¿Dejaremos que gestionen las carencias los que despilfarraron la opulencia?, ¿Permitiríamos que el galeno que no dio importancia a los síntomas e incluso acrecentó la enfermedad con su mala praxis, sea ahora, cuando ya es inevitable, quien decida sobre el tratamiento?…
El agotamiento de materiales y energías fósiles nos obliga, hoy (por ayer), a cambiar nuestra forma de vida, a Decrecer, y a adaptarnos a un planeta afectado por una crisis climática y de biodiversidad irreversibles. Lo que, en mayor o menor medida, supone un Colapso de la actual civilización industrial humana, causante -a su vez- de dichas crisis. Colapso que -aunque para algunos suene a “catastrofismo paralizante y desmovilizador”- no es menos real y preocupante que los problemas de abastecimiento, las catástrofes naturales o las guerras que padecemos.
Más de dos siglos de opulencia energética fósil -en forma de carbón mineral, petróleo, gas y derivados con una enorme capacidad de producir fuerza de trabajo (1 barril de petróleo = 300 horas –aprox.- de trabajo humano)-, gestionada por miles de instituciones de ámbito mundial, continental, estatal, regional, y local que, con sus políticas, no han sido capaces de evitar que dicha energía haya estado al servicio exclusivo de la generación de beneficios económicos para los Consejos de Administración de las empresas capitalistas (multinacionales, bancos, fondos de inversión, etc.).
Un potencial energético sobrehumano desperdiciado, crematísticamente, sin pensar en las necesidades básicas de la mayoría de la creciente población mundial y, soslayando a las generaciones futuras y sus necesidades (actualmente no están garantizadas las energías fósiles necesarias para la gestión y el mantenimiento futuro de los residuos almacenados de las centrales nucleares, hoy tramposamente consideradas energías verdes).
Esto, en un planeta de eficaces pero frágiles equilibrios ecosistémicos, dependientes de una biodiversidad, desde hace décadas, en continua aniquilación por el capricho y avaricia del 0,1% de individuos de sólo una especie -la humana- de las 1,9 millones de especies identificadas (muchas ya extintas o en peligro de serlo) que han sido las garantes de la estabilidad ecológica y climática, hasta la rauda afectación por la acción humana en un período de tiempo ya definido como Antropoceno o Capitaloceno.
¿Realmente alguien puede pensar que las instituciones políticas, fundadas para estar al servicio y salvaguarda del mercado, son una opción fiable para gestionar el tan necesario Decrecimiento, en plena escasez energética y en una realidad determinada por el calentamiento global y el cambio climático? Sus gestos, sus cumbres climáticas, sus Agendas (20/30), sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sus propuestas Green New Deal (GND), sus transiciones energéticas a renovables (macroparques eólicos y fotovoltaicos), sus economías circulares, sus ilusiones tecno-optimistas… y demás “martingalas” son mero marketing “bienqueda” y el preludio a un tardío y falso “lo hemos intentado, pero…”, previo a la implantación de formas de Ecofascismo impuestas por las clases pudientes para apropiarse de los escasos recursos y mantener su estatus y estilos de vida.
Y así, los estados y sus instituciones, principalmente garantizarán –represivamente- su “orden público” y, según las emergencias o la conflictividad social lo requieran, gestionarán las carencias en forma de racionamientos y exiguas ayudas aceptadas por una población mundial damnificada, debilitada y, sin duda, menguante por las hambrunas, las catástrofes naturales y las guerras.
Ante este –muy posible- panorama, lo mejor será para los que nos vayamos cayendo de los guindos de las clases medias, la sociedad del bienestar, la política institucional, los sistemas de protección social, la reindustrialización, el crecimiento sostenible… y demás conceptos de obsolescencia predecible, es que vayamos cuestionándonos toda la propaganda que nos llega por los medios de “desinformación” públicos y privados… y empecemos –sin tapujos- a hablar e imaginar colectivamente, con nuestra gente cercana, sobre cómo organizarnos en pequeñas comunidades de supervivencia, y cómo autogestionarnos nuestras propias estrategias de Decrecimiento, de apoyo mutuo, de simplificación, descomplejización y de destecnologización de la vida y el trabajo… Eso sí, cuidándonos y defendiéndonos de los que, desde anteayer y, desde propuestas erróneamente posibilistas -algunas, también, desde organizaciones ecologistas y de izquierda- apuestan por transformar y mantener un sistema económico y régimen político, que aún hoy, con la que está cayendo -y desde “históricos gobiernos progresistas”- desoyen, detienen y acusan de atentado a científicos que alertan de la extrema situación planetaria o, condenan a cárcel a quienes repueblan pueblos abandonados con modelos comunitarios y “botijeros”, al margen del mercado, del PIB y otros crueles inventos.
Sin la menor duda, y para poder tener alguna esperanza, hoy toca ser clara y contundentemente colapsista, decrecentista y catastrofista, ante tal metástasis por capitalismo terminal.
Gruñido GRRR
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Ironía y sátira gráfica.