En 2024 se han cumplido los setenta y cinco años de la muerte de Niceto Alcalá-Zamora en su humilde apartamento de Buenos Aires. Falleció el 18 de febrero de 1949 tumbado en el diván que le hacía de cama, actualmente en su casa museo de Priego de Córdoba, su ciudad natal. Los tribunales franquistas lo juzgaron por ser “uno de los principales responsables por acción u omisión de haber forjado la subversión roja, haber contribuido a mantenerla viva durante más de dos años y a estorbar el triunfo providencial del glorioso alzamiento”. Fue acusado por los mismos que dieron el golpe de Estado, tumbaron la democracia y el gobierno legítimo, provocaron cientos de miles de muertes, se aliaron con los nazis, impusieron una dictadura y, para colmo, los jueces decidieron que los culpables son las víctimas. Si fuera poco, le arrebataron todos sus bienes, le pusieron una multa de cincuenta millones de pesetas y le retiraron la nacionalidad española.
Alcalá-Zamora estudió bachillerato a distancia, examinándose en el instituto de Cabra, cosechando matrícula en todas las asignaturas. Estudió derecho por libre en la universidad de Granada, logrando uno de los mejores expedientes de su facultad. Como abogado opositó al Consejo de Estado en 1899, siendo el número uno de su promoción. Ello le permitió ocupar diferentes responsabilidades en la Administración, simultaneándolas como profesor de derecho. Siendo joven comenzó su trayectoria política en el régimen de la Restauración.
Me recuerda el paralelismo existente entre el padre de la Matria Andaluza y Alcalá-Zamora. Ambos estudiaron a distancia, se examinaron en los mismos lugares andaluces y obtuvieron excelentes resultados académicos. Blas Infante, sin embargo, se desclasó apostando por la empobrecida clase campesina y los excluidos de Andalucía, mientras que Niceto Alcalá-Zamora nunca dejó su clase social, su ideología conservadora y su credo católico. Sería muy interesante investigar si en la cronología de ambos ilustres andaluces aparece alguna referencia de encuentro entre ellos.
Con la llegada del siglo XX, con tan solo 23 años de edad, comenzó su actividad política, ingresando en una asociación democrática. Pronto, en 1905, se convertiría en secretario político del Conde de Romanones, terrateniente y aristócrata que ejerció la política en varios ministerios. Gracias a este padrinaje político, ocupó un escaño en el Congreso de los Diputados en 1906 por la jurisdicción de La Carolina hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Precisamente, Mariano de Cavia llegaría a decir de él: “que desaparecía el joven y entraba en la escena política don Niceto”.
En esos años la cuestión regional estaba muy presente en el espacio público. El Ateneo de Sevilla nombraría a Francesc Cambó como mantenedor de los Juegos Florales de 1913. En su discurso el líder catalanista abogó por construir un eje Cataluña-Andalucía sobre el que “forjar el espíritu de la nueva España”. Un año más tarde, a raíz de las declaraciones de Cambó, referente a la constitución de la Mancomunidad de Cataluña, la cuestión administrativa del Estado alcanzó cierta notoriedad en determinados círculos intelectuales andaluces. En Sevilla, el Ateneo dedicó buena parte de los Juegos Florales de 1914 a debatir sobre mancomunidad y regionalismo en Andalucía, designando a Niceto Alcalá-Zamora como mantenedor de los mismos y a quien se le encargó que disertara sobre el regionalismo andaluz:
(…) Así es que cuando yo pienso en esta región de mis amores, tan hondos y tan intensos como pueden serlo los más apasionados; cuando me la imagino conservando todas sus virtudes y redimida de todos sus defectos; cuando sueño con una Andalucía en que sean la ciencia motor de la fantasía, la cultura arsenal del ingenio, la alegría solaz del trabajo, la educación social desarrollo de nuestra ingénita llaneza, la justicia cabal fórmula viva de nuestro espíritu enamorado de la equidad; la riqueza, sin enervar la sobriedad de la raza, sostén de nuestro gusto artístico y espléndido; la intensidad del cultivo, tributo a la fertilidad
generosa de la tierra. Cuando pienso, sueño y gozo con todas las aventuras y todas las perfecciones para la región que me enorgullece y que idolatro, pienso también que en la gloria de Andalucía lo más hermoso es, y será siempre, ser la más grande de las regiones que integran la sagrada patria española (…) (Niceto Alcalá-Zamora, 1914, “Discurso pronunciado por Niceto Alcalá-Zamora en los Juegos florales de Sevilla”. Madrid: Tipografía Artes Gráficas, p. 23).
Será ese mismo año y en el mismo lugar, el Ateneo de Sevilla, donde Blas Infante Pérez presentaba en la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo una memoria donde exponía sus ideas sobre Andalucía, en las antípodas del discurso de Niceto Alcalá-Zamora. En dicha memoria expuso que “el primer y más urgente ideal andaluz es la tierra andaluza para el jornalero andaluz”. Pone su acento en la situación social y política de la “Patria andaluza” y en la necesidad de su transformación. En su Ideal Andaluz, publicado en 1915, señalaría los ejes de su ambicioso proyecto: no solo un “plan cultural”, sino también “un remedio económico, una orientación política, una dirección espiritual y una fuerza que apostole y salve”. Sin plantear la creación de un instrumento político-electoral, Blas Infante propuso un movimiento peculiar, ambicioso e irreductible a un partido político. El instrumento para llevarlo a cabo sería el Centro Andaluz, el Ateneo quedaba insuficiente para su proyecto político, y su medio de difusión la revista Andalucía. Precisamente, Francesc Cambó intentará vincular sin éxito a Blas Infante en su proyecto regionalizador de España desde un regionalismo catalanista burgués y moderado.
Teniendo en cuenta que Niceto Alcalá-Zamora fue en 1914 el mantenedor de los Juegos florales, no debe extrañarnos que coincidieran e intercambiasen opiniones. Entre estos dos universales andaluces existe cierto paralelismo en diferentes aspectos de sus vidas infantiles y juveniles: familias con recursos para educar a sus hijos, trayectorias paralelas en los estudios de enseñanzas medias y universitarias con excelentes calificaciones, aventajados en sus oposiciones y profesiones, amantes de Andalucía, aunque con grandes diferencias. Blas Infante fue una persona humanista de izquierdas, republicano, andalucista y anticlerical; mientras que Alcalá-Zamora fue un republicano de ideología conservadora, españolista y católico practicante. Los dos fueron honestos con sus principios y los dos fueron condenados y víctimas del fascismo, Blas Infante fue fusilado en 1936 y Alcalá-Zamora murió en el exilio, silenciado y olvidado, en 1949.
Niceto Alcalá-Zamora nunca olvidó sus raíces, visitando Priego con asiduidad al que le unía una vinculación sentimental, basada en el amor a su pueblo y sus fuertes relaciones amistosas. Sin embargo, no tuvo un sentimiento andalucista y mucha menos conciencia de que Andalucía fuese un pueblo soberano. Él mismo lo expresa en sus memorias, donde una vez más rechaza que Andalucía sea una nación, viéndola como una parte sustancial de la “gloriosa nación española”:
Quizá algunos encuentren frío mi sentimiento regional, que es, por el contrario, incluso, hondo, imborrable. Precisamente por ello siento como hablo, porque me doy cuenta de que, en mi región, más que en ninguna otra, sería peligroso para todas y para ella pasar del regionalismo sentimental y sereno al enloquecido y ambicioso, porque esa región, la mía, es en absoluto y relativamente la más inquietante por su extensión territorial y demográfica, por su temperamento, por su situación entre los dos mares, por sus linderos naturales, por abarcar todo el valle en su río navegable, por todo, en suma. Pensando en eso, por sentirme tan andaluz me siento ante todo español; y como dentro de lo andaluz soy cordobés, prefiero al caos de las taifas el esplendor del califato, sin que naturalmente pretenda que la capital de España moderna y cristiana vuelva a Córdoba. (N. Alcalá-Zamora, 1945, págs. 148-149).
Los anteriores textos demuestran claramente la ideología conservadora que tiene sobre el Estado español, una única nación formada por diversas regiones. Lo cual no quiere decir que gran parte de la izquierda republicana pensara distinto, de hecho, la Constitución de 1931 rechaza el Estado federal, apostando por una vía intermedia.
Niceto Alcalá-Zamora, pocos años más tarde, se adscribió al Partido Liberal Democrático (PLD) y desempeñó los ministerios de Fomento (1917) y de la Guerra (1922) en el Gobierno de García Prieto. Además, ingresó en la Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1919, y llegaría a ser representante del Estado español ante la Sociedad de Naciones en 1922. Tras el golpe de Estado de Primo de Rivera, Alcalá-Zamora le manifestó su oposición al sistema dictatorial, lo que le acarreó consecuencias tanto en su pueblo natal como el veto por parte del Gobierno a su ingreso en la Academia de la Lengua. Iría modificando su postura política a raíz del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera de 1923, hasta llegar a convertirse en uno de los opositores al régimen dictatorial del general y de la monarquía de Alfonso XIII, que auspició y avaló la dictadura. Un ejemplo evidente de su postura crítica fue su discurso en el teatro Apolo de Valencia el 13 de abril de 1930, en el que retiró su apoyo y confianza a la monarquía, reivindicando una República basada en un modelo similar a la Tercera República francesa, cimentada en las clases medias y en el mundo intelectual:
Yo proclamo el derecho y el deber en los elementos monárquicos, de condición democrática y constitucional, de servir, de votar, de propagar la defensa de una forma republicana como la solución ideal para España (…) Para proclamarla basta aprovechar en un momento propicio la chispa de la indignación por el yerro monárquico y para asegurarla se necesita el esfuerzo diario de la virtud republicana (…) Llena desde el primer día del progreso que comenzará siendo gradual en los avances de la justicia social (…) No podemos desconocer que este
ambiente republicano de España es, no os hagáis ilusiones los radicales, no el esfuerzo milagroso de vuestra propaganda, sino la reacción inevitable de la torpeza monárquica y de la mordaza de la Dictadura.
Con Miguel Maura fundaría el partido Derecha Liberal Republicana, participando de una manera decisiva en el Pacto de San Sebastián el 17 de agosto de 1930. Formó parte del Comité Revolucionario del Pacto de San Sebastián (antecedente del Gobierno Provisional de la República), preludio de lo que se avecinaba en 1931. El Pacto consistió en una reunión promovida por la Alianza Republicana a la que asistieron representantes de casi todos los partidos republicanos, y en la que se acordó la estrategia para poner fin a la monarquía de Alfonso XIII y proclamar la Segunda República. Junto a Niceto Alcalá-Zamora (elegido presidente del Comité) y Miguel Maura, ambos del partido Derecha Liberal Republicana, participaron Alejandro Lerroux (andaluz nacido en La Rambla) y Diego Martínez Barrio (andaluz nacido en Sevilla), del partido Republicano Radical; Manuel Azaña, del Grupo de Acción Republicana; Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza, del partido Radical Socialista; Manuel Carrasco Formiguera, de Acción Catalana; Maciá Mallol Bosch, de Acción Republicana de Cataluña; Jaume Aiguadé Miró, de Estat Catalá; Santiago Casares Quiroga, de Federación Republicana Gallega; y a título personal, Indalecio Prieto, Largo Caballero, Felipe Sánchez Román, Fernando de los Ríos (andaluz nacido en Ronda) y Eduardo Ortega y Gasset, que excusó su ausencia y mostró su adhesión. Un Comité huérfano de andalucismo, pero nutrido de andaluces.
Los objetivos planteados por el Comité consistieron en organizar una huelga general, acompañada de una insurrección militar que incluyera a “la monarquía en los archivos de la historia”, y estableciera “la República sobre la base de la soberanía nacional representada en una asamblea constituyente”. Sin embargo, la huelga no llegó a realizarse y el pronunciamiento militar previsto para el 15 de diciembre de 1930 fracasó. Algunos miembros del Comité fueron detenidos por el Gobierno, entre ellos Alcalá-Zamora, otros huyeron a París (Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Martínez Barrios), Lerroux y Azaña estuvieron en paradero desconocido desde la sublevación de diciembre. Los detenidos fueron sometidos a un juicio, acusados de “delito de conspiración para la rebelión militar”, pidiendo quince años para Alcalá-Zamora y ocho para los demás. Niceto llegó a exponer en su declaración: “He llegado a ser republicano y revolucionario cuando me convencí de que la monarquía española no sabía ni quería tener remedio, y de que la República era la única solución posible”. El 24 de marzo los detenidos fueron puestos en libertad, con el tiempo justo de participar en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931.
Las elecciones supusieron un cambio de régimen al obtener los partidos republicanos, conjunción republicano-socialista, un amplísimo apoyo. Ganaron en 41 de las 50 capitales de provincia. El Gobierno tenía previsto celebrar las elecciones provinciales el 3 de mayo y, posteriormente, las generales el 7 de junio, pero todo quedó suspendido ante el resultado mayoritario de los partidos republicanos. Niceto Alcalá-Zamora ganó en el distrito madrileño de Chamberí, Largo Caballero en el de la Universidad, en el distrito de Palacio la candidatura republicana duplicaba a la monárquica del Gobierno, el dirigente socialista Besteiro en el distrito de la Latina quintuplicaba a los monárquicos. En Salamanca fue elegido Miguel de Unamuno.
Inmediatamente conocidos los resultados, se formó un Comité republicano presidido por Niceto Alcalá-Zamora. El Conde de Romanones, ministro de Estado, y Alcalá-Zamora negocian en la residencia del doctor Marañón la entrega del poder. Niceto pedía el traspaso para el mismo día 14 y “que el rey abandone el país antes de la puesta de sol”. Mientras Lerroux, Largo Caballero, Maura y Azaña esperaban a Niceto para proclamar el Gobierno provisional.
La bandera tricolor ya ondeaba en la plaza de Cibeles en el palacio de Telecomunicaciones a mediodía del 14 de abril, actual ayuntamiento de Madrid, mientras el rey en un manifiesto declaraba: “no tengo el amor de mi pueblo”, marchándose al exilio. El Gobierno, al ver irremediable el cambio de régimen, negoció el traspaso de poderes. Aquel día el pueblo jubiló al antiguo régimen y su constitución de 1876.
En la Puerta del Sol, ante una multitud enaltecida, se colocó la bandera tricolor en el edificio de Gobernación y el Comité republicano decidió no esperar más. Por la tarde una caravana de coches con el Gobierno provisional llegó a las puertas de Gobernación. Desde el balcón central se dirigió Maura, como nuevo ministro de gobernación, a los ciudadanos pidiendo “calma, entusiasmo y a trabajar”. A continuación, Alcalá-Zamora, Presidente provisional de la República, se dirigió desde el balcón de Gobernación a la multitud que abarrotaba la Puerta del Sol: “Con el corazón en alto, el Gobierno de la República no puede daros la felicidad, porque esto no está en sus manos, pero sí el cumplimiento del deber, el restablecimiento de la Ley y la conducta inspirada en el bien de la Patria”. El 15 de abril, el nuevo Gobierno republicano hizo público un programa de actuación basado en los acuerdos del Pacto de San Sebastián. Entre ellos, fue anunciada una reforma agraria, libertad de cultos y creencias, respeto a la propiedad privada, responsabilidades a los colaboradores de la dictadura, aumento gradual de las libertades individuales y sindicales. Además de convocar elecciones generales para el 28 de junio.