El 12 de octubre nos recuerda lo que ocurrió en 1492, hace 527 años, cuando Cristóbal Colón pisaba tierra del nuevo continente, en nombre de los Reyes Católicos, y comenzaba la gran pesadilla para las comunidades indígenas de América. El propio almirante dirigió en persona la primera campaña militar y diezmó a los indígenas de la Dominicana. Más de 500 fueron enviados a España y vendidos como esclavos, donde murieron miserablemente. Los conquistadores llegaron al nuevo mundo con la cruz y la espada, el mismo método evangelizador que antes habían utilizado con moriscos y judíos. Pero esta matanza fue sólo el principio. A Cristóbal Colón le siguió Hernán Cortés, que asedió la capital mexicana, provocando la muerte de más de 100.000 aztecas. Y más tarde, Francisco Pizarro, conquistador del Perú, que ordenó abrir fuego contra los indígenas rebeldes y ejecutó a Atahualpa. La conquista de América es pues la historia del genocidio y saqueo que sufrieron las comunidades precolombinas. Y cuando la población indígena quedó gravemente diezmada por la explotación y las epidemias traídas del viejo continente, entonces fue sustituida por esclavos procedentes de África.
John Maximino Muñoz Telles, especialista en Cultura Indígena Latinoamericana, nos dice que, en el siglo XVI, españoles y portugueses exterminaron a más de sesenta millones de indios: “La mayor masacre en la historia de la humanidad. Eso ocurrió aquí, en nuestra Latinoamérica, y no hay ni un triste museo del holocausto indígena”.Es América Latina- afirma Eduardo Galeano-, la región de venas abiertas. Desde el Descubrimiento hasta nuestros días, la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos se acumulan en lejanos centros de poder. Nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otro. Entre los 280 millones de latinoamericanos, hay 50 millones de desocupados o subocupados, cerca de 100 millones de analfabetos y la mitad de los latinoamericanos vive apiñada en viviendas insalubres.
Parece que hemos olvidado el genocidio cometido contra las comunidades indígenas de América Latina. Sólo así se entiende que la figura de Cristóbal Colón presida calles y plazas en nuestras ciudades, que un monumento rinda homenaje al conquistador Francisco Pizarro en Trujillo o que una escultura, dedicada a Hernán Cortés en Medellín, recuerde como un héroe a quien fue un exterminador de indios. Por todo ello, es inaceptable la forma de celebrar el 12 de octubre, pues los genocidios no se celebran. Por el contrario, es el día idóneo para enviar un mensaje de respeto y convivencia a los pueblos de América Latina. Es necesario convertir el 12 de octubre en una jornada de solidaridad y diálogo intercultural con los inmigrantes latinoamericanos que nos han devuelto la visita. Vecinos nuestros, que viven y trabajan con nosotros para dar prosperidad a esta tierra. Sabemos que muchos tienen temor a ser detenidos y deportados. Consecuencia de una Ley de Extranjería que vulnera los derechos humanos y es impropia de una sociedad plural y democrática. Quinientos años después, ha llegado el momento de reconciliarnos con ellos y recordar el 12 de octubre de 1492 con espíritu de reencuentro y desde la igualdad.
Una sociedad democrática debería rendir homenaje a la líder campesina María Magdalena Cruz Rojas, asesinada en Colombia. Recordemos que América Central y el Caribe es la región del mundo donde se ejerce mayor violencia contra las mujeres indígenas. También deberíamos homenajear a los 43 estudiantes desaparecidos en México y manifestar nuestra solidaridad con sus familiares, que continúan buscándolos. Han pasado ya cinco años y las autoridades mexicanas siguen sin abrir una investigación rigurosa. Según el periodista Jacob Morales: “la desaparición de los estudiantes ha sacado a la luz la complicidad que existe entre la Policía y organizaciones criminales”. Los estudiantes desaparecidos cursaban estudios en las escuelas normales rurales, creadas después de la revolución mexicana para educar en valores sociales y en el respeto a la tierra. Ellos son nuestros hermanos latinoamericanos. Y por último, el 12 de octubre debería servir para recordar la voz de los poetas de América Latina, como José Martí, Rubén Darío Nicolás Guillén, César Vallejo, Violeta Parra, Pablo Neruda o Mario Benedettí que, a través de sus versos, han cantado a la libertad”.