Un nuevo ciclo de articulaciones agroalimentarias: ampliando la propuesta agroecológica

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Participando a lo largo de unos cuantos años en movimientos sociales agroecológicos, me llena de ilusión presenciar una nueva oleada de ideas en torno a la articulación e innovación de actores en el territorio del estado español.

Para aquellas personas poco familiarizadas con la agroecología, este palabrejo intenta describir un movimiento social, una práctica de manejo sostenible de los ecosistemas y una ciencia que investiga sobre modelos sostenibles en el sistema agroalimentario. Como tal, la agroecología ha resultado ser un concepto aglutinante de multitud de experiencias alternativas de producción y abastecimiento alimentario, que buscan el consumo local, las prácticas respetuosas con el agroecosistema y la justicia social a lo largo de las cadenas agroalimentarias que construyen.

El uso de la agroecología como idea-faro ha tomado forma en los territorios del estado español a través de varios grupos sociales, y fruto del diálogo con movimientos y académicas latinoamericanas por afinidad lingüística y política. Como actores principales tenemos por un lado los neocampesinos y neocampesinas, jóvenes que ponen su cuerpo en el campo para producir alimentos de manera sostenible y comercializarlos a través de cadenas cortas de comercialización. Por el otro tenemos a agricultores y agricultoras ecológicos, que proceden de distintas luchas por modelos alternativos de producción agraria y que han sido promotores de lo que sería este movimiento, rechazando el uso de paquetes tecnológicos y productos de síntesis química que se ha promovido desde instituciones públicas y privadas en el medio rural. Además de estos dos grupos tenemos a consumidores y consumidoras, compuesto por un amplio espectro de perfiles que van desde el campo del ecologismo político hasta aquellos afines a otras militancias, y que han visto en esta manera de consumir una pata más de su lucha. Recientemente y con las nuevas tendencias en dietas y elecciones de compra, a este último grupo se han sumado personas que, ya sea por interés nutricional o por salud, se han acercado a estas redes agroecológicas para realizar su consumo.

Fuera del campo agroecológico y mirando en general la agricultura española como país del norte global, vemos cómo la agricultura hace tiempo que dejó de servir a la comunidad y pasó a ser un eslabón de la cadena agroalimentaria global. En ello mucho tiene que ver la subalternidad de España (sobre todo su sur político) a Europa con nuestro papel de productor de alimentos, y en donde la producción ecológica de exportación no resulta una excepción. Tanto es así que el modelo de plataformas agroexportadoras especializadas en un tipo de cultivo (p. ej: la fresa de Huelva o los cítricos del levante), deviene un modelo empresarial ecológico exportador, que a la vez que ahoga a la producción en su conjunto, muchas veces se fundamenta sobre el uso de mano de obra semi-esclava y el uso de insumos externos industriales-ecológicos, replicando las injusticias del sistema agroalimentario convencional, la dependencia de la industria y las opresiones varias sobre las que se asienta.

Este panorama resulta relevante para entender la diferencia en la forma en la que se materializa la producción agroecológica entre una de las zonas de mayor aportación a la agroecología, Latinoamérica, y nuestro contexto. La producción campesina se sitúa en la base de la propuesta agroecológica, y tiene su razón de ser en la reproducción de la comunidad, es decir una clara orientación hacia el abastecimiento de los miembros de la familia o del entorno, destinando los excedentes hacia mercados locales a través de la venta directa y las cadenas cortas de comercialización. En las iniciativas agroecológicas del territorio del estado español, al igual que en el norte global, observamos el papel central que tienen canales alternativos de comercialización en la construcción de la agroecología, dejando el rol del autoabastecimiento comunitario en un segundo plano.

Dicha dependencia y centralidad de estos canales de comercialización radica en dos elementos. El primero es en la ausencia de comunidad rural afín a las iniciativas de producción agroecológica en sus zonas de producción, principalmente como resultado de décadas de industrialización, desarrollismo y neoliberalismo que afectan profundamente a la ruralidad, lo que empuja a que las iniciativas agroecológicas de producción tengan que comercializar sus productos en alternativas urbanas donde las culturas alternativas alimentarias conforman canales de consumo (grupos de consumo, cooperativas de consumo, ecomercados, etc.) donde se sienten más cómodas. El segundo es la ausencia de un agroecosistema complejo, en donde se intercambie estiércol, semillas, herramientas o trabajo entre iniciativas, con vistas a reducir la dependencia de insumos y maquinaria externa. En este segundo elemento es importante reseñar que hay multitud de estudios que demuestran que la matriz paisajística en donde se desarrollan las iniciativas de producción agroecológicas son claves para entender la sostenibilidad, tanto ecológica (por las cadenas tróficas y circuitos que se pueden generar entre ganadería, agroforestería, agricultura y comunidad humana), como económica (ya que al obtener los insumos de la matriz, los gastos para la producción se reducen drásticamente, repercutiendo en los precios finales). Es un ejemplo claro de que la unión hace la fuerza, ya sea una unión de zonas de producción de una misma iniciativa o entre varias iniciativas cercanas que decidan colaborar.

En este contexto de nuclearización y desconexión entre iniciativas de producción agroecológicas se empiezan a dar procesos de articulación entre actores agroecológicos. Una de las respuestas que se están dando es la creación de nodos conectores, espacios multifuncionales que se materializan en forma de almacenes, obradores comunitarios o centros logísticos. Todos ellos se aglutinan en torno a la idea de “juntos estamos mejor”, la cuestión es el quiénes somos y qué buscamos, dos preguntas de difícil respuesta si de lo que se trata es de realizar una transformación agroalimentaria en el contexto en el que nos movemos.

La propuesta que se enfoca sobre la demanda sería la de que como las grandes corporaciones están entrando de lleno en la comercialización de productos ecológicos, juntas seremos capaces de alcanzar esa masa consumidora que acude al supermercado y que no posee las herramientas para desfetichizar los alimentos, utilizando para ello elementos que distingan las organizaciones y sus productos, fortaleciendo la idea de lo local, la calidad, la sostenibilidad de la producción, etc. Efectivamente, hay casos de articulación en donde a través de una cooperativa se generan marcas distintivas que consiguen cuotas de mercado significativas con cierta estabilidad económica, que no es poco. Este sería el caso de los centros logísticos, cuyos almacenes permitirían aglutinar una gama de productos bajo unas señas de identidad comunes y comercializables, orientadas a cubrir una demanda particular en entornos principalmente urbanos. La duda que me genera este modelo es la incapacidad de luchar contra gigantes de la distribución alimentaria, que cuentan con disponibilidad de capital para invertir rápidamente y con un know-how en el prueba-error del marketing difícil de disputar. Además, adaptarse a una masa consumidora sobre la que no se desarrolla una educación hacia conocer las realidades detrás de los alimentos, puede llegar a ser una lucha perdida a la hora de transformar.

La opción desde el eslabón de la producción consistiría en generar estos espacios físicos pero rompiendo la brecha entre las zonas de consumo, eminentemente urbanas, y las zonas de producción rurales. Así, resulta clave su posible emplazamiento geográfico en el medio rural, por el carácter aglutinante que pueda tener y los desbordes posibles que puedan darse. En un primer momento, estos espacios permitirían establecer espacios compartidos cercanos a fincas agroecológicas, capaces de agrupar distintas producciones y así reducir el flujo de furgonetas que inundan las ciudades en busca de sus canales alternativos, quizás la principal fuente de insustentabilidad ecológica de estas cadenas cortas. Indirectamente esto permitiría incrementar la variedad de productos que los canales urbanos recibirían, haciéndolos más atractivos para el gran público. Pero además, una de las reclamaciones que las iniciativas agroecológicas manifiestan es la soledad del campo, máxime cuando estas iniciativas se suelen encontrar solas y sin comunidad en el territorio, algo que estas estructuras permitirían solventar generando espacios para compartir experiencias, herramientas, intercambio de insumos, conocimientos, trabajos comunitarios, etc.

Pero lo que me parece más interesante es pensar los procesos que puedan generarse a partir de esta propuesta. Lo que resulta relevante de esta articulación desde la producción es el posible carácter embaucador que puedan producir en la agricultura ecológica de exportación de la que hablábamos antes. La generación de identidad de estas estructuras que tiene que ver con el territorio y el lugar, puede ser el detonante para permitir realizar una transición agroecológica de los agricultores organizados en plataformas agroexportadoras ecológicas hacia modelos cooperativos agroecológicos que atiendan a lo local. Así, la posibilidad de incorporar estos actores ecológicos convencionalizados podría permitir que: 1) paulatinamente dejaran de depender de insumos industriales ecológicos® y comiencen a crear ciclos ecológicos entre las diversas producciones del territorio aglutinadas en esta estructura, relajando el yugo de la viabilidad económica por reducir los gastos de producción; 2) diversifiquen las fincas, rompiendo la lógica del monocultivo y avanzando hacia manejos agroecológicos a través de los conocimientos que en estos espacios se puedan generar, lo que mejoraría la sostenibilidad ecológica y la diversificación; 3) modifiquen las relaciones sociales de su seno, observando los modelos existentes de las iniciativas agroecológicas, y avanzando hacia sistemas de colaboración entre iniciativas. Uno de los elementos que más salen en los debates con consumidores es el alto precio de los productos ecológicos en un escenario de incremento de la dificultad de supervivencia por la subida de precios de las necesidades básicas como la vivienda o la electricidad. La utilización de insumos propios del paisaje agroecológico, las innovaciones en la organización del trabajo compartido y la diversificación como estrategia de prevención de plagas son tres acciones que han quedado demostradas que reducen el costo económico de producción, lo que permitiría llegar a capas bajas de la sociedad.

Puestos a soñar, me gustaría más soñar un escenario en donde podamos gestionar escenarios que solventen el problema del vaciamiento rural a través de este tipo de estructuras, que aquellos escenarios que perpetúen el modelo de creciente desigualdad entre la ciudad y lo-que-no-es-ciudad. En este sentido, Andalucía tiene una ventaja comparativa con respecto al resto del territorio español por una población rural que, aunque progresivamente descienda, sigue siendo de las más altas. Por ello mismo, tengo la esperanza que en los procesos de articulación que se están dando en la actualidad, consigamos dar el protagonismo que se merece a la creación de alternativas en el medio rural.