Nos dicen que es una locura, que ahora no es el momento de fundar una editorial, menos aún si es una editorial especializada en artes escénicas, con la atención puesta en la dramaturgia andaluza y latinoamericana. Pero lo cierto es que la decisión está muy meditada: no es un proyecto que nazca a pesar de la coyuntura, sino precisamente por la misma. Anote, anote; que el infierno también tiene sus burocracias, no se crea.
Hace escasamente un año, inauguramos el Teatro del Bufón, en el Centro Social Julio Vélez-Módulo Azul, de Morón de la Frontera. Unos meses después, cerraron todos los teatros del mundo, a causa de la pandemia. El 23 de marzo de 2020 era el día señalado para iniciar los ensayos de nuestro nuevo montaje “Solo queda caer”, una semana antes, el gobierno central decretó el confinamiento y los planes se derrumbaron, por culpa de la primera ola. Apenas inició la desescalada, y casi a la carrera, retomamos el proyecto y, tras unos meses de trabajo, lo dimos por concluido; todo listo para su distribución por ferias y festivales, si es que el virus lo permitía. A principios de noviembre íbamos a estrenar nuestra escuela de teatro: tampoco fue posible. Unos días antes, el gobierno autonómico aprobó un decreto restrictivo para frenar la segunda ola… ¡Y que viva la virgen de los surferos! Es decir, tenemos un teatro cerrado, sin posibilidad de programar; nuestra obra en el cajón, porque muchos festivales y salas han tenido que bajar el telón; y una escuela de teatro desconvocada… Si usted multiplica cero por tres, el resultado sigue siendo cero. Respira lo que puedas. Saca a pasear la mascarilla. ¿Pastillita? E intenta conciliar el sueño, valiente. Sí, podríamos decir que hay escenarios menos desesperados.
Una compañía independiente, que decide instalarse en la periferia como acto político, ya, de por sí, se enfrenta a un sinfín de obstáculos para sobrevivir. ¡Qué agonía más grande! No necesitábamos una pandemia para sentir que nuestro día a día es una alerta roja permanente. Para nosotros, sin pandemia, la cultura ya era segura: segura su incertidumbre, seguro su abismo, su desierto. ¿Es que ya era poca la ruina? Mi madre no ganaba ya para disgustos y, ahora, encima esto. Debutar en pandemia era un estímulo innecesario. ¡Otra plaga más! Mátame camión, porque ni siquiera podemos arrojarnos al tren, que hasta las vías están muertas en Morón.
No me diga que semejantes truculencias del destino no merecen una sonora carcajada… y eso es Ediciones del Bufón; que la rebeldía, como el flamenco, debería ser proclamada patrimonio inmaterial de la humanidad. Bufones nacimos, bufones somos y bufones moriremos. Y para no porfiarle la razón a los agoreros, ya tenemos epitafio; tiempo que ahorramos. Así que si caemos –que caeremos, somos campeones en esto- no nos lleve flores, sino libros. Nuestra lápida lucirá la inscripción más profesional del cementerio. Con las mejores letras de nuestra imprenta -¡qué arte de linotipia, qué técnica en el morirse!- le dedicaremos a esta vida canalla nuestra última mueca: “Más quisieras tú, bufona, haberte levantado tantas veces como nosotros levantamos nuestros sueños. Tuya será la victoria, pero la furia es nuestra”.