Andalucía: cuestión nacional y la necesidad de nuestra soberanía

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Nadie mejor que la persona o el pueblo que sufre una discriminación tiene conciencia de su situación. Y esa conciencia aumenta su nivel cuando se reconocen a los responsables y se siente la necesidad de luchar contra ellos. En suma, se siente la necesidad de liberarse de la opresión. Sin embargo, las causas y los responsables suelen enmascararse con simplificaciones y falta de rigor teórico y práctico, pero también con intoxicaciones informativas de todo tipo. La guerra mediática desatada contra Venezuela es una muestra clara de cómo los grandes medios de comunicación se aúnan con el objetivo de manipular e influir en las mentes de las personas, en lo que se ha venido en llamar guerra psicológica. Decimos esto porque una labor esencial para aumentar la conciencia es la información y la formación, empezando por nosotras mismas. Se trata de contrarrestar, a través de todos los medios posibles, la desinformación y la intoxicación informativa. De potenciar nuestra capacidad de ahondar y profundizar en los acontecimientos políticos, de reconocer a los responsables de los problemas económicos y sociales que sufrimos como pueblo, y que sufren otros pueblos del mundo.

Por otro lado, en los ámbitos de encuentro de organizaciones y colectivos que luchan en Andalucía, surge el gran debate de cuál es el marco territorial de nuestra lucha. Nos gustaría empezar esta charla abordando porqué planteamos que la lucha contra el capitalismo español inserto en la Unión europea, y el imperio de Estados Unidos, debe desarrollarse en clave andaluza, en el marco de Andalucía. Y por ello empezaremos argumentando porqué consideramos que Andalucía es una nación, que la hace diferente de otros pueblos del Estado español y porqué tiene necesidades propias y, por tanto, requiere luchas propias por su soberanía, por su liberación nacional.

Es habitual escuchar entre la gente críticas al nacionalismo, como un concepto reaccionario y egoísta, como un concepto que busca la confrontación entre los pueblos. O es habitual escuchar en Andalucía criticar a los nacionalismos como burgueses y reaccionarios en clara alusión a la lucha del pueblo catalán. La masiva migración andaluza dentro y fuera del estado español, con los inevitables choques culturales y la desigualdad económica y social del pueblo andaluz, ha sido tradicionalmente utilizada por el poder y los grandes medios para tratar de enfrentar a los pueblos. Igual que fue en los inicios del capitalismo que la opresión de las mujeres se utilizó para la reproducción de mano de obra y para enfrentar y dividir a los sexos de la clase obrera[1]. El “bombardeo mediático” contra la lucha legítima del pueblo catalán a decidir, mostrándolos como golpistas, separatistas y rompedores de España; al igual que están haciendo con el gobierno bolivariano de Venezuela, un gobierno legítimo por elección popular, pero que es tachado de “régimen” y dictadura, cuando no es nombrada por dirigentes políticos de forma racista como “repúblicas bananeras”. En el caso de las luchas de las naciones oprimidas, estas ideas falsas y manipuladas que se repiten machaconamente no hace más que alinearse con la clase en el poder del nacionalismo español (es curioso que cuando se habla de nacionalismos de forma despectiva no se refieren, ¡claro está! al nacionalismo del estado opresor, pero sí de los pueblos oprimidos).

Otra crítica que se le hace al nacionalismo es que desvía o fragmenta la unidad de clases, y que, además, se contrapone al internacionalismo proletario de la tradición comunista. Sin embargo, la historia está llena de ejemplos que muestran que las luchas de liberación nacional han sido internacionalistas. Son los componentes más populares de estos movimientos nacionales, ya que efectivamente puede haber sectores burgueses y pequeños burgueses, los que más claramente han mostrado esa solidaridad que se teje entre los pueblos oprimidos, especialmente si son atacados por el imperialismo. El pueblo saharaui, el rifeño, el palestino, el sirio y yemení o el de Venezuela. Carlo Frabetti decía: “el orgullo nacional solo es comprensible y lícito cuando alguien lo niega, atropella o desprecia tu identidad y tu cultura, es decir, cuando es un orgullo defensivo y no ofensivo (por eso hay un orgullo gay y no un orgullo hetero”[2]. En este sentido el nacionalismo español (o francés) es claramente ofensivo porque en las condiciones actuales sirve a la oligarquía y todo su aparato político militar que constituyen el Estado español (o francés), que apoya a las élites europeas y al imperialismo de Estados Unidos, lo cual no quita, obviamente, que encontremos oligarcas y banqueros andaluces, catalanes, vascos o bretones. La reciente historia europea, nos muestra como sectores de izquierda, corrientes reformistas y, por supuesto, socialdemócratas, de las naciones opresoras sustentan esta dominación sobre otros pueblos dentro o fuera de sus estados. Tanto Marx y Engels, como Lenin y otros dirigentes marxistas (Mao, Ho-Chi-Min o Fidel Castro) han apoyado las luchas de liberación nacional y han sido protagonistas de esas luchas y sus victorias. Desde un análisis marxista -y dialéctico- las luchas en el seno de las naciones oprimidas sin estado, no solo debilita a la nación opresora sino que se vincula con el resto de luchas a nivel internacional. Esto es, nacionalismo e internacionalismo son dos caras de la misma moneda.

Volviendo a Andalucía, ¿por qué la consideramos una nación?. Más allá de las distintas definiciones de nación y tratando de resaltar algunos elementos que aparecen en muchas de ellas, vamos empezar por plantear que Andalucía es un territorio constituido históricamente, un aspecto importante, el de nuestra historia, que ha sido ampliamente desarrollado en otras charlas y textos. Podríamos señalar tres momentos decisivos que marcaron, y marcan, nuestra situación actual: 1) La conquista castellana; 2) La implantación del capitalismo y 3) El actual capitalismo imperialista mundial en claro retroceso.

Estos hechos históricos condicionaron, y condicionan, nuestra situación económica, en el que Andalucía se constituye como un territorio de grandes latifundismos (especialmente en la parte occidental)[3], y basado en el monocultivo (cereales, vino y aceite); más recientemente frutas y hortalizas mediante una agricultura intensiva en el litoral para la exportación al mercado europeo, insostenible desde el punto de vista ecológico y social. En el último tercio del siglo XIX se impidió conscientemente el desarrollo de una burguesía industrial porque chocaba con los intereses de la gran burguesía terrateniente andaluza que formaba parte del gran capital del Estado, lo cual ha tenido unas consecuencias de retraso económico que llega hasta nuestros días.

En la actualidad, por tanto, Andalucía se constituye en una tierra básicamente extractivista (agricultura y minería), con un desarrollo industrial del sector agroalimentario y minero. El sector minero ha sido tradicionalmente de propiedad extranjera (capital británico), pero otras industrias desarrolladas en Andalucía (Cruzcampo, almazaras del aceite), acaban terminando “en manos” de multinacionales extranjeras debido a la competencia de los precios del capital internacional y al apoyo de los políticos de turno. Existen, también, dos polos industriales altamente contaminantes en Huelva y Bahía de Algeciras, cuyo capital y centros de poder son estatales o supraestatales. De esta forma, desde los años de la crisis de 2008, el ya débil sector industrial andaluz ha terminado controlada por empresas extrajeras y transnacionales, lo cual no quita que aún tengamos algunas empresas andaluzas, especialmente de ingeniería industrial y renovables, basados en investigación y desarrollo (I+D+i) que dan empleo de calidad y valor añadido. A los sectores económicos anteriores se añade el sector turismo, con la misma función de extracción de riqueza a otros lugares a través de los turoperadores, grandes cadenas hoteleras y agencias de viajes transnacionales. Muy relacionado con el turismo, existen los grandes negocios inmobiliarios, ambos sectores con un alto coste medioambiental y cultural. Una configuración económica y de la propiedad que provoca -junto a la mecanización y concentración de la producción agrícola- el desempleo estructural que sufre Andalucía.

Alrededor de estos principales núcleos económicos, se ha desarrollado todo un entramado del sector servicios, que es el predominante desde hace décadas. Así, según datos oficiales (Instituto Nacional de Estadística), en el último trimestre del año 2018, en este sector trabajaba el 75,2% de la población ocupada en Andalucía (frente a la Agricultura, 8,6%; la Industria, 9,5% y la Construcción, 6,7%.). Dentro del sector servicios destacan los siguientes subsectores: Comercio y reparaciones, que ocupa al 35% de dicha población ocupada; Transporte y comunicaciones, el 8,8%; Servicios a empresas (los también llamados servicios auxiliares), el 15,8% y Servicios Públicos (sanidad, educación, dependencia, etc.), el 31% del total de la población ocupada. Sobre un alto nivel de desempleo, y ayudado por leyes como la ley de reforma laboral, las condiciones laborales se vuelven mucho más precarias, descienden los salarios y aumenta la temporalidad en todos los subsectores, incluidos los servicios públicos. Junto a esta extensa clase trabajadora ocupada en el sector servicios se encuentra el personal autónomo (pequeñas tiendas y locales) que tiene que competir con los precios que marcan las grandes cadenas del sector.

A esta realidad se une la economía sumergida, especialmente alta en el trabajo se cuidados, hostelería o el trabajo temporal en el campo. Para el trabajo de temporada en el campo, son los propios empresarios que prefieren utilizar población migrante para endurecer aún más su explotación; o se realizan contratos en origen (caso de las mujeres marroquíes que trabajan en los frutos rojos), con la misma finalidad. Por otro lado, hay que recalcar que la situación de desempleo y precariedad, junto a las tareas de cuidados no reconocidos, afecta más a las mujeres. En el último trimestre de 2018, la llamada tasa de “actividad” en las mujeres en Andalucía no llegó al 50% (49,5%), frente al 64% de los hombres. La tasa de actividad nos dice el porcentaje de las mujeres y hombres que ni siquiera buscan empleo e, indirectamente, el realizado en la economía sumergida. A partir de estas cifras tan bajas, el desempleo alcanzó al 25,4% de las mujeres (frente al 17,9% de los hombres).  Este panorama de precariedad y economía sumergida han provocado, tras los años de la crisis, un retorno de parte de la población migrante que llegó a Andalucía y una alta emigración de la población joven andaluza más cualificada, que son utilizadas para el enriquecimiento de las zonas más ricas de Europa y el Estado español, lo que cierra el círculo, ya histórico, de sangría de nuestra tierra.

Esta situación de dependencia económica, social y política de Andalucía, producto de un desarrollo histórico y económico propio y diferente del resto de pueblos del Estado, se produce en un territorio claramente delimitado desde el punto de vista geográfico: Sierra Morena (Despeñaperros) al norte, el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, al sur. También a nivel geológico ha tenido un origen muy singular, en palabras de Gabriel Cano García: “.., nuestro ámbito se ha formado entre dos placas tectónicas (la africana y la europea), que han quedado involucradas en las bandas sur y norte (Penibética y Sierra Morena) con una zona central posterior (el Valle del Guadalquivir principalmente) derivada de la erosión de ambas. Así, desde hace millones de años, se produce en esta parte del mundo algo nuevo entre dos continentes que dejan a la vez su propia huella”[4]. Un territorio que es asiento de una colonia británica y peligrosas bases militares de la OTAN (Gibraltar, Rota y Morón). Andalucía es puente entre dos continentes y dos mares, de gran importancia geoestratégica, militar y comercial para el imperialismo mundial. Un espacio natural que a lo largo de milenios ha contenido pueblos con una identidad diferenciada. Un territorio con identidad porque se percibe como tal por sus características geográficas, pero, sobre todo, por sus características culturales. Y porque se ha mantenido como tal en lo fundamental, aunque los límites no hayan sido siempre exactamente los mismos. Así, en la época del Al-Ándalus, se extendía desde el Algarve portugués y la Extremadura al sur del Guadiana[5].

Otro elemento que ha sido señalado para definir un territorio como nación es el idioma. Más allá del debate de si tenemos o no un idioma propio o un dialecto del castellano, al que todavía se nos atribuye como un castellano “mal hablado”, este elemento supuestamente definitorio de nación, no se cumple en múltiples naciones que hablan un mismo idioma (castellano en muchos países de las américas, francés en muchos países africanos, portugués, inglés, etc.). Lo que sí es un hecho, es nuestra idiosincrasia en la forma de hablar, de expresarnos, de sentir hablando (y cantando) que conforma una cultura de fuerte y singular personalidad. Es quizás por ello que el nacionalismo español ha intentado continuamente arrebatarnos esa personalidad cultural como símbolos españoles, los cuales se quedan en tópicos superficiales que nada tienen que ver con la cultura andaluza.

La cultura comprende los comportamientos, las formas de conocer, percibir, valorar, relacionarnos y expresarnos con uno mismo y con los demás, con la sociedad y la naturaleza, resultado de una experiencia histórica propia. Por tanto, incluye una gran cantidad de ámbitos que tienen en común el modo de vivir, de enfrentarnos al sentido de la vida (y de la muerte) lo que incluye no solo nuestros comportamientos, sino también nuestras emociones y afectos. Porque percibimos, sentimos y valoramos de una forma peculiar el mundo que nos rodea, también nos expresamos y comportamos de forma peculiar. Y esta idiosincrasia es producto de un proceso histórico, social y medioambiental. La identidad cultural de un pueblo se encuentra imbricada con la identidad de género y clase social.

Si algo es claramente reconocido en Andalucía, es su identidad cultural, su etnicidad, que se interrelaciona con la identidad de género y clase social. De esta forma, la identidad étnica está impregnada del género y de la clase social; la identidad de género está atravesada por la etnicidad y por la clase social; y la clase social por el género y la etnicidad[6]. Andalucía, por tanto, tiene estas tres identidades con sus correspondientes contenidos culturales, a lo que se añade la importante contribución de otros colectivos: La población gitana, la población migrante, el colectivo LGTBi o la etariedad (mayores y menores). Esta realidad existe más allá de que haya personas que se reconozcan e identifiquen con ellas.

Otro aspecto de nuestra identidad andaluza es su rica cultura artística, especialmente la popular, siendo quizás el exponente más visible y universal, el flamenco, expresión profunda del dolor, pero también la alegría, de nuestro pueblo. Por otro lado, de todas es reconocida la fuerte personalidad del pueblo andaluz y su acentuada sociabilidad en diversos ámbitos (peñas, asociaciones, bares, clubs deportivos, políticos, etc.). Una sociabilidad muchas veces confundida porque esa personalidad abierta hacia el exterior no se mantiene activa si no hay una confianza suficiente y mientras no se toque su dignidad. Una dignidad, un sentimiento de igualdad, que va más allá de las desigualdades económicas o de poder.

Esta indiscutible identidad cultural andaluza, no obstante, se ha intentado desvirtuar. Así, algunos marcadores culturales andaluces han sido utilizados, subsumidos, por el nacionalismo español como si fueran españoles. También se han ocultado sus peculiaridades históricas, para que esa cultura que aún conservamos sea olvidada y descontextualizada de nuestro proceso histórico, que es también económico y social. Por otra parte, la ausencia de una burguesía industrial que hubiese potenciado  una identidad político nacional andaluza, son factores que han supuesto un freno, un vaciado de contenido político. De esta forma, el alto sentimiento de ser andaluz no se corresponde con la conciencia de ser nación.

Como hemos ido viendo a lo largo del texto, el hecho es que todos los elementos constitutivos de nación, que en la realidad están conectados, muestran el carácter nacional de Andalucía, que está más allá de la conciencia (identificación o pensamientos) de esa realidad entre su población. Sin embargo, este aspecto subjetivo termina siendo objetivo, y viceversa. Lo cual nos plantea las prioridades de acción, teniendo en cuenta nuestras fortalezas y debilidades. Ser conscientes de nuestra etnicidad, de nuestro carácter de pueblo, es tan imprescindible como ser consciente de nuestra opresión como mujeres o como clase trabajadora. Por eso, potenciar esas conciencias es esencial para seguir en la batalla de nuestra liberación como pueblo.

Somos una tierra rica en recursos naturales y culturales, desde el alimentario, paisajístico, energético (recursos hídricos y solares), hasta los saberes pasados y presentes. Por eso solo alcanzando Soberanía, podremos influir en nuestros múltiples problemas económicos y sociales, podremos decidir cómo solucionarlos y permitir que esa riqueza revierta en la población que habita Andalucía. Pero, como diría Samir Amín, ¿la soberanía de quien?[7], por supuesto no hablamos de la soberanía de la burguesía sino de la soberanía popular, con el objetivo de transferir el máximo de poderes reales a la amplia clase trabajadora. Pero ese poder “desde abajo” debe complementarse, en contra de lo que dicen otras corrientes, con un poder “desde arriba” en un continuo proceso de vasos comunicantes. Es por eso que necesitamos soberanía política (y militar), que nos obliga a  debatir sobre el estado y su naturaleza de clase. Es decir, tener soberanía política significa construir un estado que defienda los intereses de la clase trabajadora andaluza. Junto a esto, incluimos otras importantes soberanías, como la alimentaria, financiera, energética y tecnológica. Soberanía alimentaria en una tierra rica en recursos naturales, saberes y culturas tradicionales y sostenibles en esta materia. Soberanía financiera que nos permita mantener servicios públicos fundamentales: sanidad, educación, vivienda, cuidados, entre otros. Soberanía energética y tecnológica que desarrolle industrias limpias para la producción diversificada de las necesidades de nuestra población y para su protección: Medicamentos, Ingeniería sanitaria, informática o aeroespacial[8]. Una soberanía que avance en una economía del valor de uso, del buen vivir del que la cultura, el modo de vida, andaluza aporta tanto. Para satisfacer las necesidades básicas de la población y sus riquezas creativas.

Somos conscientes de la dificultad que encierra nuestro objetivo, las élites de dentro y fuera de Andalucía, no nos regalarán sus privilegios obtenidos a costa de la pobreza de nuestro pueblo. Tampoco olvidamos que dependemos del Estado español, la UE y el imperialismo de Estados Unidos, que han situado tres bases de la OTAN en nuestro territorio y una frontera militarizada en alianza con el Reino de Marruecos. Sabemos de nuestra especial situación geoestratégica, que supuso y supone un freno a nuestras posibilidades de liberación, lo cual no puede ser un impedimento para luchar por la justa causa de alcanzar soberanía nacional que nos permita decidir sobre nuestros asuntos. Un paso previo para ir transformando esta sociedad capitalista por otra radicalmente diferente: Un socialismo libre de opresión patriarcal, de grandes propietarios, latifundismos y multinacionales extranjeras que esquilman y contaminan nuestra tierra, empobreciendo a nuestros hombres y mujeres.

Autoría: Concepción Cruz Rojo

Texto elaborado para la charla impartida en la Jornada de formación Nacional de Jaleo!!!

[1] El libro de Silvia Federici: El Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, analiza y argumenta como la caza contra las mujeres, la caza de brujas, las desterró al reducto del hogar y al trabajo de cuidados, bajo la tutela del marido.

[2] Carlo Frabetti “Nacionalismo Pelotero” 16-07-2006. En: https://amaroz-tolosa.mforos.com/384552/5457185-nacionalismo-pelotero-carlo-frabetti-rebelion/

[3] En las ricas tierras de las campiñas del Guadalquivir, en el siglo XVI ya existían una alta concentración de la propiedad de la tierra que producían para el mercado americano y europeo. La tierra era capital para reinvertir en nuevas tierras, aumentando aún más la concentración de las tierras, constituyéndose el latifundismo como sistema económico-social predominante en gran parte de la Andalucía occidental.

[4] FACTORES ESTRUCTURALES DE LA IDENTIDAD ANDALUZA (Geográficos, históricos y económicos). El Territorio andaluz (Gabriel Cano García). En: http://pensamientoandaluz.org/index.php/otros-autores/133-factores-estructurales-de-la-identidad-andaluza-geograficos-historicos-y-economicos.html

[5] Moreno, I; Delgado Cabeza, M. Andalucía: Una cultura y una economía para la vida. Atrapasueños, 2013. p.18

[6] Ibidem. p.39

[7] Morgantini, Raffaele. Entrevista a Samir Amín. “La afirmación de la soberanía nacional popular frente a la ofensiva del capital”. 14-10-2016. En:https://www.alainet.org/es/articulo/180954

[8]  Vemos como la guerra híbrida contra Venezuela, un país soberano, también se centra en los ataques informáticos o electrónicos, como fue el caso del ciberataque a los programas informáticos que controlaban la distribución de electricidad y agua.