Andalucía: la urgencia de tomar conciencia

185

NUESTRO ECOSISTEMA ANDALUZ: ESPACIO Y POBLACIÓN

Conceptos como medio ambiente, cambio climático, calentamiento global, sequía, desertificación van siendo cada vez más conocidos por la mayoría de la población. Acciones ecológicas que van a determinar los diferentes ecosistemas del planeta. Andalucía está configurada por múltiples ecosistemas. Pero consideremos a Andalucía como un gran ecosistema formado, como todos los ecosistemas, por dos componentes: el biotopo (espacio natural) y la biocenosis (la vida que habita en ese territorio).

Si oteáramos el vuelo de un águila desde el pico Castaño del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, sobrevolando el Valle del Guadalquivir con sus campiñas, hasta llegar al pico Chullo del Parque Nacional de Sierra Nevada, contemplaríamos a vista de pájaro las tres grandes unidades geomorfológicas de Andalucía: Sierra Morena, Depresión del Guadalquivir y Sierras Béticas. Geología que revela con claridad las distintas etapas de su génesis y las profundas transformaciones que se produjeron en cada una de ellas. En Sierra Morena están los materiales geológicos de mayor antigüedad, ya que emergió en el Paleozoico Superior (hace 375 millones de años) como zona costera de la Meseta Ibérica. Despeñaperros es la puerta natural que diferencia geológica y paisajísticamente la Meseta de Andalucía. Posteriormente Sierra Morena fue fracturada y levantada por el empuje de la Orogenia Alpina (hace unos 30 millones de años), la misma que hizo emerger los macizos calizos Béticos. Entre uno y otro bloque quedó el corredor marino (mar del Mioceno) que progresivamente se cerró y colmató, dando lugar a la tercera macrounidad que es la Depresión del Guadalquivir (final del terciario y principios del cuaternario).

El relieve andaluz se caracteriza por presentar una geografía de cordilleras, corredores naturales, ríos y mares que la hacen única. El paisaje resultante de todo ello conforma mares de olivos, inmensos campos de cereales y extensas comarcas de vides, parques naturales cubiertos de un rico sotobosque y bosques de encinas, alcornocales, castaños y pinos, acantilados y playas que circundan el sur de Andalucía. Pero no solo el suelo andaluz posee un variado paisaje de cultivos y bosque mediterráneo, el subsuelo también presenta una riquísima composición mineralógica, que los diferentes pueblos y culturas de Andalucía han sabido aprovechar para su desarrollo cultural y económico. Por desgracia, a partir del siglo XIX, fueron extraídos del subsuelo andaluz para beneficio de las empresas extranjeras que explotaron y colonizaron las comarcas mineras más ricas de Andalucía.

Los grandes corredores de los asentamientos humanos a lo largo de la historia han sido las costas atlánticas y mediterráneas, el corredor Bético y el Valle del Guadalquivir. Asentamientos que han ido forjando desde el calcolítico, hace 5.000 años, los pueblos y ciudades de mayor antigüedad de Andalucía. Dos mil años después florecería la cultura tartésica en el suroeste de la península Ibérica, una fusión entre los pueblos indígenas y los fenicios. La cultura turdetana será la heredera enriquecida por griegos y cartagineses. Desde el siglo II a.C. nos romanizamos hasta el siglo VI d.C., que bajo la Spania bizantina resistieron las ciudades-estado de la Bética a las investidas de los pueblos del norte. Después de la etapa visigoda llegarán los siglos andalusíes, desde los albores del siglo VIII hasta la caída del reino nazarí en 1492. La llegada de la conquista castellana a partir del siglo XIII marca un antes y un después en nuestra historia. Castilla nos conquista y nos divide en cuatro reinos, sin cortes propias, reparte en grandes latifundios las tierras, nos empobrece culturalmente diluyendo nuestro rico y diverso acervo andalusí. En definitiva, nos convirtieron en colonia del reino de Castilla. La Corona y la Iglesia católica se encargarán de eliminar la diversidad cultural andalusí, excluyendo a toda la población que no fuera católica a través de las grandes oleadas de expulsiones y de la muerte de miles de personas. A pesar de ello la huella andalusí, judía, negra y, posteriormente, gitana permanecerían en la genética y legado del pueblo andaluz.

Con la llegada del siglo XIX Andalucía volverá a escribir páginas de su riquísima historia: Junta Suprema de Andújar, Pacto Federal Andaluz, Revolución Cantonalista, Constitución de Antequera. A finales del siglo decimonónico nacería en la localidad malagueña de Casares (1885) Blas Infante, que se fue nutriendo de la historia de Andalucía, al mismo tiempo que sentía y tomaba conciencia de los dolores de su pueblo: empobrecimiento, postración, colonización. Pueblo al que le habían robado su esencia. Envuelto por la blanquiverde se dedicará con todo su empeño a recuperar la memoria de lo que fuimos y a desarrollar una política que diera respuestas a las necesidades del pueblo andaluz. No fue un político al uso, fue un político encarnado en su gente, partiendo desde abajo. Muere fusilado por el fascismo en 1936 y después de 41 años, 4 de diciembre de 1977, resucitó en las calles de sus pueblos y ciudades al grito de ¡Viva Andalucía libre!

ANDALUCÍA SIN SOBERANÍA NI VOZ

Después del resurgir andalucista a finales de los setenta y principios de los ochenta del pasado siglo, los partidos PSOE, IU y el desaparecido PA no apostaron e incluso entorpecieron la soberanía del pueblo andaluz, lo que supuso la falta de conciencia necesaria para la aparición de partidos nacionalistas andaluces. Además, las grandes empresas se han dedicado, y lo siguen haciendo, a la extracción de los recursos naturales andaluces enriqueciendo otros lugares ajenos a Andalucía, empobreciéndola aún más, en vez de generar un tejido industrial sostenible que cree empleo de calidad. Este adormecimiento de la conciencia del pueblo andaluz y su empobrecimiento económico son las consecuencias más clamorosas de la ausencia de voz propia de sus gentes. Un ejemplo evidente es el Congreso de los Diputados, que no cuenta con un instrumento político que denuncie los problemas de Andalucía y reivindique sus soluciones. Esta anomalía política se traduce en la postergación social, económica y cultural del pueblo andaluz. Los datos indican que Andalucía se encuentra entre los últimos puestos del Estado de las autonomías después de cuarenta años de democracia. Baste con recordar que de las quince ciudades o grandes municipios con menos esperanza de vida un total de diez se encuentran en Andalucía. Diez de los quince barrios más pobres de España están en Andalucía. Las fuentes indican que la media de los salarios andaluces son un 29,5% más baja que los de la Unión Europea. El salario medio anual en Andalucía se sitúa 4.051 euros por debajo de la media estatal y está a la cola de las comunidades. Un 29,4% de los menores de 18 años en Andalucía está en situación de pobreza, frente al 27,8% de los menores en el resto del país. Andalucía acumula uno de los mayores porcentajes de pobreza en el Estado español, registrando en 2022 más de tres millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social, lo que significa un 35,8% de la población total. Un dato muy significativo que demuestra que Andalucía sufre un fuerte extractivismo consiste en que el 57% de las grandes fortunas españolas tributan en Madrid o en Cataluña. Así, Madrid acumula una riqueza de 38.548 millones de euros, mientras que el territorio catalán, que cuenta con más multimillonarios en el ranking, amasa una de 26.102 millones de euros.

En pleno siglo XXI sigue sin haber espacio para Andalucía en la política del Estado. Con la llegada del primer Gobierno de coalición se abría la posibilidad de formar un subgrupo parlamentario andaluz en el seno del grupo parlamentario de Unidas Podemos. La pugna del poder interno en Podemos impidió que Andalucía tuviera su propia portavocía. Más tarde, los conflictos surgidos entre los diferentes partidos políticos en Andalucía, a la izquierda del PSOE, acabaron enfrentando a IU con Podemos y la expulsión de Teresa Rodríguez y otros siete parlamentarios andaluces, dejándolos como no adscritos en contra del criterio del letrado mayor de la cámara. Sumar ha sido el último ejemplo de la falta de consideración para Andalucía al negarle una portavocía al grupo de diputados andaluces, seis en total. Yolanda Díaz no ha contado con ninguno de los seis diputados andaluces a la hora de repartir los puestos que intervendrán en el Congreso, a pesar de que, tras Cataluña, son de Andalucía la mayoría de sus representantes.

Mientras tanto Adelante Andalucía no acaba de despegar. El excesivo control de los anticapitalistas de Cádiz ha impedido que esta formación formara parte de candidaturas de coalición de izquierdas en las últimas elecciones municipales, como el caso de Hacemos Córdoba. Igualmente fue un error haberse presentado solo en la provincia de Cádiz en las pasadas elecciones generales sin siquiera haber pactado con Sumar que el partido de Yolanda Díaz no se presentase en Cádiz a cambio de no haberlo hecho Adelante Andalucía en las otras siete provincias.

SENTIMIENTO Y CONCIENCIA ANDALUZA

En este tercer epígrafe voy a utilizar mi propia experiencia de vida para explicar cómo me surgió el sentimiento y la conciencia andaluza, lo que me llevaría a compromisos en el ámbito de lo social, identitario y patrimonial.

Como bien decía el escritor y dramaturgo cordobés Antonio Gala, me siento andaluz nacido en Córdoba. Me siento orgulloso de haber nacido en Andalucía donde floreció la cultura autóctona tartésica. Platón ya mencionaba a Tartesos como la Atlántida. Una tierra que, junto con la civilización egipcia, es la más densa en arqueología. Pensar que Córdoba como fundación romana surgió de la nada es una simpleza. Bajo Cádiz, Sevilla, Córdoba… está Tartesos. Tierra abonada para el florecimiento de la sociedad y la cultura andalusí. El gran río de Andalucía, como lo llamó Luis de Góngora, fue el antiguo Betis que le dio el nombre a una de las provincias romanas más destacas del Imperio, la Bética. Posteriormente, los andalusíes, que convirtieron nuestra tierra en el gran Estado del mundo árabe occidental, al-Ándalus, le pusieron el nombre de Guadalquivir.

Pienso y hablo en andaluz. Una variedad lingüística que no ha sido unificada ni normalizada oficialmente. Escuchamos en andaluz, sentimos el quejío de algún cantaor flamenco al compás del rasgueo de una guitarra, saboreamos la gastronomía de nuestra tierra, nuestros ojos se llenan de la luminosidad cada día, sentimos “la calor” y recordamos los olores de nuestras madres cuando nos acurrucaban recostadas en las mecedoras y nos adormecían susurrándonos alguna nana o una copla, desprendiendo aromas de azahar y jazmín.

Por motivos familiares viví en Barcelona, a la que le debo mi toma de conciencia andaluza. Recuerdo, cuando pisé por primera vez sus calles, sentirme anonadado ante el barullo que contemplaban mis ojos en una ciudad que percibía de color grisáceo. ¡Cómo ha cambiado Barcelona desde aquellos años! Sin duda, es una de las ciudades más bellas y modernas del Mediterráneo. Mis padres me matricularon en un colegio del Ensanche barcelonés. Mi nuevo colegio era un edificio de varios pisos con patio interior, nada que ver con el espacioso y blanco de Córdoba. Aunque me adapté bastante bien desde el primer momento, tuve mis diferencias ya que no era muy corriente que un andaluz estudiase en un colegio del centro de Barcelona, exclusivamente con compañeros catalanes. No era muy normal mi presencia en este colegio cuando la mayoría de los andaluces vivían en los barrios y pueblos del área metropolitana, que acogían a la población emigrante por la situación de empobrecimiento social que asolaba Andalucía. Mi nueva pandilla de amigos la componían adolescentes catalanes, chavales que vivían mayoritariamente en el centro barcelonés. Tuve mis discusiones sobre nuestras diferentes identidades. Algunos me manifestaban su sentimiento exclusivamente catalán, debido al anticatalanismo franquista que había hecho mella en sus familias. Incluso uno de ellos me llegó a decir que no estaba en España. El profesorado del colegio me acogió con cariño y aceptación, incluso me invitaban en las clases a que hablase de Andalucía. Terminé mi bachillerato elemental expedido por el decano Instituto Balmes de Barcelona e inicié el bachillerato superior en Ciencias. El interés por saber cosas de Córdoba y Andalucía me habituó a leer la prensa. Al mismo tiempo, me aficioné a leer libros sobre la historia de Córdoba y Andalucía, e incluso comencé a escribir sobre mi ciudad. Todo ello iba despertando mi identidad andaluza. A mis amigos, compañeros y profesores catalanes les debo el sentirme orgulloso de Andalucía, mi pueblo, de su historia y cultura, de sus gentes y tradiciones, de sus hablas, de su manera de ser y sentir. A Barcelona en particular y a Cataluña en general les tengo que agradecer el que me incitaran a desarrollar mi conciencia andaluza.

Después de mi estancia en Barcelona, viví varios años en Madrid donde terminé el bachillerato e hice la selectividad. A partir de 1975 viviría en Sevilla tres años, donde comencé la carrera universitaria de Ciencias Biológicas. Los años vividos en Sevilla fueron decisivos para que mi ideología se fuese afianzando. Fui delegado de curso, lo que me hizo participar activamente en las asambleas de alumnos, manifestaciones. Comencé a escribir cartas de opinión en los periódicos, descubriendo mi faceta articulista. Recuerdo de una manera muy especial mi participación en la manifestación del 4 de diciembre de 1977 a favor de una Andalucía libre y soberana. La bandera andaluza, que portaba, me la regaló mi padre, que guardo con mucho cariño. La manifestación de Córdoba, alrededor de 100.000 personas, partió de la glorieta de la Media Luna, recorrimos el Paseo de la Victoria hasta llegar a la Avenida Ronda de los Tejares, después giramos hacia la comercial calle Cruz Conde. No pude acceder a la plaza de las Tendillas, donde finalizaba la manifestación, por la cantidad de personas que la abarrotaban. La manifestación se disolvió prácticamente sin incidentes. En ese mismo momento otro joven, Manuel José García Caparrós, moría en Málaga al ser disparado por la guardia civil cuando intentó poner una bandera andaluza en el balcón de la Diputación Provincial.

Poco a poco iba forjando mi ideología, que se declinó por el humanismo cristiano, lo que me condujo al compromiso social con colectivos vulnerables y marginados de la sociedad. Llegaría a cofundar el Comité de Solidaridad con América Latina, a raíz de mi estancia en Perú; Encuentro en la Calle, implicado con los chavales de los barrios con mayor exclusión social de Córdoba; Kala, asociación que lucha por la inclusión de jóvenes migrantes; APDHA, en defensa de los derechos humanos de Andalucía; Europa Laica, comprometida con la laicidad de Andalucía y del Estado español. Mi sentimiento y toma de conciencia de la identidad andaluza me hizo formar parte de colectivos que apostasen por la soberanía del pueblo andaluz: Asamblea de Andalucía, Andalucía Viva. Incluso llegué a ser asesor de la Cátedra Intercultural de la Universidad de Córdoba y, actualmente, patrono de la Fundación Blas Infante. Defender Andalucía es defender su patrimonio natural e histórico-artístico, implicándome en plataformas en defensa del patrimonio: “Plataforma Mezquita-Catedral, Patrimonio de Tod@s”, “Plataforma en Defensa del Patrimonio de Andalucía”, “Coordinadora Estatal Recuperando”.

Ojalá muchos andaluces y andaluzas que siente su tierra y su pueblo encuentren la manera de tomar conciencia de la nación andaluza. La proclama de nuestro himno ¡Andaluces levantaos! solo será posible cuando el pueblo andaluz sienta y tome conciencia de lo que fuimos y lo que somos.