¡Es el reparto, estúpido!

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Dice la Wikipedia: “’La economía, estúpido’ (the economy, stupid), fue una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Luego la frase se popularizó como ‘es la economía, estúpido’ y la estructura de la misma ha sido utilizada para destacar los más diversos aspectos que se consideran esenciales.”

Pues en mi opinión, lo destacable no es el crecimiento de la economía, el aumento de lo que se produce, sino cómo se reparte eso que entre todas las personas producimos. Sí, entre todas, aunque la mayor parte se lo lleven precisamente los que menos aportan; sí, los que no trabajan y logran sus ingresos por el simple hecho de especular en el actual capitalismo financiero.

Así, para el caso Andaluz, el PIB por persona en 2005 ascendía a 16.529 euros. Esa cifra en 2011 era de 17.318 euros. En 2017, el PIB por persona asciende a 18.470 euros.

No fueron pocos, ni son pocos, ni serán pocos, los economistas que continúan recetando disminuir el gasto público, las políticas de austeridad, la disciplina presupuestaria. Son los mismos que en cuanto los aires les vengan propicios, volverán a decir aquello de que “vivimos por encima de nuestras posibilidades”.

Sin embargo, como muestran las cifras, en 2011 había más riqueza que en los años anteriores sin “crisis”. Incluso hoy no se crean los derechos sociales que se creaban en 2005 con menos producto por habitante. Más bien todo lo contrario, se habla del techo de gasto como una ley implacable que marca la senda de nuevos recortes.

Hay riqueza, hay bienes y servicios suficientes para mejorar la vida de la gente. Lo que no hay es vergüenza para dejar de seguir legitimando los ingresos de unas minorías que apenas aportan al bienestar común. Lo que no hay es el más mínimo atisbo de cambio entre tantos economistas y no economistas, esos “expertos” que continúan mintiendo sobre lo que ocurre, siempre que ello les suponga mejoras profesionales.

La mayoría de la gente no vive por encima de sus posibilidades, sino por debajo. Son justamente las minorías que lo hacen las que pagan a sus voceros para que desde sus púlpitos universitarios, televisivos o panfletarios legitimen la mentira y el despojo.

Porque la cuestión no es el crecimiento económico sino el reparto de esa riqueza. Es el reparto, estúpido.