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Tras el resultado de las elecciones castellanas y leonesas han surgido voces dentro del PSOE que afirman que las candidaturas de la llamada España vaciada les han restado votantes. No han llegado a decirlo, pero subyace algo así como una acusación de que la extrema derecha franquista ha llegado al poder por su culpa. Arrojado a las tinieblas exteriores Podemos, un solo escaño, el socialismo español vuelve a considerarse como la única opción liberal del sistema partidario representativo de la actual restauración hispana. Por el otro lado, el conservador, no están las cosas tan claras. Hasta el punto de que, como hace unos años en el otro lado, la estructura representativa, el PP, ve amenazada su hegemonía por el “nuevo” franquismo de Vox. Esperan que, con el tiempo, el desgaste del poder y las otras yerbas que le acompañan todo vuelva a la normalidad de 1978.

En diversas ocasiones he escrito sobre el temor histórico del liberalismo español a eso tan difuso que dice representar que es el pueblo. Desde 1833 en adelante ha primado la desconfianza en una sociedad tan plural, peculiar y dinámica como la que forman los habitantes de los diversos territorios del Estado español. La máxima ilustrada de todo para el pueblo, pero sin el pueblo sigue estando vigente. No muestra el menor síntoma de resquebrajamiento. Al contrario, parece que no importa que la representatividad sea cada vez más estrecha arrojando al exterior a todas aquellas iniciativas que no sean sino “compañeros de viaje”. La carencia representativa ha ido en aumento a la vez que los partidos se han convirtiendo en empresas en las que la ideología no importa, apenas es una señal de la marca, y sí el escalafón y la manera de ascender. Una forma de vida, no están tan clara la profesionalización, a la que se llega desde la juventud a la manera de las viejas formas gremiales.

Vuelvo al tema ya que se avecinan curvas. Es decir, elecciones bien sean municipales, legislativas y, en el caso de esta nuestra madre Andalucía, también regionales. Aunque, en ese último caso, tras lo ocurrido en la meseta norte, a nuestro presidente Juanma parece que se le han apagado los ardores electorales ante la perspectiva que tener que recurrir a la Macarena, Olona por supuesto. En todo caso no podrán ir más allá del otoño de este año de los dos patitos. Así que ya han empezado a levantarse el aire en busca de apoyos de eso que se llama la sociedad civil. Poco a poco irá aumentando su velocidad hasta que, cuando ya no hagan falta, es decir se haya votado, entrará en calma chicha.

Voy a poner un ejemplo referido a uno de los movimientos sociales más activos en estas dos últimas décadas por aquí: el de la memoria histórica. Una iniciativa de familiares, miembros aislados de los partidos y algunos grupos que, en un principio, no fue recibido con mucho entusiasmo por sus organizaciones. Me estoy refiriendo a las de izquierdas. Removía demasiadas cosas, incluido el miedo a la extrema derecha todavía presente en nuestra sociedad. Sin embargo, poco a poco sus iniciativas, en especial las de búsquedas, localización y exhumación de desaparecidos y asesinados fueron abriéndose paso hasta el punto de que hoy, salvo el franquismo vivo, nadie las pone en cuestión y han sido medio asumidas por una administración muy celosa de que ponga en duda que lo público es ella y nadie más. Que lo demás es “privado”.

Así que poco a poco, mediante el entrismo, el ninguneo y la creación de entidades propias los partidos fueron institucionalizando un espacio que, a sus ojos, estaba “descontrolado”. Es decir, que no lo tenían bajo su control. Entraron en funcionamiento leyes, subvenciones y otros mecanismos que fueron cambiando el campo de juego hasta anular a la mayoría del movimiento. Hoy apenas resisten algunas aldeas de Asterix. Uno de los momentos, ya no tan recientes, fue la llegada al gobierno andaluz de la derecha del PP. Entonces, los partidos rompieron al movimiento creando coordinara y plataforma a su gusto, bajo su control, a las que se adscribieron según preferencia, geografía o filias y fobias la gran mayoría de las asociaciones. Eso sí, salvo, de nuevo, algunas aldeas galas. A partir de entonces, los interlocutores “oficiales” son ellas. Llamadas a pisar las alfombras legislativas y gubernativas a cambio de mostrar su apoyo o disconformidad a toque de corneta y momento oportuno.

Una de las últimas ha tenido lugar con motivo de la celebración por parte de la Junta de Andalucía de unas llamadas jornadas de concordia utilizando las figuras de Pemán y Alberti. Basadas en una fotografía que el fotógrafo gaditano Joaquín Hernández Kiki realizó cuando el segundo fue pregonero del carnaval de Cádiz en 1981 y “coincidieron” en la plaza de san Antonio donde se realizó el acto y vivía el primero. Con tan fausto motivo la Asamblea Memorialista Andaluza hizo público un texto que había sido elaborado previamente por Unidas Podemos. Pronto se quiso arreglar el entuerto que ponía en solfa la “independencia” de la Asamblea que, por supuesto, no había discutido el escrito. Todo había sido producto de la confusión de algunos que no distinguen entre militancia política, grupo parlamentario y la asamblea de asociaciones memorialistas.

Así de poco van a servir quejas de supuestos abandonos a votos útiles o militantes, ni los llamamientos a que viene el lobo. La claridad y el respeto empieza por uno mismo, de lo contrario lo que mal empieza mal acaba.