Las voces que anuncian recuperación económica en los últimos años suenan a eco distorsionado. Son poco convincentes, los que tienen la obligación de ponerse ante los micrófonos, parecen tener atravesada la nuez. Aún estando en un ciclo expansivo, los indicadores tradicionales son débiles. El PIB (Producto Interior Bruto) y su alegre crecimiento no anima a nadie, algunos estudiosos piden redimensionar el paro estructural, redefinir los estatus sociales. La eurozona está debilitada, el comercio mundial resentido, la inflación subyacente preocupa a todos.
El esquema se repite a nivel europeo, estatal y andaluz. En términos de teorÃa económica, AndalucÃa está saliendo de la crisis desde el tercer trimestre de 2013. Sin embargo, el esquema clásico que augura que, ante crecimientos suficientes del PIB, se genera empleo, deben someterse a replanteamiento en los modelos macroeconómicos.
Deslizando el ángulo de mirada hacia lo social, la situación es más que preocupante. Los Ãndices de desigualdad, de pobreza, de riesgo de exclusión social en AndalucÃa son demoledores. En términos de pib percápita, AndalucÃa está divergiendo respeto a la UE y España. Cada vez estamos peor, objetivamente. En los últimos dos años se ha deteriorado la situación relativa en 4 puntos porcentuales. En estos momentos, el pib percápita andaluz es del 73% de la media española.
AndalucÃa es la decimocuarta autonomÃa en facilidad para hacer negocios, la región europea en el puesto 220 (de 263) en capacidad competitiva, la 187 en innovación y la 152 en calidad de las instituciones. A la falta de stock de inversión privada hay que unir la sangrÃa de capital humano.
Desde las instituciones y gobiernos estatales y autonómicos se ha tratado de remediar la situación mediante polÃticas expansivas. A pesar de tener como herramientas las polÃticas de oferta, se han agarrado y exprimido todos los factores de demanda posibles. Una estrategia que, en mi opinión, habrÃa que dar por obsoletas. Haberlo reconocido en 2008 habrÃa ahorrado mucho sufrimiento. Los tipos de interés están al mÃnimo, el déficit público sobrepasado, la deuda pública al lÃmite, las restricciones fiscales acotan el margen de maniobra en todas direcciones.
Necesitamos regenerar, reeditar el modelo económico. Debe tomarse como hipótesis de trabajo la idea básica de que el modelo neoliberal expansivo del green deal está agotado. Aferrarse al concepto de que la vÃa de progreso para AndalucÃa tiene es el crecimiento económico gracias al aumento del comercio internacional sólo hará alargar la agonÃa. Perseguir la competitividad internacional a base de devaluar el factor trabajo es un error que ya ha mostrado su cara más feroz aplastando a las familias obreras.
Las polÃticas económicas de demanda son imposibles en primer término, pero también estériles, inútiles, inoperativas. Con ello, los discursos polÃticos sustentados en las mismas, infructuosos, falaces.
Tenemos que integrar en las polÃticas económicas de oferta las exigencias del siglo XXI con las que ya convivimos: población creciente y urbanizada, afección del cambio climático, minimización en el uso de los recursos, reto de la gobernanza social.
Las polÃticas económicas deben dejar de estar vinculadas al cuanto más mejor. Más no es mejor. La concentración de poder imanta la riqueza, alimenta la desigualdad y la injusticia. Ya hay suficiente riqueza en el mundo, lo realmente necesario es trabajar en su adecuada y equitativa distribución. Basta de polÃticas económicas de generación de riqueza, es tiempo de diseñar modelos que consigan su justa distribución.
Todas las andaluzas, todos los andaluces somos igual de importantes, igual de necesarios. Trasladar esta premisa social al campo econométrico es el complejo, pero necesario reto colectivo que tenemos. Tenemos que desplegar polÃticas económicas de oferta, sociales, progresistas, transversales, naturales. Valorando el territorio y la dignidad de las personas por encima de su aportación infinitesimal a las estadÃsticas macroeconómicas, allá donde se encuentren, asà a lo que se dediquen.