La persona migrante no huye, busca recuperar su identidad saqueada.
No busca alcanzar el paraiso terrenal; sabe que no existe.
Trata de desandar ella -generación sacrificada- la hostil travesía de la supervivencia, en nombre y en favor de las suyas.
Conquista, sin descanso, cada dificultoso/a baldosa, pasillo, ventanilla, papeleo, kilómetro, frontera y, resiste cada día, semana, mes y años de inquietud, de trabajo no reconocido, de empleo precario, de dificultad permanente, de miedo al fracaso en su angosto camino vital; solo acompañadas de la suerte en la búsqueda de sus recursos despojados, de sus esperanzas deslocalizadas, de sus cuidados subrogados.
La persona migrante viene a robarnos malestares, dolores, soledades… a los/as metecos/as oriundos/as.
Nos invaden con su mestizaje, sus energías, sus cuidados… a los/as asustados/as «con papeles».
Nos devuelven ganas, empeños, ideas olvidadas: ilusión, resistencia, esperanza, apoyo mutuo… que, con suerte, nos contagiarán para bien de nuestra migración interior.
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@GrunidoG