A vueltas con Pemán

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José María Pemán, en pleno discurso ante Queipo y Carranza, entre otros.

La caverna gaditana, y de otros lugares, ha saltado indignada porque el ayuntamiento de Cádiz, tras acuerdo municipal, ha decidido la retirada de algunos de los reconocimientos públicos que existen en la ciudad del escritor y político José María Peman Pemartín. Todavía quedan algunos. Acuerdos tomados hace ya unos meses y que, ahora, han comenzado a ejecutarse.

Dicen que es una venganza, un ejemplo del catetismo rojo, y no sé cuantas cosas más, aplicarle las leyes de Memoria Histórica a este representante de la más profunda reacción hispana, comprometido con los golpistas de julio de 1936 desde el primer momento a través de la propaganda oral y escrita, que participó en el primer gobierno golpista y fue responsable del organismo encargado del desmoche de la enseñanza que había comenzado a levantar el gobierno.

Dicen que el autor del poema La bestia y el ángel (Zaragoza, Jerarquía, 1938) evolucionó hasta convertirse en algo así como un adalid del liberalismo nacional, un adelantado de la democracia. También que es una eminencia literaria a quien, incluso, le negaron injustamente el premio Nobel. Tampoco olvidan los recursos de reabrir heridas, el rencor innato de los rojos y, por supuesto, no aceptar que las victorias y las derrotas son permanentes y si quieres caldo aquí tienes dos tazas.

Detrás de todo está que lo que lo llamamos espacio público, en realidad es espacio de unos pocos. Son los que ellos consideran quienes merecen ocuparlo con monumentos y nombres que recuerden sus hazañas y acciones dignas de imitar y preservar. Si algo lo pone en duda no lo soportan y sacan todo el armamento, nunca mejor dicho, a su disposición.

Pero, pienso, que hay algo más. La matanza iniciada el verano de 1936 fue algo que pasó por encima de cualquier duda. Si hubo reticencias quedaron en minoría y en el fondo de la conciencia. La misma que, cuando la sangre llegaba a los codos, llamó para recordar que lo que estaban haciendo era una auténtica barbaridad. Impropia de gente de “bien” como eran. Pero no se arrepentían. Es más continuaron ejerciendo la violencia durante casi cuatro décadas. Eso sí, siempre que podían externalizándola al lumpem, aunque vigilándola. Incluso cuando inventaron aquello de “para que no vuelva a repetirse” parecía que se referían más a no tener que repetir la matanza que a no volver llevarla a cabo.

El franquismo, sea el sociológico, el político o el mental, no es capaz de reconocer su barbarie. Quiere que se olvide, que se diluya por las alcantarillas de la historia. A la vez  no está dispuesto a renunciar a nada y, mucho menos, a la victoria. Así que Pemanes, y otros, a mansalva: placas, monumentos, teatros, metopas en salones de pleno y enterramiento distinguido. Intocables y perpetuos.

Creo en que los hijos no son responsables de las acciones de sus padres y abuelos. Que no hay un gen específico del mocorroñismo (el integrismo) hispano que le impida adoptar posturas como, por ejemplo, las de sus homólogos allende los Pirineos. ¿Se imaginan a un Macron diciendo sobre el holocausto las barbaridades que afirman sin rubor dirigentes del PP? No entiendo como el neo franquismo hispano no se da cuenta de que es imposible mantener la Victoria ochenta años más tarde. Que hace falta que todo cambie para que todo siga igual: la desigualdad social y económica que fue el motor del golpe de 1936.

Si así lo hicieran seguro que se sentirían más cómodos. Incluso serían capaz de ir reconociendo que les vendría mejor recuperar la verdad histórica que mantener las mentiras y las mitologías guerreras de personajes como Pemán; que las páginas de la vida de las sociedades no se pasan sin ser leídas y que los miles de asesinatos y crímenes necesitan justicia y reparación. Seguro que se encuentra el camino.

Soy optimista a pesar de los pesares. Dos décadas de movimiento social ha empujado a las administraciones a tomar medidas. Pocas y ralas, es verdad, pero también lo es que el paisaje ha cambiado en algo en estos veinte años. Es más, a menos que ocurra un cataclismo, el camino no tiene marcha atrás. Aún cuando, digno de un estudio psicológico, a la mayoría de la sociedad le parezca compatible vivir con tal montón de cadáveres en los armarios. De momento con Peman fuera de los espacios públicos. No es ejemplo de nada.

Pemán debe de volver al ámbito de lo privado. No fue ejemplo público a imitar para nada. A pesar de su “conversión” liberal, dicen,  posterior. Es más, quienes lo defienden deberían pensar que si no es mejor que ocultarla airear su figura de correajes falangistas para, de esta forma, poder mirar, al menos, al autor.