Dimensiones de la desigualdad socio-espacial en Andalucía y el Estado español

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Este mes de septiembre el Instituto Nacional de Estadística ha publicado los datos del nivel medio de renta por hogar y por persona a escala inframunicipal (secciones censales). Esta es una información que hasta ahora no habíamos tenido a un nivel tan alto de desagregación y con tanta fiabilidad. Las encuestas sobre consumo y renta de hogares son muy comunes, pero no pueden llegar a este nivel de detalle por ser solamente un muestreo más o menos representativo. Con anterioridad, para análisis a este nivel de detalle utilizábamos variables de los censos de población relacionadas con el nivel de renta, como es el porcentaje de población con estudios superiores y otras similares. Estos datos, además de tener el obstáculo de recogerse cada diez años, habían presentado un empobrecimiento notable en la operación de 2011, cuando se había sustituido el recuento exhaustivo típico de los censos por una encuesta, al menos para las variables de tipo socio-económico, dificultando los análisis sobre desigualdad a un nivel elevado de desagregación. La herramienta que ha presentado en septiembre el INE, además de permitir este elevado nivel de detalle, gracias a los datos exhaustivos proporcionados por la Agencia Tributaria, permite seguir la evolución de los mismos en el tiempo, aunque por el momento solo se haya hecho pública la información correspondiente a 2015 y 2016.

La cartografía temática realizada a partir de estos datos evidencia las fuertes desigualdades territoriales en cuanto a distribución de la renta dentro del Estado. Con un simple vistazo al mapa de España se reconoce la fuerte diferenciación norte sur, que aparecer al representar prácticamente cualquier variable relacionada con la renta o el estatus a cualquier nivel de desagregación (provincial, municipal o infra-municipal). Esta polarización, con Andalucía y territorios limítrofes siempre con los indicadores más desventajosos, ha sido una invariante en la distribución de la riqueza por siglos. Esto tiene su explicación en el particular tipo de poblamiento y distribución de la tierra de la mitad meridional de la península, con su origen en el proceso de conquista del sur por el norte católico y posterior latrocinio de la tierra, y en las estructuras sociales, económicas y culturales que este proceso legó. Hace tres años, unos investigadores de la Universidad Pablo de Olavide vincularon esta polarización en concreto a la “velocidad de reconquista” (sic), señalando la relación entre la toma militar del territorio en un tiempo relativamente breve y la aparición del latifundio como pago a la nobleza y órdenes militares.

Sobre la polarización norte sur se advierte un desplazamiento del eje hacia una posición con un nor-este rico y un sur-oeste pobre, que tendría una mayor relación con los procesos modernos de desarrollo. Principalmente la industrialización del País Vasco y Cataluña, fomentada desde el estado central y capitaneada por las burguesías locales. La polarización este-oeste se acentúa por la situación desfavorecida de las zonas rurales de Galicia y el crecimiento económico relativo más reciente del levante y Mallorca, vinculado en gran medida con el desarrollo turístico. También con la excepcionalidad que supone la presencia de Madrid como un producto de la organización centralista del estado moderno. Este patrón forma parte de una trama de desigualdad a escala europea, con un centro privilegiado entre el oeste de Alemania, Francia, Sur de Inglaterra y norte de Italia y España, en claro contraste con sus periferias.

Dentro de estos patrones de trazo grueso se reconocen otras tendencias a mayores niveles de detalle, con las zonas más ricas en las ciudades de cierto tamaño, en contraste con un interior rural empobrecido. En el sur de España, y claramente en Andalucía, las zonas rurales se encuentran en una situación invariablemente desfavorecida. Entre estas, a su vez, los sectores costeros tienden a tener una situación de relativo privilegio, vinculado de nuevo a la economía volcada sobre el turismo y, en algunos casos, como el de la conurbación de la Costa del Sol, al establecimiento de hogares foráneos de renta elevada.

En las grandes ciudades se concentran los barrios con rentas más altas de Andalucía. Sin embargo, los barrios más pudientes del estado se siguen localizándose en las ciudades del norte, muy especialmente en Madrid y Barcelona, y en menor medida en aglomeraciones de menor rango poblacional como Bilbao y Donostia, con extensos sectores urbanos y suburbanos que conforman el 1% del territorio más rico del Estado. En el lado opuesto, es en las ciudades medias y grandes del sur donde se ubican los barrios más pobres. La Andalucía urbana se encuentra salpicada de barrios que forman la mayor parte del 1% del territorio más pobre del Estado. Son zonas más o menos extensas en las periferias de grandes ciudades como Sevilla, Granada, Jerez, Málaga o Córdoba, pero también en ciudades de menor rango, como Dos Hermanas o la conurbación entre La Línea y Algeciras. Esto tiene difícil comparación con las ciudades del norte, donde incluso Madrid o Barcelona, a pesar de sus enormes dimensiones, apenas cuentan con una o dos secciones censales dentro del percentil más desfavorecido. Incluso en las zonas relativamente más pobres del norte, las ciudades gallegas de mayor tamaño (Coruña, Santiago o Vigo) no cuentan con sectores urbanos con niveles tan bajos de renta.

Más que a una victimización inútil, esta serie de evidencias deberían llevar a preguntarnos cómo es posible que estos amplios sectores urbanos, cuyos nombres todos conocemos a estas alturas, tengan tan poca relevancia política tanto a nivel del Estado como de Andalucía, y tanto a nivel de participación como de presencia en los discursos políticos.