Por más que quieran hacernos creer lo contrario, mañana-tarde-noche, comparto con Rozalén que “el mundo está lleno de mujeres y hombres buenos”. La gente, en general, es buena y empática y esto tiene mucho mérito viviendo en un sistema económico y político que pone todas sus energías para que seamos individualistas, competitivos, racistas y clasistas. Tenemos unos medios de comunicación que no son dignos de una sociedad en el siglo XXI. Sabemos que tienen sus intereses espurios y que responden a la voz de sus amos que no son precisamente “mujeres y hombres buenos”… Son la minoría pero pretenden adoctrinar y controlar, muchas veces lo consiguen, a la mayoría de la buena gente.
Se está celebrando el juicio por la muerte del niño Gabriel Cruz. Los mal llamados medios de comunicación se frotan las manos porque tienen la posibilidad, por unos días, de ofrecernos a coste casi cero, circo del bueno: detalles escabrosos y morbosos, medias mentiras, suposiciones… Los juicios paralelos a los que nos tienen acostumbrados para entretenernos y evitar que podamos pensar en otras cosas que pareciera no pasan aquí: desahucios, pobreza, abandono a su suerte de las personas en exclusión o recortes en la escuela pública (como decía la camiseta del padre de Gabriel, Ángel Cruz, cuando apareció por primera vez en nuestras vidas y “el mundo estaba lleno de mujeres y hombres buenos” que esperábamos un desenlace feliz que nunca llegó). Vemos, en estos días, que nada de esto les importa a quienes dirigen las teles a su antojo. Nada les importa que la madre y el padre de Gabriel, ante quienes solo puedo darles las gracias porque te reconcilian con lo mejor del ser humano, hayan pedido lo mínimo que se puede pedir: que se evite el circo mediático. Así lo pidió Patricia Ramírez, la madre de Gabriel, en un comunicado que hizo público el pasado 12 de septiembre: “SE ACTÚE URGENTEMENTE en la ADOPCIÓN DE UN PACTO DE ESTADO QUE PROHÍBA EXPRESAMENTE EMITIR LOS CONTENIDOS RELATIVOS A CÓMO MURIÓ MI PEQUEÑO Y QUÉ LE HICIERON, por parte de las organizaciones correspondientes que ya se han pronunciado en la necesidad vital para la sociedad de proteger la imagen de los menores y el proceso judicial, así como se proceda a las sanciones oportunas en los casos que están siendo vulnerados los derechos de mi hijo Gabriel, desobedeciendo de manera clara y expresa a todas las recomendaciones que se han hecho para evitar este circo mediático y el daño irreparable a su MEMORIA Y NUESTRA FAMILIA…”
El derecho a la información es fundamental en una sociedad democrática. Es normal que la sociedad, no solo la familia y allegados, queramos conocer la verdad judicial sobre la muerte de Gabriel porque todas las mujeres y hombres buenos fuimos y somos Gabriel. Pero es precisamente porque somos Gabriel, Patricia y Ángel por lo que no queremos circo. Nada tiene que ver el derecho a la información con la telebasura que sufrimos en este caso y en otros. Por ejemplo, si no fuera porque la experiencia nos dice otra cosa, podríamos creer que los migrantes nos están invadiendo, que nos ocupan las casas cuando salimos a dar una vuelta o nos vamos un fin de semana, que vivimos con un alto índice de criminalidad y nos apuñalan a diario o que los catalanes nos muerden en los tobillos y son violentos y golpistas…
En otra época, dicen que para tener tranquila a la gente y que no se sublevaran, los malos gobernantes daban a la población pan y circo: comida de poca calidad y entretenimiento barato. Lo del pan está hoy más complicado. El circo lo tenemos hasta en la sopa: circo, más circo y sólo circo.