Sé que la lluvia preñada,
parirá en la tierra mía,
semilla de pueblo nuevo,
del valle a la Serranía
Antonio Mata.
“Ya tenía yo ganas, desde que fundamos la Asociación, de poder decir: Buenos días Andalucía, ya no tengo mieo. Buenos días Andalucía. No voy a mentá a los pueblos porque seguro, argunos ze me quedarían atrás. Aquí estamos los corcheros del sur de Andalucía, los camperos, gentes del campo. Estamos luchando por un sueldo digno, estamos luchando porque se nos escuche. Somos los portadores de un trabajo y una sabiduría única. Tenemos en nuestras manos el poder, la sabiduría y el orgullo de llevar una causa palante. Estamos haciendo historia(…)Esto se va a ver por primera vez y estamos creciendo. Vamos a ir a informar a una serie de cuadrillas que creemos, que sabemos, que van bajo los precios que hemos acordado. Pero vamos a ir con educación, como hemos ido otras veces. No quiero que nadie entre al trapo de que nos provoquen y llegar a momentos que nadie quiere. Vamos a ir con educación, con saber estar, y con educación y vamos a ganar otra vez la batalla. ¡¡¡¡Viva Andalucía!!!! Y ¡¡¡¡Viva ACOAN!!!!”
Juan Manuel Gutiérrez Fernández. Presidente de ACOAN
Así comenzó la mañana del 29 de junio de 2020. Con más de doscientos hombres escuchando en el silencio del amanecer en la confluencia de caminos del Puerto de Gáliz. Visten una camiseta que a la altura del corazón señala el emblema de la Asociación de Corcheros y Arrieros de Andalucía (ACOAN): “Sin corcheros no hay corchas”. Vienen de Arcos de la Frontera, Alcalá de los Gazules, Los Barrios, Jimena de la Frontera, Cortes de la Frontera, Algar, Gaucín, Ubrique… Vuelven a sus vehículos y forman una serpiente multicolor que atraviesa las estrechas carreteras del corazón de uno de los alcornocales más extensos del mundo. Hoy abandonaron sus tajos y acudieron a la llamada de la Asociación para exigir el estricto cumplimiento de las condiciones laborales pactadas: que cada especialista corchero no cobre menos de 150 euros si van a jornal, u 8 por quintal (46 kg.) si se ejecuta este saber “por cuenta”. Ni que haya arrieros a menos de 5 euros el quintal.
La primera parada es en un apretado alcornocal ubicado en la Garganta Millán. Antes de abrir la cancela y entrar en la finca, se hace hincapié en que se vaya con prudencia. Con cortesía. Con respeto. Y ahora sí. Un río de personas cruza la angarilla y buscan la cuadrilla. Allí se confirma que no hay nadie por debajo de las bases pactadas. Uno de estos especialistas al ser preguntado por sus condiciones exhibe con orgullo: «¡Cobro a 150, lo que dice la Asociación! ¡Y por menos nos quedamos en la Peña Gorda en el Pueblo!”. Hay risas y de nuevo de vuelta a los autos y la dirección que toman es hacia los montes públicos de Cortes de la Frontera. Allí se sabe de cuadrillas que están por debajo de lo estipulado. Empresarios locales, que han participado en la subasta pública, han comunicado que las condiciones ofertadas impiden mantener los salarios exigidos. Pero, cuando intentan contactar con sus compañeros de oficio, la Guardia Civil se interpone. Una representación del grupo acude a parlamentar con el capitán, mientras el resto espera tensionado: “¡La ley pal que tiene, como siempre ha sido! ¡La ley pal del dinero!” Increpa un joven corchero. Raudo, da los buenos días un señor que rompe el cerco de la guardia y se une al grupo que conversa. Es el alcalde de Cortes José Damián García Berbén. En breves minutos Juan Manuel informa a sus compañeros: “La guardia dice que somos mucha gente y que tanta gente intimida. (…) nos ha dicho que una representación nuestra hable con la cuadrilla y le hemos dicho que no. Porque va a ser una muestra de debilidad ¡No es lo mismo que vayamos 200 tíos que tres o cuatro! (…) Nos prohíben el paso con el achaque de que es un camino forestal y no pueden pasar los coches porque metemos fuego… cuando se están recogiendo, no en los caminos forestales sino en vías de saca con tractores y orugas, que todo el mundo sabe qué es lo que mete fuego (…) Ahora ha venido el alcalde. Quiere hablar con nosotros. Yo le he dicho a Pepe que lo que yo tenía que hablar con él lo he hablado ya ¡¡¡Porque nos han estado ninguneando!!!” Un cerrado aplauso suscribe estás últimas palabras. Y retoma… “¡Porque no somos delincuentes! ¡Somos gente de bien! ¡¡¡Mirar cómo tenemos las manos!!!! ¡¡¡Mirarse las manos!!!!” Y un bosque de palmas de manos negras sufridas, expertas, maestras, se alzan con orgullo entre la aclamación y la rabia contenida por el desprecio de siglos.
La negociación permite entrar en la finca. La presión hace parar a las cuadrillas con el compromiso de las autoridades de no reiniciar la actividad hasta adecuarse a lo pactado con ACOAN. Las despedidas se suceden entre apretones de manos en rostros velados con mascarillas. “Otra batalla ganada” dice alguien. “Ganamos nosotros y nuestro monte” sentencia un arriero. Luego, al atardecer, llegan a sus pueblos, se acopian de los costos para el día siguiente comenzar a desnudar nuevos árboles, a vestir, como cada amanecer, a sus mulos. Sabiéndose con “el poder, la sabiduría y el orgullo de llevar una causa palante”. “Buenos días Andalucía, ya no tengo miedo”…