El año 1977 fue especialmente duro, pues el régimen daba sus últimos coletazos y era más peligroso que nunca. La matanza de los abogados de Atocha o el asesinato de estudiantes, como Mari Luz Nájera o Arturo Ruiz, son prueba de ello. También fue aprobada la Ley de Amnistía, que el Tribunal Supremo convirtió en una ley de punto final para dar impunidad a los criminales de guerra y torturadores del franquismo. Y el régimen acabó el año como lo había empezado: matando. Manuel García Caparrós fue asesinado el 4 de diciembre en Málaga por defender la autonomía de Andalucía. Viví todos aquellos sucesos en la Universidad Complutense de Madrid, donde me encontraba estudiando periodismo. Por entonces, la policía franquista invadía el recinto universitario y entraba en las aulas para detener a profesores o alumnos que se habían significado en las asambleas y eran considerados “subversivos”.
En la Facultad de Ciencias de la Información surgió la asociación universitaria Andaluces por Andalucía y asistíamos a los primeros conciertos de Carlos Cano, que nos cantaba su Verde, blanca verde, emotiva canción que llegó a ser el segundo himno andaluz. También pusimos en marcha el periódico Andalucía 9. Esta cabecera hacía referencia a la novena provincia, porque así era como llamábamos a Madrid, donde vivían más de 500.000 emigrantes andaluces. A través de Andalucía 9, fomentábamos la conciencia autonomista de la comunidad andaluza en el exterior, con manifiestos como éste: “Paisanos, el 4 de diciembre, Día de Andalucía, es el comienzo de la lucha que posibilite el fin de la marginación a la que nuestra tierra está sometida, causa fundamental del subdesarrollo al que ha sido condenado nuestro pueblo, con un paro endémico y más de un millón de emigrantes. Desde aquí, fuera y lejos de nuestra querida tierra, os decimos que los emigrantes queremos volver y nos sentimos unidos a todos vosotros en la lucha que nos llevará a una Andalucía libre”.
Y llegó el 4 de diciembre de 1977. Desde el Centro Andaluz de Madrid, seguíamos las manifestaciones que habían movilizado a más de millón y medio de personas en las ocho provincias andaluzas y vivíamos con tensión e inquietud lo que estaba pasando en Málaga. Cuando conocimos el asesinato de Manuel García Caparrós, enviamos a un corresponsal a la capital malagueña para tener información de primera mano, ya que los medios informativos estaban sometidos todavía a la censura franquista y no eran fiables. La muerte de García Caparrós nos cayó como un auténtico mazazo y rápidamente organizamos manifestaciones de protesta para denunciar la represión y exigir la investigación del crimen.
¿Quién mató a García Caparrós?
Tuvieron que pasar cuarenta años para que la abogada y escritora Rosa Burgos diera a conocer importantes datos sobre el crimen en su libro ¿Quién mató a García Caparrós en tiempos de la Transición? La investigadora desveló numerosos documentos relacionados con aquellos días de plomo: “en los que la policía campaba a sus anchas con la mirada cómplice de los viejos dinosaurios del franquismo. García Caparrós perdió la vida por un disparo, cuyo autor nunca fue encontrado y su muerte quedó impune”.
Rosa Burgos estudió los contenidos del sumario que se instruyó en los juzgados malagueños y las actas de la comisión investigadora del Congreso de los Diputados. La intrépida abogada entrevistó a personas relacionadas con los hechos, como Lucas Martínez, que vio caer mortalmente herido a García Caparrós. También pudo hablar con Francisco Jiménez Quintero, destacado miembro del partido ultraderechista Fuerza Nueva, y mantuvo una conversación con Carlos Carmona, última persona que lo vio con vida y le acompañó en un coche hasta el hospital, aunque García Caparrós falleció en el trayecto. Nunca supo quién le disparó aquel día; pero sí llegó a conocer las iniciales del presunto responsable del crimen: M.P.R., cabo primero de la Policía Armada.
Las hermanas de Caparrós
Purificación, Francisca y Dolores, hermanas de García Caparrós, siguen reclamando al gobierno central toda la verdad sobre la muerte de Manuel y quieren que sea reconocido como víctima de la transición y del franquismo. En su búsqueda de la verdad, se han sumado a la querella argentina de la jueza María Servini contra Rodolfo Martín Villa, ministro del Interior en 1977, a quien acusan de ser responsable político de la brutal carga policial que acabó con la vida de su hermano. Esperan además que la nueva Ley de Memoria Democrática les permita acceder a las cintas magnetofónicas de la investigación realizada por el Congreso, que tomó declaración a 85 testigos, y aún están retenidas por la Ley de Secretos Oficiales. Una ley franquista del año 1968 que todavía sigue vigente, a pesar de que han pasado más de 40 años de democracia. Algo más propio de una dictadura que de un Estado de Derecho.
El asesinato de Manuel García Caparrós impulsó, contra todo pronóstico, la conciencia autonomista de los andaluces. La muerte del joven sindicalista no fue inútil, pues a partir de aquel 4 de diciembre, el pueblo andaluz supo reaccionar ante aquella provocación, logrando el reconocimiento como nacionalidad histórica y la autonomía plena, en el referéndum del 28 de febrero de 1980, en igualdad de condiciones que Catalunya, Euskadi y Galicia. García Caparrós también fue reconocido como Hijo Predilecto de Andalucía, a título póstumo, en 2013. Eso si, 36 años después de ser asesinado. Tuvimos que pagar un alto precio por la Autonomía y, por eso, nunca olvidaremos a García Caparrós.