¿Y ahora qué?: las incógnitas del panorama poselectoral

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El pasado domingo 28 de abril se celebraron en España las elecciones generales, y, tras la explosión de euforia viene la resaca electoral, y, tras ella, la hora de poner sobre la mesa diversas cuestiones.

Ni a 24 horas de los resultados electorales Ciudadanos ya se movía para preguntar a su militancia sobre la posibilidad de un pacto con el PSOE. Quien se halle sorprendido por este dato es porque no ha querido ver -adolece de la que dicen es el peor tipo de ceguera-, porque desde hace semanas diversos think tank, o incluso entidades bancarias y financieras, han señalado la “idoneidad” de un gobierno del PSOE apoyado por Ciudadanos. La noche del 28 el establishment no sintió miedo, a lo más cierta incertidumbre, pero parece que tienen la certeza de que Pedro Sánchez, pese a algún disgusto que les haya causado, es un obediente servidor del IBEX 35.

La misma mañana del 29 de abril diversos periódicos, agencias, medios de comunicación, han empezado a engrasar la maquinaria, y sus rotativas ya echan humo preparándose para lanzar columnas y artículos que allanen el camino a ese futurible pacto: un pacto de Ciudadanos con el PSOE que serviría para “centrar” a un PSOE con, todavía, posibilidades de salvación, y la alternativa a eso es que pacten con los malvados separatistas y los bolivarianos de Podemos. Con todo, se les presenta una pequeña dificultad, parece que el votante y la base del PSOE lo tiene claro, no quieren a Ciudadanos ni Rivera, quieren un gobierno PSOE-UP, y así lo dejaban claro diversas encuestas -y las propias consignas de la celebración en calle Ferraz-, la base del PSOE clama a la izquierda, pero esto no necesariamente es un impedimento, tienen 4 años para blanquear y alabar las virtudes del pacto, de crear opinión favorable, de manipularnos.

Por el momento todo va a permanecer parado, lo necesitan, necesitan seguir dando la apariencia de incertidumbre, seguir pareciendo opciones enfrentadas, porque competirán electoralmente a finales de mayo en unas elecciones europeas donde el votante del PSOE fácilmente podría castigar al partido en caso de pactar con Ciudadanos, y la veleta naranja podría desangrarse al volver mucho votante al PP de ver que la retórica guerracivilista de Rivera y la apariencia de “castigo de las izquierdas” era únicamente eso, retórica, muy alejada de la praxis del oportunismo político hecho partido.

Todo esto entraña un riesgo. El PSOE ha movilizado un voto “útil” en una campaña capitaneada por la reacción a la aparición de VOX, este votante en gran medida viene de un voto estratégico de Unidos Podemos, así como de la frustración de una izquierda tradicionalmente cercana al PSOE que dio una oportunidad a la coalición en las pasadas elecciones. Existe el riesgo de que, de pactar con Ciudadanos, una parte importante del electorado de izquierdas se desmovilice en las próximas elecciones, abriendo una vuelta de ciclo en que puede el bloque de las derechas puede tener capacidad de gobierno, como ha sucedido recientemente en Andalucía.

El futuro se plantea incierto, y aunque la opción de un gobierno progresista de PSOE-UP, apoyado por ERC, es la opción que se nos puede antojar más deseable, no parece ser la que cuenta con más papeletas.

En Andalucía, el PSOE consigue movilizar, no sólo al electorado perdido en las pasadas autonómicas -donde perdieron 400.000 votantes-, sino que amplían su espacio electoral con 200.000 votos de los que, una parte, podría venir de los más de 130.000 que pierde Unidos Podemos respecto a las anteriores elecciones. Sin embargo, esta pérdida de votos a UP no necesariamente supone algo negativo, ya que han aumentado en 70.000 respecto a las autonómicas.

La derecha ha movilizado a la izquierda, pero, desde luego la capacidad de movilización del bloque de la derecha ha quedado demostrada en Andalucía, donde VOX aumenta en 200.000 votos respecto a las autonómicas, y el bloque en su conjunto aumenta esa misma cantidad, pareciendo que, las pasadas autonómicas han sido un factor movilizador, pues los tres partidos de la derecha aumentan sustancialmente en votos desde las pasadas andaluzas. Que este crecimiento del bloque de la derecha, y especialmente de VOX, no se haya trasladado en escaños, no implica que no crezcan y aumenten sus apoyos, sino que la circunscripción provincial que idearon para aplastar políticamente a ciertas opciones se ha vuelto en su contra.

Vuelve a ser notorio es que Andalucía mantiene un papel subalterno en la política estatal -también en la autonómica-, y sigue careciendo de voz propia que defienda sus intereses. Lo que sigue ausente, y no parece asomar por ningún lado, es una opción de naturaleza andaluza, y, mientras que otros pueblos del Estado demuestran un compromiso claro por la defensa de sus intereses, Andalucía se pliega a los del Estado, y sus dinámicas electorales se dan en función de cuestiones –clivajes– que no se corresponden con los problemas reales de nuestra comunidad.

En el futurible incierto Andalucía sigue careciendo de voz propia, y los andaluces que estarán en el Congreso, y en el Senado -la supuesta Cámara territorial-, lo estarán supeditados a las disciplinas de partidos donde las dinámicas políticas deciden olvidarse sistemáticamente de Andalucía, llegando a borrar todo rastro de lo que pudiera ser un mínimo de voz autónoma, como fue el descartar que Adelante Andalucía fuese la fórmula electoral de UP en nuestra comunidad, algo que sí se permite en otros pueblos. Y eso en el caso de las opciones progresistas, por el otro lado se acuerdan únicamente de nuestra Andalucía para azuzarla como herramienta arrojadiza frente a otros pueblos del Estado.

En la incógnita del panorama político que se nos presenta, lo único que parece claro es que Andalucía mantiene un papel político subalterno y carece, a día de hoy, de opciones reales para subvertir dicha situación.