Caminando hacia la huelga del 8-M. Nuevos retos para el sindicalismo y los feminismos

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El 8 de marzo viviremos una jornada de lucha histórica, las mujeres del mundo estamos llamada a la primera huelga mundial de mujeres, personas con identidades trans o con identidades no binarias,  impulsada por los movimientos feministas internacionales para la visibilización de las violencias machistas en sus distintos estratos y vertientes, desde la agresiones hasta la brecha salarial, pasando por la  desvalorización de los cuidados y de todo el trabajo, remunerado o no, con el las mujeres sostenemos el mundo a nuestras espaldas.

No es una convocatoria solamente de paro laboral sino que tienen tres ejes más: cuidados, consumo y estudiantil, incluyéndose así las tareas no remuneradas que están mucho más invisibilizadas.

En pleno auge del feminismo a nivel internacional, y discusiones en torno a que feminismo necesitamos, es significativo que el instrumento de movilización y lucha escogido sea la huelga, medio por el cual del movimiento obrero ha edificado la estructuración de una serie de libertades, derechos y prestaciones sociales en el mundo de trabajo que han configurado lo que hoy entendemos como “ciudadanía social”, un verdadero status de ciudadanía, con todo los beneficios pero también incapacidades que esto supone.

A través del ejercicio de la huelga evidenciamos que mediante el trabajo se crea la riqueza, lo que hace del trabajo, que no sólo el empleo, uno de los núcleos esenciales, incluso el más, de las relaciones socio-políticas, y no sólo de las relaciones económicas.

Dada esta importancia en la sociedad, mediante el ejercicio de la huelga se ha ido consiguiendo la gran mayoría de los derechos laborales y sociales, derechos ligados en la actualidad intrínsecamente al concepto de ciudadanía y sus consecuencias jurídicas-garantistas. Hablar de empleos con condiciones laborales dignas, es decir, trabajar con derechos, representa una ciudanía más libre e igualitaria, no condenadas al poder privado del mercado.

Una vez dicho esto, es importante aclarar que no estamos ante un derecho uniforme, sino que existen y han existido diferentes concepciones de su ejercicio y alcance, dependiendo del momento histórico, y la realidad social y cultural de cada estado que reflejan los sistemas jurídicos de cada momento y de cada lugar que han recogido la huelga como un derecho.

La crisis sistémica instaurada en el 2008 en el Estado español y en los demás Estados occidentales, afecta principalmente a la Unión Europea y más en concreto a los países del sur, que se encontraban en una situación de un elevado endeudamiento público motivado por el mantenimiento sistemas financieros sin capacidad de financiación.  Esta problemática fue respondida a través de políticas de recortes de los gastos sociales, limitando el empleo público y promoviendo reformas estructurales en el derecho del trabajo y restringiendo la capacidad del poder sindical.  Estas políticas supusieron un ciclo de movilizaciones sociales y sindicales como forma de expresión y muestra de la repulsa de las clases trabajadoras.  El medio general de canalización del conflicto ha sido la huelga como declaración de respuesta y resistencia a políticas de negación y limitación derechos sociales.

La globalización y la verificación de un espacio ilimitadamente abierto a la libertad de mercado están cuestionando la falta de formas y estructuras de respuesta, debido la enraizada circunspección estatal de la regulación laboral ha restringido la capacidad de comprensión y de respuesta de las clases trabajadoras.

La utilización de la huelga en la etapa de crisis como medio de presión colectiva presenta más problemas que en etapas anteriores, puesto estamos ante un momento totalmente diferente a situaciones anteriores de conflictos sociopolíticos, vivimos una etapa de cuestionamiento de la huelga como instrumente de reivindicación y de resistencia.  Vivimos una etapa de debate y cuestionamiento en el ámbito sindical y social sobre la eficacia de las acciones colectivas y del sujeto sindical.

La huelga y el conflicto, se muestran muy débiles e ineficacias, poniendo de manifiesto un problema  no sólo sindical sino fundamentalmente un problema político. Hay amplios sectores de la población donde la experiencia de una huelga se ha disipado, en el sentido de que la realidad actual del empleo desregulado, entiende la huelga como un camino que supone represalias y, generalmente, la pérdida del empleo. Debemos caminar hacía proyectos sindicales y sociales  de tutela de los derechos que necesitan encontrar formas de lucha y de conflicto apropiadas a las problemáticas actuales del mundo del trabajo de los colectivos más precarizados como somos las mujeres, la juventud y en mayor grado, las personas migrantes.

Está siendo el movimiento feminista quien está construyendo las formas de organización y respuesta que mejor se adapta a la problemática actual. Una huelga internacional, que reconoce y prevé que algunas trabajadoras no puedan prescindir de ese día de trabajo, especialmente las que están en mayor situación de vulnerabilidad laboral  proponiendo que participen en actividades antes del día 8 organizar actividades para dar a conocer la huelga. Así se propone un paro que va más allá de un paro en el empleo, sino que viene a cuestionar todos los cuidados invisibilizados, excluidos y no remunerados, que sostienen el mundo. El feminismo coloca la vida en el centro, esto supone cuestionar que necesidades requerimos, que tenemos que producir y que trabajos necesitamos para ello, para así construir un modelo alternativo.  El feminismo no sólo tienen potencialidad ganadora, sino lo que es más importante, potencialidad transformadora. En plena crisis sistémica donde ya no se no puede hablar del reparto del excedente social, hay que meterle mano a la propiedad y a la producción primaria.

La huelga posibilita la construcción de este sujeto colectivo transformador que va más allá de luchar contra  el llamado “techo de cristal” que preocupa a las liberales, evidenciando que lo colectivo, la estructura social construida por el capitalismo y patriarcado, que se retroalimentan, imposibilita que la forma de transformarla sea desde simplemente lo personal e individual.

No hay recetas mágicas, ni el feminismo tiene las respuestas a la crisis social y laboral, pero si se está desde aquí, pensando y construyendo posibilidades emancipatorias colectivas.

La articulación de nuevas formas internacionales de entender el conflicto, es el paso principal para que la reflexión sobre el papel de la huelga pase por la inclusión de nuevas formas atípicas que amparen a las personas trabajadoras y no, en el proceso de negación del conflicto y la movilización como instrumentos transformadores. Si desapareciera el conflicto, se prohibirían las libertades, por el papel de los sindicatos y organizaciones sociales como medios de equilibrio  como respuesta a los desequilibrios latentes en las relaciones laborales y sociales, el conflicto existe sólo cambia el grado de percepción del mismo.

Los feminismos y el sindicalismo están condenados a encontrarse y reconocerse. La huelga del 8 de Marzo es un reto pero también evidencia una oportunidad transformadora de construcción de alternativas al sistema capitalista y al patriarcado que nos relega a la pobreza, al desempleo y nos somete a la absoluta precariedad y vulnerabilidad  así como nos impone una forma de hacer, pensar y sentir según nuestros cuerpos y nuestras vidas.

Autora: Ana Martínez Serrano.