El desembarco de la extrema derecha en la Semana Santa andaluza

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José María Herrero, Juanma Moreno, Demetrio Fernández y José María Bellido. /Foto: LVC

Mucha gente esperaba con entusiasmo la llegada de la Semana Santa 2022 después de dos años sin salir procesiones a causa de la pandemia. La Semana Santa junto a las ferias de nuestras ciudades y pueblos es la gran fiesta andaluza. Puede gustar o no, puede que se vea como algo trasnochado, puede que no se entienda más allá de Despeñaperros, lo que no cabe duda es que nos referimos a una fiesta que traspasa los muros de la fe y de la propia religión. Por elegir una de tantas definiciones, la calificaría como la fiesta de los sentidos.

Coincidiendo con el equinoccio de marzo o primavera, los miles de naranjos de las calles de nuestros pueblos y ciudades exhalan a los cuatro vientos los aromas de sus discretos y blancos azahares. Bajo este embriagador aroma, que nos regala el sentido del olfato, gran parte del pueblo andaluz vive una de sus más hermosas semanas, la Semana de Pasión, que ahonda sus raíces en los paseos por el Nilo de las antiguas divinidades egipcias o en las pequeñitas diosas ibéricas preñadas de vida o en las procesiones de los dioses romanos. Una semana donde se degustan los alimentos propios de la festividad (pestiños, rosquitos, torrijas…). Es una gozada para el sentido del gusto saborear estas exquisiteces que parecen haber salido de la mano de una abuela andalusí. Ni que decir tiene que junto al olfato y gusto los sentidos de la vista, el oído o el tacto se estimulan ante la belleza de las obras de arte, las saetas y la multitud humana que recorre las calles en busca de un paso o trono.

En las últimas décadas gracias a la llegada de la democracia y las innovaciones efectuadas por el Concilio Vaticano II las cofradías se han ido modernizando, superando lacras históricas como el rechazo de la igualdad entre hombres y mujeres, la incorporación de la juventud y la superación de no estar las juntas de gobierno al capricho de algún noble o cacique.

Llevamos unas décadas observando cómo crece el número de cofradías y de hermanos nazarenos, cómo se sigue incrementando el patrimonio, cómo existe un mayor compromiso social, sin embargo, es muy lamentable su utilización por los intereses de la jerarquía católica y de dirigentes políticos. Los obispos creen haber encontrado en las cofradías y hermandades un gran caladero de seguidores. El obispo de Asidonia-Jerez afirmaba en un periódico local de la bella ciudad gaditana que apostaba por las hermandades al ser hoy en día “espacios de Iglesia donde se transmite la fe”. El viejo dicho popular, “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”, se escenifica en la actitud de los dirigentes eclesiásticos que ven como los templos se les quedan vacíos de fieles, utilizando a las cofradías como medio para “conquistar” la calle a través de estas manifestaciones que trascienden lo meramente religioso. Además, dada la ideología rigorista de la actual jerarquía católica, pretenden rescatar el nacionalcatolicismo a través de la utilización de la rojigualda y otras simbologías, usurpadas por la derecha más rancia y la extrema derecha, siendo cada vez mayor su participación en estas manifestaciones populares. Pervirtiendo una de las fiestas más ancestrales de Andalucía al ser utilizada como propaganda electoral y afirmación de la identidad nacional españolista de la “una, grande y libre”.

Asociaciones como Europa Laica vienen denunciando ante el defensor del pueblo esta vulneración de la aconfesionalidad recogida en la Constitución, cometida tanto por los gobiernos del PP y PSOE. Un dato palpable de ello es la participación de las fuerzas armadas en más de 200 procesiones y actos religiosos en Semana Santa. Entre ellas, es conocida la procesión del Cristo de la Buena Muerte en Málaga, donde la presencia de la legión constituye el mayor “espectáculo” de la Semana Santa malacitana, fundiéndose este cuerpo de origen colonial del ejército español con el catolicismo. El “espectáculo” de la legión en Málaga saltó a todos los medios de comunicación en 2018 cuando hasta cuatro ministros del gobierno de Rajoy (Defensa, María Dolores de Cospedal; Justicia, Rafael Catalá; Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo; Interior, Zoido) asistieron al acto matinal en torno al Cristo de la Buena Muerte, de la Congregación de Mena, cantando al unísono con los legionarios el “novio de la muerte”.

Recientemente se ha anunciado la propuesta de un magno Santo Entierro en Sevilla con motivo del 775 aniversario de la “reconquista de Sevilla” por el rey Fernando III. En 1948, durante los años más represivos y sanguinarios de la dictadura franquista, se organizó otra procesión similar con ocasión del 700 aniversario de la susodicha “reconquista”. Hechos como este enturbian el verdadero sentido de la Semana Santa andaluza. Precisamente, Alejandro García Sanjuán, catedrático de historia medieval en la Universidad de Huelva, especializado en la historia de Al-Andalus, ha iniciado una campaña, junto a otros historiadores, para que la RAE reaccione y supere el anacronismo “reconquista”, que después de casi 50 años de la muerte de Francisco Franco el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) sigue utilizando (“Recuperación del territorio hispano invadido por los musulmanes en 711 d. C., que termina con la toma de Granada en 1492”). García Sanjuán publicó en eldiario.es, en 2018 y en 2021, artículos alertando de que la “vinculación” de la reconquista con España constituye “el resultado de una lectura identitaria del pasado, sesgada y tendenciosa”, y que el término se ha asentado en la agenda ideológica de la ultraderecha, ya que la reconquista es una idea que crea la historiografía nacionalista en el siglo XIX y que recupera el franquismo. Es un invento que utilizó la “cruzada” de Franco para vincularla a la “recuperación del territorio español”.

Otro ejemplo de la vuelta al nacionalcatolicismo tuvo lugar el pasado viernes de Dolores en Córdoba, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, se fotografió, acompañado por el obispo y el alcalde, en el camarín de la Virgen de los Dolores, la mayor devoción mariana de la ciudad ante la atenta mirada de los fieles que asistían a misa.

¿Cómo despojar a la Semana Santa de esta lacra que va en contra de su esencia? En primer lugar, se deberían derogar todas las normas que vulneran la confesionalidad estatal en los eventos de la Semana Santa y otras manifestaciones religiosas. El uso manido de la bandera de España, de la marcha real y de la participación del ejército en las procesiones perpetúan el nacionalcatolicismo que debería de haber caducado hace muchos años. Además, ya que algunas cofradías, sobre todo últimamente, son muy dadas a las banderas e himnos patrios, cabe preguntarse el porqué de la ausencia de la bandera y el himno andaluz en unas fiestas netamente andaluzas. En segundo lugar, las hermandades y cofradías deberían mantener su independencia ante el poder político y religioso. Traigo a colación el artículo que escribió el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales en la primavera de 1935: “Los dos enemigos natos de la Semana Santa sevillana son el cardenal y el gobernador, el representante de la Iglesia y del Estado”; y añadía que “sin las hermandades no habría Semana Santa, por más que se empeñase en ello la Iglesia o los Gobiernos (…). La Semana Santa no es obra ni de los curas ni de los gobernantes, sino de los cofrades, de una organización netamente popular y de origen gremial que ha estado siempre en pugna con los poderes establecidos”.