Se cumplen 44 años de la Revolución de los Claveles. Recuerdo como si fuera ayer cómo nos miraban en los meses siguientes nuestros amig@s portugueses cuando íbamos a Lisboa (que cogía más cerca que París para reuniones de la clandestina Junta Democrática), diciéndonos llenos de orgullo «¿Y ustedes, cuándo?» Recuerdo también, de forma imborrable, las representaciones, repletas de público, de un vodevil, «Pides na grelha» (La PIDE, la policia política, a la brasa), que se representó durante meses en una carpa de la ciudad. A mi lado, un matrimonio de campesinos, de avanzada edad y vestidos de negro, miraba insistentemente hacia la entrada temiendo que la PIDE se presentara allí y nos detuviera a todos. Les costaba trabajo respirar en libertad, se restregaban los ojos, todavía incrédulos de que ello fuera posible. Y todos cantaban Grándola Vila Morena, la inolvidable canción de Jose Afonso, que fue la señal para el levantamiento contra la Dictadura.
Luego vendría el gobierno cívico-militar de izquierda y después el golpe contrarrevolucionario y la apresurada creación del PS portugués, patrocinado por la SPD alemana y por la CIA, ante el peligro de que Portugal adoptara posiciones neutralistas y se alejara de la OTAN. Pero nadie pudo quitar a los portugueses el disfrute de unos meses de júbilo y exaltación de la libertad; cosa que en el lado de aquí de la raya nosotros nunca tuvimos. Ni siquiera pudimos gozar de un día de celebración. La propia muerte del dictador tuvimos que festejarla en la intimidad y con honda preocupación por lo que pudiera ocurrir los días y meses siguientes (que fueron, efectivamente, de acentuación del franquismo, ya sin Franco). ¿Recuerdan el terrible año 76 de represión contra todos los demócratas, asesinatos incluidos?
Y, aunque me guste poco acudir al «curriculum martirológico» (que no pocos sacan a pasear casi diariamente en lo que a mí me parece una obscenidad), hoy no tengo más remedio que rememorar el 25 de abril del siguiente año, 1975, en el primer aniversario de la Revolución Portuguesa, con el dictador de aquí aún en El Pardo, cuando en la Universidad de Sevilla estudiantes y profesores demócratas celebrábamos la fecha como si fuera propia y «los grises» (la Policía Armada) asaltaron la antigua Fábrica de Tabacos y entraron por las galerías disparando pelotas de goma. Los PNN (los profesores precarios, de los que yo era el representante en la Coordinadora Estatal) estábamos reunidos en asamblea en el Aula Magna de la Facultad de Derecho y allí entraron no solo miembros de la Policía Armada sino también varios miembros de la brigada político-social, la siniestra policía política del Régimen, y nos detuvieron, pistola en mano y apuntando a la cabeza, a mi compañera Clara Thomas y a mí, que presidíamos la asamblea. Tras vaciar violentamente todo el edificio, nos metieron junto a otros detenidos (recuerdo que uno era el ya fallecido profesor y director de teatro, luego actor famoso en «Solas» y otros filmes, Carlos Álvarez-Novoa) y nos llevaron a «la Gavidia» en cuyos calabozos estuvimos dos días hasta que el juez nos puso en libertad debido, sobre todo, a la presión de profesores y alumnos que se habían encerrado en el rectorado como protesta. Era evidente que el régimen franquista temía el contagio del ejemplo portugués. Y se apresuraron a tomar medidas, no solo represivas, para garantizar el atado y bien atado, entre ellas la re-fundación del PSOE, quitándoles las siglas a los viejitos de la dirección en el exilio con el apadrinamiento también del SPD alemán, etc., etc.
Queda aquí mi celebración del 25 de Abril portugués. Mi reconocimiento a la Revolución de los Claveles, que derrocó pacíficamente a la Dictadura que sufría el país hermano. La Revolución que vivimos, aunque fuera de forma vicaria, como propia, en tiempos en que creíamos que era posible conseguir aquí una República verdaderamente democrática, respetuosa con los derechos humanos de las personas y los pueblos.