas de oferta que, como otras ya puestas en marcha desde el neoliberalismo, provocarán un aumento de la desigualdad. El neoliberalismo ha utilizado, utiliza y utilizará al Estado a favor de las clases dominantes, y no por eso deja de serlo para convertirse en keynesianismo.

La economía del favor

La «economía del favor» se extiende, al mismo tiempo que la inmoralidad y las estrategias de subsistencia basadas en la defensa del poderoso y en el ataque al débil; estrategias de vida basadas en la servidumbre, el vasallaje y la actitud del súbdito. Si no se llama fascismo, habrá que buscarle nombre, porque está en aumento y puede marcar la vida social, económica y política de las próximas décadas.

En Andalucía conocemos bien estos procesos. Somos un laboratorio social de la desigualdad de primer nivel, lo que ha supuesto, precisamente, que apenas se estudie. No es contradictorio: la Universidad, salvo las excepciones que confirman la regla, tiene como finalidad esencial legitimar al poder. Por ello, ni las diversas desigualdades, ni los impactos en la Vida de estas políticas, ni la propia economía de Andalucía, se encuentra entre las principales agendas de investigación. La situación se agudiza por la escasez de recursos que a estos fines dedican las organizaciones sociales, políticas o sindicales; unas porque no quieren, y otras porque no tienen.

La desigualdad nos lleva al precipicio económico, socioambiental y moral. Es necesario cambiar la mirada política y económica de las fuerzas sociales que tienen por objetivo la igualdad. Es preciso transformar la intervención política, casi únicamente enfocada a aspectos comunicativos y propagandísticos, hacia la realidad, y, desde un diagnóstico veraz, generar programas útiles para mejorar la vida de la gente y del planeta que la posibilita.

La pandemia capitalista

La pandemia nos sirve para ratificar que es preciso cambiar las bases de la economía actual. ¿Cúales son estas bases? Os proponemos las siguientes.

En primer lugar, la consideración como único trabajo útil y «productivo» aquel que se desarrolla de modo asalariado, dependiente y por cuenta ajena; aquel funcional para la acumulación de capital. Sin embargo, la actual situación socioeconómica muestra la verdad: los trabajos de cuidados, los trabajos voluntarios o reproductivos son los que sacan adelante la vida en estos periodos, a pesar de no recibir una remuneración monetaria, estar invisibilizados y ninguneados. Siempre el trabajo de las mujeres ha soportado la vida y sus crisis.

En segundo lugar, en la economía capitalista se produce aquello que tiene un valor de cambio. La crisis demuestra la barbaridad que es esto. Las vacunas tenían menor valor de cambio que fármacos para la erección masculina antes de la pandemia. Es preciso las decisiones colectivas sobre lo que se produce, y lo que no, y hacerlo siguiendo criterios de valor de uso, tenga o no tenga dinero la persona que lo desea-necesita (desesita).

En tercer lugar, la propiedad privada de los medios de producción y vida. La crisis deja claro que lo público y lo comunitario es aquello puede asegurar la satisfacción de las desesidades de la gente. Lo privado crea escasez, esencial para generar beneficios capitalistas; lo público genera abundancia, esencial para generar beneficios vitales y colectivos.

Merecer compasión

En el fondo es preciso cambiar el objetivo del sistema socioeconómico en el que vivimos: la acumulación de capital debe ser sustituida por el mantenimiento y enriquecimiento de la Vida. Y eso requiere terminar con la economía capitalista. Con virus y sin virus.

Ojalá algún día se apueste en esta tierra, y en todas las tierras, por la economía social con vocación transformadora, por atacar la desigualdad en la propia generación de riqueza. Y, de este modo, las personas trabajemos de democráticas maneras en cooperativas de trabajo asociado; consumamos de forma ética e inteligente comprando en distribuidoras alternativas, a grupos de producción agroecológica, en cooperativas de consumo; ahorremos en finanzas éticas, sin dar munición a quien nos machaca a diario y nos cobra por acceder a nuestro dinero.

«No merece compasión quien siendo esclavo no quiere buscarle la solución». El saber popular expresado en esta letra flamenca nos dice que no vale el desánimo, la renuncia, la desesperanza. Un buen ejemplo es la cooperación entre la Asociación Vencedores del Polígono Sur de Sevilla y Coop 57 (ver vídeo abajo). Hay muchos más. Avancemos hacia otra economía, a por otro reparto, para mejorar Andalucía. No nos merecemos la tremenda violencia de la desigualdad en aumento que soportamos. Busquemos soluciones. Las hay, siempre las hay. Vamos al lío.