En los últimos días la cifra de 1.000 mujeres asesinadas ha vuelto a poner de actualidad la violencia machista. Mil mujeres según cifras oficiales, no cuentan ni Laura Luelmo, ni Diana Quer, ni Lily, ni las que se suicidan (como la de IVECO), ni tantas otras que no tuvieran una relación con su asesino o que no encajen en la limitada definición de violencia machista de la ley actual.
Mil vidas reducidas a una cifra que la derecha aún se atreve a negar y que la falsa izquierda (PSOE) utiliza para invisibilizar todo un entramado de violencia estructural que se expresa de formas diferentes y que han contribuido a tejer con sus políticas neoliberales de privatización, mercantilización y precarización de nuestras vidas, las de nosotras y las de todxs, mientras abanderaban la lucha por la igualdad con medidas no solo insuficientes sino que incluso han acabado legitimando y reproduciendo las desigualdades de género por no ir acompañadas de otras medidas que pusieran en cuestión cuestiones de fondo (por ejemplo, la conciliación como medida estrella a la que acogernos nosotras sin cuestionar cómo organizamos el trabajo, dentro y fuera de casa, cómo asumimos desde lo público los cuidados…)
Una cifra que pone los pelos de punta, que desde el movimiento feminista nos servirá para visibilizar que nos están matando, para decir que no están todas, y, sobre todo y de manera urgente, para exigir medidas y recursos para erradicar las violencias machistas (desde la prevención a la atención integral y protección a la víctima, a todas las víctimas), denunciando que ni las leyes vigentes ni el pacto de estado son suficientes. No se trata de endurecer las leyes, 1º porque siempre se endurecen hacia abajo y nunca hacia arriba, y 2º porque haría falta cambiar de abajo a arriba el sistema judicial que las aplica, algo que sí debemos exigir, desde ceses inmediatos de jueces y otros profesionales misóginos a una reforma integral de la propia estructura del sistema que haga que dejemos de ser nosotras las juzgadas. Se trata de ir a la raíz de las violencias machistas. Nos matan porque valemos menos, porque nuestras vidas y nuestro trabajo, dentro y fuera de casa, vale menos. Porque somos invisibles en los libros de textos, en la ciencia, en la literatura, en casa, en el trabajo. Porque nos pagan menos. Por muchas cosas que desde el movimiento feminista venimos visibilizando y denunciando. La solución pasa por reconocernos, por reorganizar el trabajo, todos los trabajos. Por reducir la jornada laboral, para que además de trabajar seamos personas, para que lo de conciliar ni se plantee, para que nuestro tiempo no sea para otros. Por asumir entre todxs los trabajos de cuidados, no como algo a negociar cada 1 en nuestra casa sino para compartirlos socialmente apostando por los servicios públicos. Pasa por apostar por una sociedad con servicios públicos al 100% como garantía de los derechos de todas, por confrontar con las políticas de austeridad que privatiza y mercantiliza nuestros derechos, y por gestionarlos desde la comunidad. Pasa por no devolver a su país a las mujeres que denuncian, lo que implica derogar la ley de extranjería.
Se trata de conseguir que un vídeo sexual no sirva para atormentarnos, que puta deje de ser un insulto, que una mujer que folla pueda hacerlo sin más, como persona que es, con quien le dé la gana, donde le dé la gana y grabarse o no grabarse según le dé la gana. Que ser madre no sea motivo para atormentarnos aún más por tener relaciones. Las madres también follan, el centro de sus vidas no son sus hijos, son ellas mismas, su placer, su deseo y lo que ellas decidan poner como prioridad en su vida. Que el que tu marido vea un vídeo de una relación anterior no dé miedo, que el haber tenido relaciones antes y haberlas disfrutado sea normal, parte de tu vida y de la persona que eres, que la persona que has elegido para compartir tu vida comparta te apoye cuando alguien trata de joderte la vida. Que nos respeten, a nosotras, a nuestras decisiones y a nuestra intimidad, como personas, no como hermanas o madres o amigas. Que se nos reconozca como sujetos y no objetos, nuestro cuerpo no está ni para darles placer ni para darles hijos. Que la amenaza de quitarte la custodia de tus hijxs, de alejarte de ellxs, sea considerada violencia (y que lxs menores dejen de ser parte del juego para tener derechos propios, no el de sus padres sino los suyos). Que nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestros testimonios, etc, etc, etc. valga lo mismo.
Y todo ello para por defender la vida y ponerla en el centro de las políticas. Acabar con las violencias machistas no significa acabar solo con el patriarcado sino que implica romper también con el capitalismo y las desigualdades que genera y que atraviesan nuestros cuerpos por ser mujeres, por ser pobres, por ser negras, por ser gitanas, por haber migrado, por tener una discapacidad, etc, etc, etc. Mil mujeres asesinadas no es solo una cifra, son mil motivos, y muchos más, para cambiarlo todo, por las que ya no están, por las que no se cuentan, por nosotras y las que vendrán.