Carta abierta a los firmantes del manifiesto por la “unidad de la izquierda”

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Por diversos conductos he sido invitado a firmar un manifiesto en favor de la «unidad de la izquierda» («Manifiesto para la unidad de la izquierda: ¡Así No!«) en las elecciones generales de diciembre y por la continuidad del actual “gobierno de progreso”, al que se califica de “hito histórico” y del que se afirma que “cualquier persona o partido que desee defender de verdad a los grupos sociales más débiles tiene la obligación de preservar.” Palabras mayores son estas, cuando menos imprudentes (por ser piadosos en el calificativo) porque convierten en enemigos a cuantos puedan (podamos) no estar de acuerdo con las anteriores premisas.

El texto que a mí me ha llegado lleva como firmantes de cabecera a personas que  no dudo sean (o se sientan) de izquierda, algunas de las cuales, además, me merecen un especial respeto. Por ello, descarto la existencia de intereses personales o fines oscuros y voy a permitirme algunas consideraciones y preguntas sobre lo que dice, y lo que no dice, el documento que han elaborado o aceptado respaldar.

En primer lugar, me gustaría saber si el mismo texto circula también por otros territorios. Me lo pregunto porque las firmas que a mí me han llegado son todas andaluzas, aunque en el manifiesto ni una sola vez figura el nombre de Andalucía ni se hace mención de nuestros problemas específicos, lo que ya de por sí resulta extraño (la alusión a Doñana no contradice esto, ya que se ha convertido en “asunto de Estado”). El contenido del manifiesto es tan genérico que puede valer para cualquier sitio (o para ninguno, según se evalúe), pero dudo mucho que en esos mismos términos –que son típicos de la visión unitarista, jacobina y, aún más, madrileñista, sobre España—se haya puesto en circulación en Catalunya, Euskal Herria, Galiza o incluso la Comunidad Valenciana o Canarias.

Los firmantes “muestran su preocupación y dolor ante los desencuentros y desunión entre las fuerzas progresistas en unos momentos en que la política española se encuentra en una situación peligrosa” y piden “altura de miras” y “generosidad” a los dirigentes de los partidos de izquierda, en especial a los de Sumar y Podemos (que son las dos únicas organizaciones que se citan con sus nombres), para resolver sus diferencias y “alcanzar –un gobierno de progreso”: en realidad, reeditar el actual.

Aunque estamos a un mes de las elecciones municipales (y autonómicas en doce CCAA), ninguna referencia se hace a ellas. Todo se centra en las generales de finales de año. Parece que solo importa la Moncloa. ¿Será porque consideran esa “unidad de la izquierda” ya imposible ahora o porque se apuntan a la estrategia de Yolanda Díaz de ponerse de perfil cuando así lo considera? Desde luego, el documento no parte precisamente del municipalismo. Y tampoco se refleja en él la realidad plurinacional del Estado. ¿Es que entienden los firmantes que España es una única nación-estado y que los ayuntamientos son simples jurisdicciones administrativas sin apenas relevancia política? Sería bueno saberlo.

Otro enigma es por qué no se dice nada del PSOE, que es el socio mayoritario y determinante del “gobierno de progreso” actual y lo seguirá siendo en el que habría que reeditar –sí o sí- tras las elecciones para “impedir el gobierno de la derecha y la ultraderecha”. ¿Consideran al PSOE los firmantes un partido de izquierda? ¿O lo contemplan como un mal menor necesario que es preciso aceptar, sin entrar en más análisis y dispuestos a tragar los sapos que hagan falta, como ha venido ocurriendo en toda esta legislatura? Si fuera lo primero, ¿por qué no piden que para no perder votos, dada la vigente ley electoral, todos los “partidos de progreso”, incluyendo, claro está, el PSOE, se presenten en una sola papeleta, bajo el título de “Coalición para un Gobierno de Progreso”, o algo así, y poniendo detrás de cada nombre el del partido de pertenencia, lo que es perfectamente posible? Sería lo coherente: una especie de Frente Amplio como se da, a veces, en América Latina ¿Por qué no se atreven a dar este paso, si los votos al “Sumando Juntos Podemos”, o como finalmente se denomine la coalición de partidos “a la izquierda del PSOE”, irán luego automáticamente a investir a Sánchez y a reeditar el gobierno de ahora?

En cambio, si se reconociera que el PSOE es un mal menor al que hay que apoyar para que no gobierne “la derecha y la ultraderecha” –mejor tuertos que ciegos, dicen algunos fuera de micrófono- ¿no sería necesario decir esto claramente? ¿No habría que fijar un programa con las condiciones mínimas para brindar apoyo en la investidura y esperar al resultado de las conversaciones postelectorales sobre el programa de gobierno para tomar la decisión de continuar con el gobierno de coalición o apoyar desde fuera al ejecutivo cuando ello se considerara adecuado, negociando cada medida legislativa, como hacen ahora, con bastante réditos, ERC, Bildu, BNG, Compromís, Más País y otras formaciones?

¿Tiene sentido blanquear al PSOE desde posiciones de izquierda si el objetivo político es diferente al de justificar compartir sillones en el Consejo de Ministros? ¿Es adecuada la loa sin crítica alguna a un gobierno que incluso cuando ha tomado medidas positivas no ha sabido hacerlas llegar a la gran mayoría de quienes necesitaban de ellas? Para no hablar del ninguneo a “los socios” en cuestiones como la política sobre el Sahara, la de inmigración y muchas otras. ¿La denominación “gobierno de progreso” tapa todas las vergüenzas? Me permito poner en duda que esta sea la estrategia adecuada para movilizar a potenciales votantes de izquierda Y no deja de asombrarme que esto no sea compartido por algunos de los firmantes del manifiesto. El apoyo previo e incondicional al PSOE, ¿a quiénes puede entusiasmar, salvo a algunos fieles para los cuales su partido es su religión, de entre los millones de ciudadanos crecientemente desafectos a las instituciones políticas? Este sacrificarlo todo al mal menor sin reconocer que lo sea, sino adornándolo con frases como el de ser “el más progresista de la historia” o lindezas equivalentes, ¿no fomenta, aunque sea involuntariamente, la abstención, tanto más cuanto que es más que dudoso que la simple invocación del peligro de la derecha y la ultraderecha pueda provocar la movilización que se afirma necesaria?

Para no hacer más larga esta carta abierta, pasaré a una última consideración, esta desde mi posición declarada de andalucista soberanista en la línea del pensamiento blasinfantiano. No tengo menos que sorprenderme por la total ausencia de Andalucía en el texto. ¡Que pronto olvidaron desde IU, Podemos y sus aledaños las razones por las que denominaron “Por Andalucía” su coalición electoral (o lo que realmente fuera) para las pasadas elecciones al parlamento autónomo! ¿Fue puro oportunismo? Y también sorprenderme porque continúan los ataques y trabas de diversa índole (la mayoría muy poco presentables) a quienes trabajan actualmente por consolidar un partido de izquierda propio de Andalucía sin dependencias exteriores, mientras sí reconocen la legitimidad de partidos de corte equivalente en las otras naciones (o nacionalidades) del Estado. Me refiero, evidentemente, a Adelante Andalucía. Como no soy miembro de ese partido, ni de ningún otro desde hace ya más de cuarenta años -aunque nunca haya dejado de ser “político”, al igual nadie está libre de serlo por más que así lo crea–, voy a permitirme plantear una hipótesis sin considerar si conviene o no a los intereses de ese u otro partido. ¿No será que, en el fondo, la izquierda española (españolista), tanto la tradicional como la (supuestamente) renovada, trata a Andalucía como si fuera su cortijo propio (o su gañanía) considerándola como un coto privado de votos para con ellos intentar gobernar (o cogobernar) en España y no como un sujeto político nacional, que es lo que realmente es? ¿No tiene necesidad la izquierda española (españolista) de despojarse de supremacismo colonial respecto a nuestra matria andaluza?

Por supuesto, estoy dispuesto a debatir todas estas cuestiones “en el seno del pueblo” –como hace tiempo se decía– y siempre que no sea en un marco estrictamente electoral (electoralista) y se haga con talente democrático y sin talibanismos de viejo o nuevo cuño.