Nuestra sociedad se asoma por la ventana, apoya los codos en el alféizar y observa, a toda prisa, el transcurrir de las noches. Contemplamos, pero sin apenas meditar ni reflexionar. La apresurada sesera deja desasistidas a las orejas (que, por más que oyen, muchas veces no logran escuchar el ruido que las aturde) y a los ojos (que, por más que miran, no llegan a ver), de manera que esa cavernaria y confusa ceguera sobre la cual Saramago ya ensayó y avisó en su día, nos acaba devorando. Y como el mundo al revés que denunciase Galeano está más patas arriba que nunca, nos resignamos al hecho de «tener que ser y vivir como toca»: como robots acríticos, sirvientes del Capital, competidores individualistas, odiadores profesionales, adoradores de guerras, difusores de manipulaciones (si estas dicen lo que queremos escuchar), obsesos del «yo y los míos, lo primero», guardianes feroces prestos a atacar a los colectivos más vulnerables…
Entonces, ¿nos damos por vencidas? ¡Nanai! Fuera desesperos, que, a pesar de todo, ahí siguen las mentes lúcidas, la buena gente, la poesía comprometida, la fuerza de la música, la voluntad colectiva, la acción de quienes no se rinden… Las conciencias que remueven.
Y a fuerza de con(s)ciencia, he aquí un intento por tratar de identificar algunos de los términos que, atontados nosotros, estamos aceptando en los últimos años como si nada, como si no amenazaran la convivencia entre personas… Ideas y discursos que leemos en titulares de prensa y en redes sociales, o que escuchamos en emisoras de radio, en telediarios, en la panadería donde compramos el mollete o cuando tomamos algo con familiares y amigos. Mensajes que la amalgama política-mediática-empresarial que engloba la ultraderecha ha logrado normalizar, con la connivencia de las derechas democráticas (o, al menos, no radicales) y ante el incomprensible stand by que parece paralizar a las izquierdas. A continuación, parte del diccionario que resuena a diario en los medios y en las calles, para que traduzcamos con una mijita de cordura:
A de Andalucía (que para eso hay elecciones a la Junta el próximo 19 de junio): para la ultraderecha, “taifa” propicia para descojonarse de sus gentes, a las cuales piden el voto en unos comicios a los que se presentan sin preparar programa alguno, sin estudiar sus particularidades, hablando más de Catalunya que de aquí, soñándola como el solar circense de los jerifaltes madrileños y castellano-leoneses, aspirando a cercenar su autonomía o su radio-televisión pública, y presentándose con una candidata de tirón nacional a la que usan cual punta de lanza pero que en pleno debate televisado da el cantazo y demuestra no tener ni pajolera idea de la realidad y las necesidades de sus ciudadanos. Eso sí, puede que con eso les valga, pues esta tierra los motiva: aquí yacen con honores algunos de sus sanguinarios héroes (como Queipo en Sevilla), aquí encuentran múltiples apoyos entre terratenientes, aquí se sienten cerca de sus venerados legionarios y de las fronteras por donde llegan quienes ellos llaman invasores de la patria (la ultraderecha es muy de ponerle lo de anhelar viejas aventuras guerreras contra “las perniciosas razas, religiones o creencias que atentan contra lo nuestro”)… En fin, tierra propicia -piensan- para desplegar su santísima trinidad: Violencia, Opresión y Xenofobia.
C de chiringuitos: asociaciones, organizaciones, proyectos, fundaciones, asambleas y equipos de personas que, a base de esfuerzo, lucha, sacrificio, corazón, humildad y muchas lágrimas, no paran de trabajar hasta lograr que el Estado se comprometa con la democracia dotando con partidas presupuestarias iniciativas educativas, culturales y de otro tipo que buscan una sociedad más justa, y que no serían posibles de otro modo. Por eso la ultraderecha denomina como “chiringuitos” todos estos esfuerzos generosos, y lo hace de forma faltona y maleducada, porque ellos (la ultraderecha) siempre tuvieron una jerarquía tan sobrada de parneles que jamás necesitan ayudas estatales para llevar a cabo sus medidas. Llaman despectivamente “chiringuito” a lo que, en realidad, es una herramienta que intenta neutralizar privilegios y desigualdades perpetuados por el poder.
D de diversidad: ya sea referida a los sentimientos identitarios de las personas con respecto a un territorio (bueno, salvo el sentimiento español, claro), o a las lenguas, o a la sexualidad y el amor, o a las realidades culturales, o a los tipos de familia, etc.: término que altera el pulso y revuelve las entrañas de quienes mantienen poco menos que: “¡al carajo la diversidad! Los españoles somos, de toda la vida, unos, grandes, libres, nacional-católicos, blancos, y todos queremos lo mismo”…
E de España: repetido muchas veces, la aparente solución a todos los problemas de un país, por complejos que estos sean.
F de feminismo: motivo de rabia para la ultraderecha, sabedora, en el fondo, de que, por mucho que estén vomitando contra este movimiento toda su ira en forma de datos trucados, vídeos descontextualizados, insultos, vejaciones o informaciones tergiversadas, la ola feminista está logrando avances imparables a nivel laboral, de conciliación, de reconocimiento de derechos…, ¡y más que están por llegar! Porque, aunque la ultraderecha martillee con lo de “ideología de género”, “agenda radical”, “feminazis que atacan injustamente a todos los hombres” y demás paranoias, los tiempos avanzan, miran hacia adelante, y el futuro es feminista: el futuro será más igualitario.
I de invasores: personas que huyen de las circunstancias en las que se encuentran en sus países, o que, tras muchas penurias, logran escapar de conflictos o persecuciones y sobreviven a largas caminatas o a cayucos donde ven la muerte cara a cara, o que después de gastarse todos sus ahorros en un billete de avión con el que han sido chantajeadas por mafias, llegan a un territorio que desconocen, deseando ser recibidos con empatía y acogidos con humanidad, esperando encontrar profesionales que los ayuden a formalizar requisitos burocráticos (residencia, padrón, escolarización, sanidad, etc.) difíciles y tediosos. Sin embargo, la ultraderecha te mete el miedo en el cuerpo y te enfrenta a ellos (¡que son trabajadores como tú!) tildándolos de “invasores que rompen nuestras fronteras, agreden a nuestros policías y guardias civiles, nos quitan la casa, el trabajo y la pensión de nuestros abuelos, nos cambian las costumbres…”, y tú, a pesar de los innumerables ejemplos que la Historia te da para no creer semejantes boludeces, quizá incluso sigas cayendo en el el odio que conlleva semejante campaña racista, clasista, abominable.
M de medios (de comunicación): objeto también de risas y carcajadas por parte de los señoritos. Algunos, porque forman parte directa o indirecta del mismo aparataje y difunden sus barbaridades; y muchos otros, porque, aun alejados de su ideario, apenas rebaten o destapan las mentiras de sus proclamas, y, encima, les hacen campaña gratis, llevando sus soflamas día tras día a barrios humildes, inyectándolas en la clase obrera y en los colectivos más perjudicados por las propuestas de la ultraderecha, la cual ve cómo le hacen el trabajo e incluso recaba votos en dichos sectores de población.
M bonus track, machismo: algo que, en el singular mundo de la ultraderecha, no existe.
N de neoliberalismo: corriente socio-económica despiadada que busca satisfacer las necesidades del Capital, en lugar de las necesidades de las personas, y que la ultraderecha (fascista en lo socio-ideológico), practica y propone en lo financiero.
O de oligopolio: conjunto de pocas pero muy poderosas manos que controlan grandes sectores empresariales-financieros-productivos, y que, con tal de exprimir beneficios, zarandean el mercado, enloquecen precios o destrozan empleos y familias. Dicho de otro modo: los compadres de la ultraderecha, cuyos portavoces del brazo político tienen ahora el “oligopolio” todo el día en la boca sin, eso sí, jamás criticarlo ni dar nombres (claro, buena parte de su financiación radica ahí). Por eso, para escabullirse y evitar (ejemplo) apoyar que se suban los impuestos a las grandes fortunas para así invertir más en mejorar los servicios públicos, la estrategia es confundir y enfrentar a la mayoría de la población entre sí, las clases media y baja que sufren los efectos de los intereses de los del taco.
P de (sistema) público: conjunto de insfraestructuras, normas o centros que ¡permite a todas las personas -independientemente de la situación de su bolsillo- acceder con justicia, dignidad y derechos a lo que antaño estaba reservado solo al pudiente! Es decir, lo que ultraderecha y buena parte de la derecha ‘tradicional conservadora’ (igual de ultra que la anterior en este punto: vean, si no, la escuela aznarista/ayusiana) llaman “derroche” o “dispendio” para denigrarlos y desprestigiarlos. ¿Su objetivo? Vaciar los aportes económicos de la pública y trasvasarlos a los colegas de los hospitales, colegios o residencias privadas, y a los de los fondos privados de ahorros y pensiones, y a los de las empresas antes gestionadas por lo público y/o estatal… En resumen, conjunto de servicios que, de tanto ser privatizados sin toparse con una masa potente que luche por defenderlos y reivindicar su carácter público, universal, gratuito y de calidad, acabará con muchos de nosotros sin poder acceder a ellos y con muchos otros que sí ‘puedan’ hipotecándose durante años (el modelo yanki; y, cada vez más, el madrileño).
R de reconquista/racismo (tanto monta…): Términos inherentes a la ultraderecha, cuyo partido y organizaciones intensifican el empleo de ‘reconquista’ antes de elecciones, todo un ejemplo de que, en pleno 2022, aún hay quienes se excitan recordando las cruzadas imperiales y las cacerías inquisitoriales de siglos pasados. Variedad autóctona de racismo (de aquellos barros estos lodos) sembrada en la península y que, he aquí la alarma, es hoy fomentada y blanqueada por los que se vienen arriba tildando de “terroristas”, “drogadictos”, “cobra-paguitas”, “violadores” y demás jerga intolerable (sí, intolerable; un servidor no compra ese absurdo “respetemos todas las opiniones”) a quienes llegan a nuestra tierra buscando trabajo, ayudando a sus familias, colaborando a la mejoría de nuestra economía, haciendo que sus hijos jueguen con los nuestros (tan de aquí son quienes nacen en este suelo como quienes llegan de otros lares; además, ¿qué importa de dónde sea cada uno/a, si no para sumar?), intentando vivir en paz…: EXACTAMENTE igual que los andaluces (y resto de españoles) que décadas atrás emigraron en tropel huyendo de la dictadura de Franco y que, al llegar a Francia, Suiza, Alemania, México, Argentina o EE.UU., recibieron, en muchos casos, los mismos insultos y ataques que hoy dedican los facha-gallitos a quienes llegan a las costas de Andalucía.
R bonus track, rey: figura política anacrónica donde las haya, ideal para ser incluida en este diccionario que trata de destapar significados no menos anquilosados.
S de social: cuando va ligado a lo colectivo, lo cooperativo, lo comunitario, la unión, el ‘nosotros’ en lugar del ‘yo’, la inclusión en lugar de la exclusión, y, además de defenderlo, lo fomentas y prácticas, es motivo más que suficiente para que la ultraderecha te ponga en la diana y te tilde de “desfasado, progre, comunista, rojo, sociata-podemita, hippy, personificación del caos, anti español” y demás términos rebujados sin ton ni son pero que, por incoherentes que resulten, suelen generar su eco cuñadista.
T de toros: animales inventados por el Creador para que los auténticos españoles (los buenos de verdad, los muy mucho españoles) gocen de lo que con el paso de los siglos se ha convertido en una de las grandes tradiciones del universo hispano (TRA-DI-CIÓN, por lo tanto, inamovible, imposible de cambiar o ser modificada, ¡no digamos suprimida, que las tradiciones, por el mero hecho de serlo, resultan eternas! ¿O quizá no?…). *¿Que parece un pensamiento propio de hace trescientos años? Ya, y sin embargo…
V de vallas: estructuras que, junto con rejas, muros, concertinas y otros elementos similares (cuanto más altos, metálicos, punzantes y cortantes, mejor), habrían de ser dispuestos a lo largo de todas las lindes de la nación. Eso sí -matizan los académicos del diccionario ultraderechista-, si quienes quieran penetrar en España lo hacen vía vuelo privado, con sus buenos millones de euros, o vienen de paraísos fiscales, o blanquean dinero, o venden mucho de sus productos…: ¡B de bajada de pantalones ante ellos!
Z de zaguán: término de origen andalusí; espacio de la arquitectura morisca, presente hoy en muchas casas de Andalucía. O lo que es lo mismo: palabra que debe ser exterminada de nuestras mente, como todo lo que suene a Al-Ándalus, árabe, musulmán, Magreb, moro y demás vocablos que la ultraderecha mezcla sin distinción e identifica con el mal.
Y hasta aquí, por hoy. Particular y sarcástico diccionario este, sí, pero, por triste que resulte, cuanto escuchamos a diario explica el porqué de traerlo a colación: para identificar esas expresiones que algunos repiten sin parar, traducirlas al lenguaje de la cordura, dejar de ver como “normal” o “sin importancia” lo que no es normal y sí tiene su importancia, no callar, sí rebatir, y resituar el debate en las necesidades comunitarias.
La relevancia de lo conceptual está en juego. Si se apropian del significado de las palabras y retrotraen el lenguaje al estilo pomposo, acusatorio y sacro-santo de hace no mucho, entonces lograrán que la calle suene igual, y eso situaría a la sociedad en un plano educacional-cultural distópico. Ante eso, es precisamente a través de la palabra, pero también mediante la capacidad para generar alegría e ilusión, como no podemos enmudecer ante la crecida jerga neofascista que actualmente envilece el ambiente. Se trata de una cuestión de responsabilidad social y, ¡ojo, también de responsabilidad democrática y política! Por ello es inmoral que el PP y el resto de derechas vendan una imagen ‘amable y conciliadoras’ mientras les bailan el agua a los ultras con tal de luego gobernar en coalición o apoyados por ellos. Y por ello ya es hora de que las izquierdas se dejen de intra-disputas, salgan de los despachos y vuelvan adonde son necesarias y desde donde siempre llegaron al alma y a la razón de la ciudadanía: ¡a los barrios, a las plazas!