Profundos sentimientos en el mausoleo dedicado a Al-Mutámid en Agmat, a 35 kms al Sur de Marrakech. He visitado numerosas veces Marrakech, y siempre tenía pendiente ir a Agmat. Hace poco viajé una vez más, a Bounou, la kasbha que resiste al paso del tiempo y a la invasión de las arenas del Sahara. Allí desde hace años, hay una familia de amigos y amigas bereberes y marroquíes, que nos reciben siempre con amistad, hospitalidad y afecto. En este viaje le propuse a mi amigo Plácido Osuna, empresario agrícola, productor de un excelente AOVE ecológico en Sevilla, poeta, y artífice de esos viajes a los oasis de Bounou y a M´hamid, que al regresar junto con nuestra amiga Maru, fuesemos a Agmat. Les encantó y así lo hicimos. Llegamos antes del anochecer a Agmat y nos alojamos en “Moorish House”, una casa familiar situada en un lugar tranquilo y cerca del mausoleo. Recorrimos Agmat y cenamos en un pequeño establecimiento y al día siguiente, llegamos a las diez a las puertas del edificio donde nos recibió Ibn Abd el-Krim, el guardíán conservador del panteón. Sobre el suelo tres lápidas de mosaicos o azulejería de variado colorido predominando el verde y blanco. A la izquierda la que simboliza ser la de Al-Mutámid; a la derecha, la de su esposa Itimad Rumaykiya y en el centro, una pequeña, la del hijo. Allí reza el epitafio del rey poeta de Sevilla: “Tumba del forastero, que la llovizna vespertina y la matinal te rieguen, porque has conquistado los restos de Ibn Abbad”. Le pregunté a Abd el-krim que ya que Al Motamid había sido rey de Sevilla donde se habla español, porqué en los paneles explicativos no figuraba nuestra lengua, además del árabe, francés e inglés. Y me dijo que se lo expondría a su director. Por este lugar, pasan pasan unas 200 personas al mes, me dijo. Y muchos son españoles, le insistí. Creo que tomo nota de mi observación, y espero que en alguna visita futura, pueda comprobar que las informaciones sobre las tumbas de Al Mutámid, Rumaykiya y su hijo se puedan ofrecer también en nuestra querida lengua española, pero conociendo un poco a nuestros vecinos del sur, dudo que mi sugerencia sea tenida en cuenta, aunque sería beneficiosa para nuestras relaciones de vecindad y hermanamiento. Hay un cuadro que constata la visita que hizo el Presidente de la Junta, Manuel Chaves el 19 de marzo de 1999, como homenaje de Andalucia, al rey poeta. El mausoleo se creó en 1970. Es un lugar simbólico, quizá no el lugar exacto donde hace casi mil años fuese enterrado Al Mutámid, pero allí se guarda su memoria, y me hizo pensar en la importancia de la Ley de memoria histórica que trata de devolver reparación, justicia y dignidad, a todas las personas asesinadas o desaparecidas tras el levantamiento militar contra la Segunda República española, la guerra civil y los años negros posteriores.
Abu I-Qásim al.Mu´támid (Beja, Portugal, 1040-Agmat, Marruecos, 1095), reinó en la taifa de Sevilla entre 1069 y 1090 y fue el último rey abadí. Al-Mu´támid sucedió a su padre al-Mu´tadid el año 461 de la Hégira, correspondiente al 1068 de la era cristiana. En 1091, el general almorávide Yusuf ibn Tásufin le arrebató la ciudad hasta 1147, en que pasó a manos de los almohades.
Al-Mutámid destacó como poeta y en su reinado la cultura floreció en Sevilla. Protegió a poetas, literatos y científicos como: el astrónomo Azarquiel, o los poetas: Ibn Hamdís, Ibn al-Labbana, Ibn Zaydún o el propio visir y poeta Ibn Ammar (Silves, Portugal, 1031-1086, Sevilla). También fue visitado por Ibn Hazm de Córdoba (994-1063), autor del Collar de la Paloma:
“Aunque queméis el papel, no podréis quemar
lo que encierra, porque lo llevó en mi pecho”.
Ibn Ammar, era de origen humilde, su talento para la poesía hizo que el joven Al-Mu´támid lo convirtiera en su amigo y amante y le hiciera visir, al morir su padre Al-Mutádid. Tras traicionar a Al-Mutámid, Ibn Ammar fue de sitio en sitio, Murcia, Toledo, Zaragoza, hasta llegar a la cárcel de Sevilla, donde escribió una casida, una elegía por la que solicitaba el perdón a Al-Mutámid:
¡Cuántas noches pasamos en el Azud,/ entre los meandros del río,/ que se deslizaba con la sinuosidad de una serpiente!
¿Quién ha visto el sol en mitad/ de la negra noche, sino nosotros?
Al-Mutámid estuvo dispuesto a perdonarle, pero cayó en sus manos una carta de ibn Ammar contra Rubaykiya, y al-Mutámid preso de la cólera acudió con un hacha a la celda donde estaba su antiguo amigo encadenado, y sin darle tiempo a reaccionar lo golpea hasta matarlo, tal como relata Claudio Sánchez-Albornoz en “Ben Ammar de Sevilla”.
“Motamid, último rey de Sevilla” es una obra de teatro que publicó en 1920, Blas Infante, considerado el padre de la patria andaluza. Es un drama sobre el último emir de la Taifa de Sevilla, en el que Motamid aparece como un símbolo de pacifismo y tolerancia. Blas Infante visitó la tumba de Al Mutámid el 15 de setiembre de 1924.
En noviembre de 2022, Plácido Osuna, Maru, y un servidor firmamos en el libro de visitas del mausoleo: “Con emoción, en honor de Al-Mutámid, el último rey de Sevilla”. En Agmat, queda el recuerdo del rey poeta de Sevilla: “En verdad bebí vino que derramaba su resplandor,/ mientras la noche desplegaba el manto de la tiniebla/ hasta que la luna llena surgió en Géminis,/ como un rey en el apogeo de su pompa y de su fausto”.