Tender puentes y denunciar muros. El Festival de Cine de Tarifa

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Un año más, y ya van 16, el pueblo gaditano de Tarifa se llenará de cine africano para tratar de hacernos salir de la imagen estereotipada que tenemos en Andalucía sobre el continente vecino. Una imagen única, monocolor, de horror y miseria, que será cuestionada del 26 de abril al 4 de mayo a partir de la enorme riqueza y diversidad del cine hecho en África y en su diáspora.

Aunque los medios de desinformación masiva, la educación reglada y las campañas de ONGs nos trasladen cada día la imagen de un continente con 1300 millones de personas ocupando las 24 horas del día en tratar de no morirse, África está llena de vida. En Nigeria, Senegal, Togo, Sudáfrica, Sudán, Kenia, Burkina Faso, Lesoto, Ruanda, Mozambique, Guinea, República Democrática del Congo, Ghana… los niños y niñas ríen en la escuela, la gente se enamora, hace deporte, tiene problemas familiares, cuenta con aspiraciones, cuestiona sus gobiernos, estrena ropa en fiestas locales, da y recibe en celebraciones familiares, baila, trabaja, pelea, duerme, sueña… Y, cómo no, sufre los enormes problemas derivados de la globalización neoliberal, colonial, patriarcal y ecocida. Todas estas realidades cotidianas, incluidas las miserias provocadas por la globalización, son analizadas y cuestionadas desde cosmovisiones africanas a través de su cine. Largos y cortos de ficción y documental nos muestran la vida y el movimiento de todo un continente: la cotidianeidad en un barrio de El Cairo, la vida de mujeres futbolistas en Sudán o Libia, la de actores buscándose la vida en Sudáfrica, la de mujeres modernas de Kenia con espiritualidad sufí, la de quienes viven viajes y encuentros tras una experiencia migratoria, la de quienes sufren la dureza del trabajo en una cantera de granito en Burkina Faso o quienes conviven con las minas de guerras ya pasadas como la de Mozambique,

Pero que cambiemos nuestra imagen del continente africano no interesa demasiado a las instituciones, de ahí los problemas para su financiación. El Festival de Cine Africano de Tarifa sobrevive principalmente, como la mayor parte de las iniciativas que proponen miradas diversas sobre la realidad, gracias al empeño y trabajo de un grupo de personas que cree en lo que hace y saca dinero de debajo de las piedras cuando instituciones y organismos recortan el presupuesto por considerarlas iniciativas menos relevantes y minoritarias (¡A quién puede interesar África!). Si hacemos una comparativa, incluso dentro de festivales considerados independientes y progres, observamos cómo la última edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla contó con un presupuesto de 1.169.000 euros, una cantidad que, según explicaban desde la organización, era «básicamente igual» a la del año anterior. Por su parte, el Festival de Cine Africano, que tiene lugar tanto en Tarifa como en Tánger, abre este año su decimosexta edición con el mismo presupuesto que tuvo para la segunda. África siempre importa y merece menos, de ahí que la distribución de su cine fuera de este espacio reservado sea prácticamente nula, lo que contribuye a reafirmar la creencia de que África no aporta absolutamente nada a la Humanidad, tampoco en el ámbito cinematográfico, y ello a pesar de que, por ejemplo, Nollywood, la industria de cine de Nigeria, ocupa el segundo lugar mundial (después de la India) en cantidad de películas producidas.

En una época en la que el dinero público se gasta en construir muros para separar pueblos, iniciativas que crean puentes y generan empatía constituyen un acto de resistencia; también de militancia. Proyectar cine africano dentro de un mismo Festival y hacerlo de manera paralela en los dos continentes, en Andalucía y en Marruecos, es tender puentes; llevar este cine no solo a salas y teatros, sino también a parques, plazas, colegios, institutos y asociaciones de las dos orillas, es considerar en serio la diversidad cultural y convertir la cultura en herramienta para la descolonización y el entendimiento; acompañar las proyecciones con la presencia de sus directores/as, con pasacalles y músicos, con cuentacuentos y otras formas de comunicación que emocionan y estremecen es humanizar nuestros pueblos y a nuestra gente.

Y para nosotras, además, a través de películas dirigidas y producidas por andaluces y andaluzas, el festival sigue siendo un espacio donde reconocer nuestros orígenes negros –entre otros-, donde reivindicar justicia y derechos para los negros andaluces de hoy, y donde, como se hace en esta edición a través del documental “El naufragio. 30 años de memoria sumergida”, hacer una denuncia contundente de las políticas de extranjería y asilo.