En realidad nunca se fue. Permanece tocando fibras y emociones entre un populacho que necesita sentirse tan pecador y mínimo como creyente y cofrade. La transición apenas modificaba unos acuerdos con la Santa Sede con rango de disposición internacional y, los preceptos constitucionales, ignorados desde la aconfesionalidad del Estado hasta la necesaria intención para que la Iglesia se mantenga por sus propios recursos como recogen literalmente los citados acuerdos entre Estados. Nada de eso importa y mucho menos en semana santa o campaña electoral. La pervivencia hoy del franquismo así se apuntala. Es inconcebible por tanto hoy, entender la religión como un fenómeno de liberación personal y colectiva.
Para buena parte de la sociedad, la España actual no difiere de la que se expresara en la Constitución de 1812 donde la religión “es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana y única verdadera. Ser español implica esencialmente además ser católico. Es más, el pensamiento único del nacionalismo español no concibe tener otros credos más que el que -dicen- define a toda Europa en su historia reciente. Esta percepción miope es especialmente preocupante en sectores conservadores y en la jerarquía de Iglesia Católica que vinculan españolidad con catolicismo como única religión verdadera en la medida que Dios, casi, define el destino del Estado y sus habitantes porque nació en esta piel de toro. Sigue viva la España de la contrarreforma. El Estado como permanente defensor del dogma, la fe y del Papa.
Grandes hechos históricos y simbólicos están vinculados a esta dualidad del espíritu patrio y la existencia de una creencia católica homogénea y colectiva: de la mal llamada reconquista a la guerra civil entendida como cruzada ante los infieles, guerras de religión, descubrimientos para y por la fe, persecución de infieles y herejes, pasando por reyes católicos, tumba del apóstol, apariciones milagrosas en batallas, hallazgos milagrosos de imágenes… duplicidad muy presente en el acaecer de las dos dictaduras del s. XX. Elementos que ha marcado toda una ingente literatura entre el mito y la leyenda, con la que han crecido no pocas generaciones y que ha acabado por identificar erróneamente laicismo con anticlericalismo. La integridad y los actos patrios se han venido reforzando gracias a una supremacía nacionalista española, monárquica, racial y religiosa, preocupada por la estandarización de una moral pública por encima de la privada. Las creencias no se entienden sin una permanente exhibición pública de esa fe a la que se suman, además, no pocos poderes públicos sin el mínimo pudor.
La Iglesia durante la Transición se conformó en prorrogar el Concordato de 1953 durante 1976 y 1979. Pasado el tiempo, la Iglesia Católica ha superado sus beneficios fiscales y su supremacía institucional para instalarse en parcelas de poder antes desconocidas. A la ya sabida política de inmatriculaciones como gran escándalo inmobiliario, se une en los últimos tiempos una abierta actitud crítica y beligerante para con las iniciativas legislativas en cuestiones tales como género o política educativa con la que se ha recuperado el binomio derecha política y catolicismo. La realidad se alimenta de participación en los tributos del Estado, así como ingresos directos o ayudas a sus actividades y, por supuesto, en orden cultural, moral o simbólico. Es más, la jerarquía de la Iglesia Católica parece tener suficiente autoridad divina para intervenir en cuestiones de la jurisdicción ordinaria propia a toda democracia. Su quehacer y su Derecho parecen estar por encima de la ecuanimidad, de la igualdad ante la Ley y del respeto a la pluralidad que aboga la Constitución como cúspide de un poder civil al que parece revelarse el celestial.
Todo lo señalado se traduce en unas pautas muy concretas y en la presencia del catolicismo en una batalla por la hegemonía ideológica de profundas implicaciones morales y conductuales. La Iglesia católica no sólo posee una de las mayores y más densa red de instituciones formativas del Estado; sino que, en buena parte es sufragada con fondos públicos por concertados o impositivos. La COPE, Radio María, o 13TV forman parte de un señorío mediático, que se acompaña por ABC de suplemento semanal monográfico o en el caso de La Razón, como distribuidor en España del órgano vaticano L´Observatore romano. Completados con innumerables formatos escritos y digitales (entre estos últimos el reaparecido Ya) como maquinaria de propaganda que hace inapreciable otras confesiones y a los no creyentes. Acercar Dios a la sociedad con los medios de hoy, se dirá. Mera cooptación de conciencias. Una nueva modalidad de predicación. La comunicación es un hecho político.