A los tradicionales debates políticos, izquierda-derecha, centro-periferia, productivismo-ambientalismo, el siglo XXI está aportando un nuevo debate teórico que es el de Autoritarismo- Democracia. La Ciencia Política y la Sociología Política advierten que esta vieja dicotomía, heredada del siglo XX, vuelve al escenario político con notable fuerza cuando parecía superada con el Estado Social y Democrático de Derecho y el Estado de Bienestar Social Keynesiano.
Desde una perspectiva sociológica hoy se puede constatar que en Occidente la participación política o la acción social colectiva están en crisis frente a un autoritarismo en auge. Ambos conceptos, Democracia y Autoritarismo, se despliegan históricamente en una escala de bipolaridad antagónica, creciendo uno lo que decrece el opuesto. Valga como ejemplo la gran participación ciudadana durante la transición democrática como respuesta a cuarenta años de dictadura franquista. En aquellos años no era casual en cualquier ciudad andaluza que cualquier partido llenara a rebosar un salón de 500 localidades en un mitin. Todo era interés, expectación y confianza. Actualmente, y los políticos son conscientes de ello, los grandes partidos sólo tienen capacidad de convocar a sus militantes más activos e incondicionales y a una clientela deudora de “favores” y prebendas.
Bastaría un razonamiento básico para advertir las causas de semejante desafección política. De un lado la gente común no ve el sistema partidista como algo suyo, sino como algo lejano, extraño, institucionalizado y mimetizado con el poder del Estado. Los partidos han dejado de ser los aliados del pueblo, sus mediadores en la democracia parlamentaria. De otro lado los partidos mayoritarios- PSOE y PP- actúan como máquinas autoritarias, en muchos casos ausentes de ética, desideologizadas e intercambiables. Ya no buscan la participación ciudadana, sólo anhelan el poder, el poder por el poder y a toda costa el poder. Cuando se pierde el anclaje moral de la Política, de la política en sentido aristotélico, el axioma lapidario de Maquiavelo “el fin justifica los medios” se hace dogma de fe y las personas idealistas, utópicas y altruistas son expulsadas del sistema pervertido. Ha llegado el momento de los Bárcenas y los Koldos, los Cerdán y los Ratos, de truhanes, de incultos, de inmorales que medran a su antojo. Y cuando las cloacas del Estado (¿del Bienestar?) despiden un hedor insoportable el Pueblo, no como agregado de individuos sino como colectividad, huye de esta política barriobajera y hampona para encerrarse en la cotidianeidad apolítica. En consecuencia, la acción social colectiva mengua en favor del autoritarismo o el neofascismo que en estos tiempos son casi lo mismo. Y entonces vemos que un papanatas de tres al cuarto como Alvise Pérez, obtiene en 2024 tres diputados para el Parlamento Europeo mediante el control de unas redes sociales, de financiación más que dudosa, donde participan descerebrados y “enteradillos” de toda índole y condición. “Se acabó la fiesta” y llegó la Consagración de la Estulticia, la Consagración de la gilipollez y la necedad. Mientras, los ciudadanos y ciudadanas que aún conservamos algo del viejo racionalismo del XVIII, de las luces ilustradas de Voltaire, Kant o Keynes nos echamos las manos a la cabeza, sorprendidos, asustados, preocupados por qué clase de mundo vamos a dejar en herencia a nuestros hijos y nietos.
No me olvido de los partidos más pequeños ubicados a la izquierda del Partido Socialista. Para ellos la ética política y la ideología son las razones que legitiman su existencia. De estos partidos minoritarios no se puede hablar de corrupción, de escándalos financieros o de inmoralidad seguramente porque no han sufrido las asechanzas diabólicas del poder más allá del ámbito municipal. En ellos existen todavía barricadas democráticas frente al autoritarismo emergente. Una cuestión es obvia en los estudios politológicos, la derecha se moviliza por intereses mientras la izquierda real lo hace por ideas y moralidad.
Ante la degradación general de la democracia política, auspiciada por las redes sociales y medios de comunicación interesados, la indignación ciudadana puede cristalizar en movimientos regeneradores como el 15M o en la apatía, el Apoliticismo. La segunda opción implica la alienación popular y el apoyo ciego a partidos autoritarios y reaccionarios como Vox, lo que en ningún caso frena la corrupción ni la institucionalización partidista , incluso la incrementan.
Como colofón a este apartado procede citar la frase que a finales del XIX pronunció Lord Acton, filósofo inglés católico y liberal, “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. En ella Lord Acton advierte de los peligros de la excesiva concentración del poder político o religioso en manos de una o varias personas; definiéndose partidario de una democracia participativa con pesos y contrapesos y alejada del autoritarismo y la demagogia.
La ola conservadora, neoliberal, reaccionaria y autoritaria que se extiende inexorablemente por el mundo occidental responde a un movimiento cíclico de la historia como antítesis al periodo progresista, democrático y socialdemócrata que tuvo sus inicios a finales de la 2ª Guerra Mundial y que culminó en el Estado de Bienestar Social Keynesiano en Europa. El imaginario social de la posguerra se caracterizó por el avance de la negociación colectiva, el laicismo, la promoción social, la igualdad de oportunidades ,el despliegue del feminismo, los derechos de las minorías- negros, LGTBI, ecologistas, pueblos sin Estado o pacifistas- y la condena unánime del fascismo.
Cuesta trabajo entender el avance de ideologías autoritarias y totalitarias tras décadas de crecimiento económico sostenido y avances en aquellos derechos de ciudadanía que teorizaba Marshall, al menos en Europa. Personajes grotescos como Trump, Putin, Milei, Meloni, Bolsonaro, Orban, Netanyahu, Le Pen y, cómo no, Abascal navegan exultantes por el mundo político, con el viento a favor, pese a lo disparatado de sus posiciones políticas. A todos les unen el populismo autoritario, fascistoide, el discurso ultraconservador y ambiguo derivado de la ausencia de programas políticos, discurso marxista pero no de Carlos Marx sino de Groucho Marx (“si no le gusta mi programa político tengo otros”). Como decíamos, les unen los actos grandilocuentes, la retórica vacía, la ostentación de fuerza, el irracionalismo, la utilización de simbología nazi, fascista o franquista, el odio al inmigrante, al homosexual, a la feminista, al ecologista, al pacifista, al comunista, al independentista, al demócrata y al sursum corda. Más aún, rechazan todo lo que se refiera a racionalidad, a ética kantiana, a derechos cíviles, políticos y sociales. A través de una demagogia verborreica ensalzan la Nación, glorifican al Líder Supremo (Fhürer, Duce o Caudillo) y se manifiestan contrarios a la Unión Europea y al Estado de las Autonomías desde un patriotismo petulante y ramplón de banderas fascistas, pulseritas y verbo encendido.
Observando el escenario anterior y desde la lógica más aplastante podemos afirmar que estamos ante un revival del viejo fascismo derrotado por las democracias en la 2ª Guerra Mundial; bueno, a excepción del franquismo que sobrevivió 30 años más. El Generalísimo siempre fue un tipo con suerte y su aparente neutralidad en la 2ª Guerra le salvó de tener un final semejante al de sus aliados – Mussolini decapitado y Hitler suicidado en su búnker-.
De los políticos anteriores, miembros de una Internacional virtual de extrema derecha, destaco a Donald Trump, su principal representante , líder y modelo a seguir . Este señor actúa a todas luces como un psicópata poniendo sin complejos patas arriba la democracia más antigua del mundo y desafiando continuamente a los poderes legislativo y judicial mediante decisiones ejecutivas tan ilegales como excéntricas. A ningún otro presidente se le ocurriría enviar a la Guardia Nacional y los marines a disolver manifestaciones en contra de las deportaciones de inmigrantes ni firmar con absoluta ligereza decretos sobre aranceles como si fueran autógrafos. En lo que respecta al tablero internacional, Trump suele apagar los conflictos con gasolina desde una prepotencia chulesca o anunciar anexiones de países soberanos con absoluto descaro. Desde su posición dominante apuesta por transformar EEUU en algo parecido a China; es decir , en un sistema capitalista autoritario y proteccionista donde se rechacen todas las normas de mercado menos las impuestas por él. Y el analista se pregunta cómo pudieron votar mayoritariamente los americanos a este dirigente lunático que recuerda tanto a Hitler como a Charlot , un dirigente imprevisible que aterroriza al mundo con sus gracietas macabras. Además este gigantón detenta otro “merito”. Es el “primo de Zumosol” de un genocida tan cruel como Netanyahu. Este último no se atrevería al exterminio de la población gazatí o a declarar la guerra a Irán sin la protección militar y económica de Estados Unidos. Trump, y a los hechos me remito, carece de toda ética de responsabilidad y parece estar ajeno a las horribles consecuencias de sus torpes acciones.
Cuando Hitler ganó las elecciones alemanas en 1933 , el país soportaba una profunda crisis económica, política y mental. La derrota del Imperio Prusiano en la1ª Guerra Mundial no se supo encajar adecuadamente por parte de la población y esta población cabreada encontró a un líder carismático más cabreado aún que la propia población. El éxito del partido nazi, autoritario, violento, antidemocrático y totalitarista generó en la intelectualidad germana una honda preocupación muy similar a la que existe en la actualidad. Y tras la preocupación vino la reflexión crítica sobre las causas de la ascensión del nazismo. En este sentido, el sociólogo de la Escuela de Frankfurt T. Adorno publicó una obra maestra que tituló “La personalidad autoritaria” en un intento de ofrecer una explicación racional al avance del fascismo y su implantación en la sociedad alemana.
La tesis de Theodor Adorno se explicitaba en que si un partido autoritario, totalitario, era apoyado por una mayoría de la población alemana, esta población debía tener unas características comunes a la personalidad autoritaria. He aquí algunos de los rasgos de dicha personalidad: 1. Rigidez de pensamiento, forma inflexible de pensar. 2. Adhesión dogmática a la autoridad, aceptación acrítica de ideas y actitudes. 3. Hostilidad a la diferencia, prejuicios hacia grupos minoritarios y débiles. 4. Necesidad de control y dominación sobre inferiores o subordinados. 5. Orientación hacia la conformidad, necesidad de las personas de ser aceptadas por su grupo de referencia aunque el grupo vaya contra sus propias ideas y creencias.
En esta reflexión sobre las causas o factores condicionantes del apoliticismo y el consiguiente apoyo al autoritarismo político en detrimento de los valores democráticos, quisiera añadir otro factor, generalmente poco utilizado por la Sociología. Se trata del Familismo Amoral, incorporado al debate científico por el antropólogo americano Edward C. Banfield. Se trata de una categoría mental, una forma de pensamiento donde la familia es el único centro de solidaridad y responsabilidad para el individuo y donde la familia es el único criterio para la persona que rehuye las colectividades de orden suprafamiliar. Esta actitud hacia la política, que seguramente el lector ha detectado en estos tiempos en diversas ocasiones , podría ser lógica y consistente en sociedades preindustriales con altas tasas de analfabetismo pero su vigencia actual es más difícil de explicar. La sociedad más preparada de la historia, la poseedora de más derechos civiles, políticos y sociales, la que en general tiene satisfechas sus necesidades básicas y vegetativas, huye conscientemente del compromiso con la comunidad y abdica de la solidaridad laica o de la caridad cristiana con los más desfavorecidos. Seguramente los ideales egocéntricos, individualistas y hedonistas de la postmodernidad (Z.Baumann y Lipovetski) se han extendido de manera implacable. Atrás han quedado los ideales optimistas de la Ilustración, la utopía de un mundo más libre, más igualitario y más culto. Y más atrás , mucho más atrás, el compromiso y participación en la polis- la ciudad estado griega-. Efectivamente, en la democracia de Pericles ( siglo V a.c) no había más honor y dignidad para un ciudadano que la participación en la “res publica” (la cosa pública) y no existía mayor deshonra y humillación que el Ostracismo, o sea, la expulsión y exclusión de un individuo de las nobles actividades políticas de la ciudad estado.
Como última reflexión acudo a esta frase contundente y premonitaria que el poeta andaluz Antonio Machado pronunció durante la II República dirigiéndose a los jóvenes: “Haced política porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y, probablemente, contra vosotros”.
Democracia versus Autoritarismo Político, ésa es la cuestión. Aquí no se trata de más o menos democracia, de más o menos libertad, de más o menos justicia social. Aquí se trata de que la Estética y la Erótica del neofascismo , con sus paradas militares de cuerpos atléticos y armas mortíferas, no nos deslumbren y nos dejen ciegos a la verdad, a la razón y a la vida. Y aquí no valen la exquisita neutralidad intelectual ni la equidistancia como tampoco valieron en los años treinta del siglo pasado. Aquí hay que tomar partido, sí o sí. La Democracia, ganada por el pueblo con sangre, sudor y lágrimas, es el Bien Político más preciado y sólo le daremos su auténtico valor cuando la perdamos. Tiempo al tiempo.
Autoría: Diego Martín Díaz. Sociólogo