El pasado 14 de junio, Día de la Memoria Histórica, la Asamblea Andaluza de Asociaciones Memorialistas y Víctimas del Franquismo volvió a manifestarse en Sevilla, bajo el lema: “Fuera Queipo de la Macarena”. La concentración contó con un recital poético de Susana Falcón, dedicado a las víctimas, y una escenografía antifascista del grupo de teatro Gallo Rojo, muy ovacionados por el público. Esta plataforma, integrada por más de 30 colectivos, exigió, una vez más, la retirada de la tumba del general golpista Queipo de Llano, que sigue enterrado en esta basílica, a pesar de ser responsable de crímenes contra la humanidad.
Recordemos que Gonzalo Queipo de Llano impulsó el exterminio de rojos en Andalucía, pues aquí, más que guerra de frentes, puso en marcha una campaña represiva sin precedentes, la conocida como guerra de las tapias y las cunetas, que acabó con la vida de casi 50.000 andaluces. Y en la larga lista de crímenes, atribuidos al general de la Macarena, hay que recordar el de Blas Infante, Padre de la Patria Andaluza, asesinado el 10 de agosto de 1936 en el kilómetro 4 de la carretera de Carmona, en Sevilla. Responsable también de la muerte, una semana después, del poeta Federico García Lorca en el barranco de Víznar-Alfacar, en Granada. Ambos, líder andalucista y poeta, convertidos hoy en símbolo de la represión franquista. El matarife Queipo dictaba sentencias de muerte con su siniestra consigna particular: “Dales café, mucho café”.
Terror radiofónico
Sin embargo, Queipo de Llano será recordado, sobre todo, por su campaña de terror radiofónico desde los micrófonos de Radio Sevilla, en febrero de 1937. El general golpista provocó la huida de Málaga de más de 150.000 personas, aterrorizadas por sus soflamas amenazantes: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad – vociferaba Queipo de Llano -. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen o pataleen”. Y cuando supo que esta avalancha humana desordenada intentaba escapar por la carretera de la costa, se permitió bromear: “Grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó”.
La campaña de terror psicológico del general golpista desató tal pánico colectivo en Málaga, a punto de ser tomada por los franquistas, que miles de personas, familias enteras con niños y ancianos, se lanzaron con lo puesto a la carretera por temor a las represalias que anunciaba por radio. Las amenazas de Queipo se confirmaron cuando las personas que huían de Archidona, Antequera o Ronda, ya en poder de los sublevados, llegaban a la capital malagueña con noticias aterradoras sobre saqueos, asesinatos y violaciones. La conocida como Desbandá fue el mayor crimen de guerra contra población civil indefensa, cañoneada sin piedad por la marina franquista, bombardeada por la aviación nazi e italiana y perseguida por legionarios y regulares, que dejaron de ser soldados para convertirse en sicarios a las órdenes de Queipo de Llano.
El corresponsal del diario británico The Manchester Guardian fue testigo de la masacre: “Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó en un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. Pronto el camino quedó cubierto de muerte. Se fueron abandonando enseres y bultos, y cuando la comida empezó a faltar, la marea de refugiados arrasó los campos de caña de azúcar. Los pueblos por los que pasaban se negaban a ayudarlos temerosos de futuras represalias. Muchos de ellos murieron en las cunetas…”. También nos dejó un testimonio estremecedor el periodista Arthur Koestler del Daily Worker: “El río de refugiados se dirige a una trampa mortal. La carretera está todavía abierta, pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de los aviones que ametrallan a los refugiados”.
El Valle de los Caídos andaluz
No puedo entender que, después de 40 años de democracia, el criminal de guerra que provocó La Desbandá siga enterrado con honores en la Basílica de la Macarena, frente al Parlamento de Andalucía, en claro desafío a la soberanía popular. Retirar la tumba del general golpista de este templo emblemático debió ser un objetivo prioritario para la Junta de Andalucía, desde que se constituyó en Cádiz en 1978. Sin embargo, han pasado 41 años de gobiernos autonómicos y el genocida Queipo sigue ahí, desafiando al Estado de Derecho. Sin olvidar que, en la fachada de la Macarena, todavía podemos ver una placa de 1964, dedicada a Franco, que supone un insulto a las personas decentes cuando leemos: “a su excelencia el jefe del estado y generalísimo de los ejércitos”. ¿Cómo se puede ensalzar así a un dictador que dejó más de 100.000 desaparecidos en fosas comunes?
Es necesario subrayar que la Hermandad de la Macarena, una de las más importantes de la capital andaluza con 8.000 nazarenos, es también responsable de haber convertido la basílica en un lugar de exaltación a la dictadura, que vulnera la Ley de Memoria Histórica y daña gravemente la imagen de Sevilla. Con esta actitud antidemocrática, la hermandad sevillana está haciendo apología del franquismo y nos recuerda la lamentable colaboración de la jerarquía católica con la dictadura, durante 40 años. No olvidemos que, fracasado el golpe militar del 36, Franco desencadenó una guerra que recibió la bendición de los obispos, dándole el nombre de Cruzada. Tampoco olvidemos que acabada le guerra no llegó la paz, sino la victoria del régimen que persiguió con saña a los vencidos, sin que los obispos hicieran nada por la reconciliación.
Es obligación de la Junta de Andalucía hacer que la Hermandad de la Macarena cumpla la Ley de Memoria Histórica y Democrática, aprobada por el Parlamento. Sólo así será digna de respeto por parte de las víctimas del franquismo. Y es una emergencia democrática que se retiren las tumbas de los generales golpistas Queipo y Bohorquez, así como la placa dedicada al dictador Franco, para que la Basílica de la Macarena deje de ser el Valle de los Caídos andaluz. Y hasta conseguirlo, seguiremos gritando: ¡Fuera Queipo de la Macarena!