In Memoriam

782

Desde el Consejo Editorial de Portal de Andalucía apoyamos y difundimos el presente comunicado de La Plataforma ANDALUCÍA VIVA.

Acaba de dejarnos Antonio Gala, un andaluz de luz que amó a Andalucía, su tierra de elección; un andaluz  que se pensó y nos pensó, animándonos a conocer nuestra historia y nuestra cultura, porque solo desde ese conocimiento se puede engendrar el amor que es conciencia, el camino por donde construir nuestro futuro. La Coordinadora de la Plataforma Andalucía Viva, en homenaje a este andaluz tan claro, quiere recordarle con algunos fragmentos del discurso inaugural del primer Congreso de Cultura Andaluza[1], pronunciado por el escritor en la Mezquita de Córdoba, en abril de 1978. Que la tierra le sea leve.

“(…) ¿se esta seguro de que exista algo que pueda llamarse lo andaluz; algo que sustente la variedad tan extremada de las Andalucías, desde su formas de pronunciación hasta su formas de lidiar la vida? Prescindo de las diferencias sociales; hablo de un pueblo. Pero suponiendo que los habitantes de cada Andalucía fuesen idénticos, hagamos unas cuantas preguntas: ¿Qué relación cabe entre los naturales del Santo Reino de Jaén (…) y los lúdicos y chirigoteros gaditanos, por lo contrario continuos desobedientes a la exigencia centrípeta de Castilla la Vieja? ¿Y quien, además, y partir de que momento, se ha atrevido a llamar vieja a Castilla, cuando el pueblo andaluz es el más antiguo del Mediterráneo, más aún que el romano y que el griego? Castilla la Vieja será vieja comparada con Castilla la Nueva. Pero eso, en el fondo, es cosa de ellas dos. Y Málaga ¿es tradicionalmente liberal por marinera y por muy desenvuelta, o más que liberal será una distraída? (…)  ¿Ha heredado Málaga de Sevilla la conciencia de ser un ballet en el que todos los sevillanos debían participar? (eso pensaba Ortega-para el agrado de sus visitantes), ¿o en realidad, a Málaga le traen al fresco los espectadores de los que mas o menos vive y es ella la que a sí misma se divierte? ¿Hasta que punto un flamenco, ya metido en harinas, baila o canta para quien le pagó? ¿Puede un turismo, ni demasiado rico, ni demasiado largo, mudar idiosincrasias milenarias?, ¿hacer más confortable una silla de aneas, o aliviarse en una solea? ¿Diluirán la actitud trascendental de un pueblo o la agudizarán por reacción? Sevilla, una de las ciudades más ultrajadas por la sociedad de consumo ¿ha sido ya vencida?(…) ¿Y Granada? Esa Granada que se parece a Toledo, no por lo árabe sino por lo hebrea, ¿es que se la inventaron, como a Calderón de la Barca los románticos? ¿Es que el dialogo del Albaicín y de la Alhambra está montado por Pepe Tamayo? ¿Qué es Mariana Pineda?, ¿un personaje bastante flojo de García Lorca?… Entonces las Cortes de Cádiz serían solo una comedia de Pemán y la historia de nuestras agitaciones campesinas una broma de Díaz del Moral, el notario de Bujalance. Y nada que se asemeje menos a la bandeja ofrecida de Granada que la recóndita de Córdoba y el mutismo de ojos vociferantes de su pueblo. ¿Entusiasmara a Córdoba alguien con un plan de desarrollo o una autopista del sol?, ¿a una ciudad que fue literalmente el ombligo de un orbe y cuya aportación a la cultura occidental sólo la de Atenas puede parangonarse? ¿Se boquiabrirá Córdoba bajo que rascacielos, si tuvo a su vera a Medina Azahara, ante cuya belleza todos los palacios reales posteriores no han sido más que alcobas realquiladas con derecho a cocina? Almería deshidratada de sus hombres, ¿es que de veras se ha maquillado para rodar bajo los focos de un plató o para ser rodada, que es peor?, ¿la luz de esos focos ha amortecido el sol de Almería? ¿La Alcazaba ya no mira a la Chanca, ni la Chanca, con sus ojos sin tracoma, por fin, mira ya a la Alcazaba? Huelva, que es La Rábida, Punta Umbría y ver los barcos venir; Huelva que es Juan Ramón, y El Rocío y la sierra y la playa y las marismas, ¿es sólo todo esto? Para ser el andaluz universal, ¿no habría que elegir antes que nada una muy concreta Andalucía? Porque si tan distintos son sus rostros y sus talentos y sus ademanes, una idéntica savia ha alimentado a estas ochos provincias en los mismos manteles, sabiduría, austeridad, parsimonia y desdén; y en esa savia es donde hay que investigar (…).

¿Podrá extrañar que esta actitud, paciente más que pasiva, esta tenue gracilidad que ha sido invulnerable al embate terrible de las centurias y de las convulsiones de las catástrofes, esta tierra que ha convertido la cal en mármol diario, este pueblo persistente en su holgura, sumiso e indomable al mismo tiempo, podrá extrañar que fuese el paraíso anhelado que Castilla soñó con depredar y acabo depredando? Pero la Reconquista, palabra que aplicada a Andalucía es, si se aplicase como liberación, un error histórico o una simple idiotez, transformó en latifundios los entrañables cultivos familiares y, lo que es aún peor, sembró esos latifundios con la semilla del descontento y la insatisfacción. Desde aquellos siglos llamados gloriosos nada funciono bien. Los andaluces se fueron a las Indias, a Nápoles o a Flandes por las mismas tristes razones que se van hoy a Suiza. Y los que se quedaron, moriscos o cristianos, eran igual, promovieron recurrentes alteraciones que han venido estremeciendo la amarga historia del alegre Sur. Y Andalucía, que podía vivir sola y de hecho vivió, sucumbió a una desigual convivencia; no sólo no se sintió protegida, se sintió maniatada. Pasó de ser el ornato del mundo a ser una mendiga, la madre de los pícaros; pasó de la civilización más refinada al analfabetismo más hiriente. ¡Ay, dulce Andalucía, atractiva y exótica, casi pecaminosa, el Hawai de los Reyes Católicos, que pensaban retirarse a tu molicie como viejos pensionistas ingleses! Andalucía, reiteradamente olvidada igual que una colonia bien segura, que inventase el flamenco por el mismo motivo que los negros inventaron el soul, para poder quejarte sin humillaciones, porque el flamenco, como todo lo perdurable en esta vida, es una queja, la forma de llorar un grupo de oprimidos y aun de ese llanto el mundo ha sacado tejada. (…)

Andalucía se halla largamente cansada de no recibir respuesta a sus entregas de ahorro, de mano de obra, de consumo, de infinita paciencia; (…) Cansada de ser desde hace siglos tierra de conquista que se reparten los conquistadores o colonia que explotan los de fuera dándoles un pirulí condescendiente a los hijos de los colonizados. Andalucía es, si, la “Bella Durmiente”. Pero una “Bella Durmiente” se muere o se despierta. Son demasiados años los que lleva dormida; demasiados, los que lleva aguardando ese beso de amor, justamente lo contrario de lo que ha recibido. Y el despertar sin vueltas ha de suceder ¡ya! ¡Ya ha sucedido! Yo he apoyado mi oído en el corazón de nuestras gentes y sé que late con alarmante irritación. Yo conozco a mi pueblo, porque le pertenezco y él me asume, y se que está muy harto, que le duele la cal de los huesos de ver a la que ama mal vestida y hambrienta, con lo tibia, lo hermosa y bien dotada que la hizo Dios un día. Andalucía hoy, esta misma tarde, se está poniendo en pie para que sus reivindicaciones no sean más postergadas, ni sea desatendida su agonía. (…) Para demostrar que su destino no es suplicar que la desarrollen, sino conseguir que la dejen desarrollarse sola. Andalucía hoy se esta poniendo en pie no para reclamar atrasos de cuentas impagadas ni esperar que le abonen intereses de prestamos, sino para comparecer con voz y voto en la reestructuración compleja de la patria, en la mudanza de posiciones desiguales entre regiones que tantos siglos, juntas, han conformado este cajón de sastre que se llama España. (…)

Así las cosas, es preciso que Andalucía construya un frente común. Es preciso que se unan todas las Andalucías en una autónoma, más alegre, más alta, más ensimismada. Es preciso que los partidos y las ideologías den un compás de espera a sus propios proyectos y trabajen reunidos en el más urgente y fervoroso: Andalucía. Es preciso que se inventaríen nuestras realidades desde aquí mismo, sin atender datos de fuera, ni soluciones, ni consejos, ni más buenas palabras, ni más paños calientes. Es preciso que Andalucía yerga su frente y mire sus cultivos, sus industrias, sus campos y sus mares. Así las cosas, es preciso que recuerde otros tiempos. Sus hijos de otros tiempos a los que nadie compró ni apabulló. Que recuerde la Vereda de la Plata, la rebeldía de las Alpujarras, Sierra Morena, los garrochistas y los aceituneros de Bailén, los liberales antifernadinos, la Junta Soberana de Andújar en 1835, La Internacional Socialista de Málaga en 1870, la Constitución Federalista de Antequera en 1883, las agitaciones campesinas en el primer cuarto de este siglo contra oligarcas que ni siquiera vivían aquí. Que recuerde a los promotores de sus ideales y de su libertad: a Guzmán Sertorio, a Fermín Salvochea, al maestro Escosura, a Picavea, a Álvarez de Salamanca, a Díaz del Moral, a Fermín Requena, a Méndez Bejarano, a Isidoro de las Cajigas, a Blas Infante, a todos su héroes sobre cuya muerte ya ondea la bandera que ellos mismos soñaron. Es preciso que Andalucía recuerde tantas luchas y vidas por seguir siendo ella y vuelva en sí de su desdén histórico que la hizo siempre ser la malentendida. La última lucha, la última vuelta en sí que se propone, es el Congreso de Cultura Andaluza que inauguramos hoy, en un nuevo Domingo de la Resurrección. La reina descalza, la hermosa reina todavía harapienta, se incorpora de su duermevela, levanta con sus manos encallecidas el espejo mágico casi olvidado ya, reconoce las iluminadas facciones, empuña la bandera de su dominio, una bandera en la que no se sabe si a la esperanza la representa el verde, como suele, o el blanco, que es lo que está por hacer todavía. La reina se levanta ágilmente y rompe a cantar con la voz hecha júbilo. Las ocho bellas hermanas y sus hijos, dondequiera que se encuentren, vuelven hoy atrás los ojos un momento, apenas un momento, lo suficiente para rememorar el tiempo en que fueron la primera irradiación cultural de Occidente, antes de que las expulsiones de árabes, moriscos y judíos echaran un tenebroso velo sobre el brillo y la gloria de sus mil y una noches de sabiduría(…)

Porque mirar a nuestra cultura hoy produce el mismo escalofrió que mirar un desierto nocturno y enemigo. Pertenecemos a un pueblo que no se reconoce todavía, que se encuentra distante de sí mismo, despreocupado, a la fuerza, de cuanto fue y cuanto pudo ser. Un pueblo al que se ha condenado a la ignorancia, a ignorancia perpetua, pena que no se adoba con ningún indulto ni ninguna amnistía, pena que hay que romper como se rompe una cadena: con rebeldía, decisión y brío. Durante siglos han sido desvalijadas nuestras bibliotecas, desguazados nuestros monumentos, saqueados nuestras iglesias y museos, puesto a la venta cuanto podía ser vendido. (…) La cultura actúa siempre de abajo arriba, la más subida y verde rama del árbol es una extremidad de la raíz. Los árboles más viejos comienzas a morir por la copa, que es su exterior inmediato y más reciente. La cultura actúa siempre de dentro a fuera, característica de ella es su espontaneidad: la cultura es lo contrario del énfasis, de lo ampuloso, del ademán teatral y vacío. De ahí sus dos notas derivadas. La cultura, primero, es lo contrapuesto a los personalismos; los intelectuales no son sus protagonistas, ni sus depositarios, ni siquiera sus guardias de circulación; son sólo unos observadores atentos que, en ciertos casos, y milagrosamente, producen una concreción de tal cultura: una suma culturae, como el lugar en que nos encontramos hoy, por ejemplo; pero la habitual aportación de la cultura puede ser más prestada, más vehicular y más medular del pueblo, más hecha de gestos cotidianos. La segunda nota de la cultura es lo contrapuesto a las imposiciones, a los señalamientos, a las consignas y a las directrices. Nada hay mas anti-río que un pantano o una presa. Un río puede sumirse o inundar o estirarse y sigue siendo río: lo antifluvial son las obras hidráulicas…. Pensando así, mirad cuanta es la inaplazable, la insistente urgencia de este Congreso de Cultura, que hoy lanza por mi boca su primer vagido, y cuyo protagonista es el pueblo, o sea, nosotros, y su autor, el pueblo faenando codo con codo, y su objetivo el pueblo, en cualquiera de sus pertenencias, circunstancias, complejidades, posibilidades o expresiones. La mejor forma de resolver un problema es investigar sus causas y sus interrelaciones con los otros problemas.(…) Quienes quieran lo mejor para su patria, conózcanla antes a fondo: porque es el conocimiento quien engendra el amor y el amor quien multiplica y perfila el conocimiento. (…) Para fortificar tal seguridad yo pido por amor, sólo por amor, que es una obligación devota, que es un trabajo liviano, que es un jocundo esfuerzo, yo pido la apasionada colaboración de todos, que para todos hay tarea en la larga marcha que hoy iniciamos hacia la Andalucía de la Promisión. Hermanos andaluces, para que desde ahora podamos serlo con más orgullo, con más seguridad, con más ilusión, con más gozo que nunca

¡¡VIVA ANDALUCÍA VIVA !!”

Córdoba 2 de Abril de 1978.

[1]      El discurso completo puede leerse aquí: https://cordobapedia.wikanda.es/wiki/Congreso_de_Cultura_Andaluza_-_Discurso_de_apertura