José María Blázquez de Pedro
anarquista de ambos mundos (en Béjar, Panamá y Cuba)
- Autores: Ignacio C. Soriano Jiménez, Miguel Iñiguez; Antonio Orihuela (pr.)
- Editores: Vitoria : Asociación Isaac Puente
- Año de publicación: 2017
- País: España
- Idioma: español
- ISBN: 978-84-697-6609-5
Creemos que la historia de la literatura, desarmada e imprescindible, cultivada en los espacios dejados en barbecho por el poder, es más justa que la historia de las sociedades… Creemos… que este espacio de autonomía autoregulada dispone automáticamente de los medios para imponer su justicia; que ahí nada –ni texto ni artífice- queda a medias, interrumpido, oculto o virtual… pero no es verdad.
Con estas palabras, recogidas en su prólogo a la obra de Rafael Barrett A partir de ahora el combate será libre, Santiago Alba Rico nos recuerda la primera evidencia ante la que nos situamos cuando nos disponemos a desempolvar la biografía y la obra de un autor que, por haber construido su obra al margen del canon literario y al margen de los relatos de poder de la ideología dominante, es condenado al baldón de los desaparecidos y, por tanto, carentes de valor literario, filosófico o político, hasta que estudiosos como Ignacio C. Soriano Jiménez y Miguel Iñiguez, en el caso del bejarano José María Blázquez de Pedro, lo sacan del olvido y lo traen a nuestro hoy porque, sencillamente, el mal que combatió hace cien años sigue entre nosotros, con toda su actualidad y vigencia.
En efecto, enfrentar el mal con palabra y obra, es el gesto más simple para desaparecer, en persona y obra, de toda Historia, sea esta de la literatura, del periodismo o de la sociología. Para ver a José María Blázquez de Pedro en alguna parte tendríamos que ir a Panamá, donde el muralista Marco Quintanar lo pintó, en 2010, en un fresco que festeja el 75 aniversario de la creación de su universidad, junto a otros personajes reales y míticos que conforman el relato del nacimiento de Panamá como nación y donde su nombre resuena aún en algunas redacciones de periódicos y entre estudiantes de periodismo, como me comentó, para mi sorpresa, mi querido Paco Gómez Nadal, periodista, profesor y, como Blázquez de Pedro, también expulsado del país centroamericano, la década pasada, por orden del gobierno panameño, por denunciar en la prensa la situación de violencia y atropello que estaban sufriendo las comunidades indígenas del istmo.
En España, sin embargo, Blázquez de Pedro es un perfecto desconocido cuyo nombre no figura ni en el diccionario biográfico de la RAE. A pesar de ello, su memoria no ha desaparecido del todo en su ciudad natal, Béjar; donde a mediados de los años noventa, Luis Felipe Comendador, poeta, publicista, editor, impresor y tantas otras cosas que lo igualan al protagonista de estas páginas, me dio alguna idea vaga de la existencia de este personaje que, salvando las disonancias temporales, bien podría hoy encarnarlo él en tanto abanderado de tantas luchas, tan justas y tan honrosas, como las que defendió su paisano hace un siglo.
José María Blázquez de Pedro nació en Béjar en 1875, y llevó allí una vida familiar y hogareña, rodeado de sus padres, a los que veneraba, y de sus hermanos y hermanas, en los que siempre encontró apoyo material, sostén espiritual y complicidad para cultivarse y para poner en práctica sus visionarios proyectos.
Blázquez de Pedro llevó pues una vida apacible hasta que, a los 24 años, su reclutamiento forzoso como soldado en la guerra de Cuba hizo que se desmoronaran en él los firmes pilares de la religión y la patria, dejando expuesto al tranquilo rebelde que será ya para el resto de su vida, y que poco a poco comienza a aflorar, cada vez con más vehemencia y sentido de la justicia, en sus colaboraciones periodísticas para los medios republicanos y libertarios.
En 1901 publica su primer libro, Latidos, un poemario de corte amoroso y panteísta ; y comienza a colaborar en la prensa escrita, al punto de que un año después da a luz su propia revista bajo el nombre de Patria y Letras, luego transformada en La Dinamita, en la que se enfrenta a los sectores más conservadores de Béjar, empezando por el clero, que prohíbe a los fieles su lectura y apela a la destrucción de quien encuentre ejemplares de la misma, y con la que Blázquez de Pedro inicia también el calvario de insultos, amenazas, vejaciones, denuncias, excomuniones y procesos judiciales que le llevarán a estar entrando y saliendo de la cárcel entre 1904 y 1908. La experiencia de la cárcel le confirma en el ideal anarquista, como se refleja en sus artículos de prensa de esos años, donde se define como ateo, anticlerical, racionalista, rebelde, revolucionario, naturista, idealista y utopista; y confirma la que será su obra más longeva, meritoria, influyente y popular: El derecho al placer (1906). Un alegato de exaltación a la vida intensa, emocionante, sensitiva y exaltada, un canto al cuerpo, al goce de la belleza, del amor, el disfrute de la vida y del placer sexual, la igualdad, la verdad y la libertad; así como una crítica al trabajo asalariado, obsesión existencial y causa primera de la miseria del proletariado, frente al que defiende el ocio creativo en clave vitalista y el reparto equitativo del trabajo socialmente necesario para que todo el mundo tenga lo imprescindible para asegurar la vida buena: luz, lecho, pan, agua y techo. Tesis que no ha perdido vigencia ni actualidad en los debates dentro y fuera del movimiento libertario, como es fácil comprobar en sus sucesivas reediciones en los años treinta y setenta del pasado siglo.
Convencido del poder transformador de la Cultura y la fuerza emancipadora que se haya en la Ciencia, montará en su propio domicilio la librería La Racional, en la que vende libros, periódicos y folletos que son bien recibidos por el numeroso componente obrero y progresista que alberga su ciudad, a pesar de la decadencia de la industria textil que en otros tiempos le diera fama y riqueza a Béjar. Quiere Blázquez de Pedro, con este gesto, abrir el camino de la redención social a través de la lectura, la discusión, la reflexión y el amor a la palabra frente al oscurantismo religioso y el autoritarismo político entonces en boga.
En efecto, con la misma fuerza que trata de extender el ideal libertario, fundando en Béjar el grupo anarquista Los Autónomos, combate a la Iglesia y a los poderes instituidos, a los que culpa de todos los males sociales, impulsando actividades paralelas a sus ritos, como la celebración de un “banquete de promiscuación” en jueves santo, promoviendo excursiones que tenían por objeto concienciar en el amor y el respeto a la naturaleza y los animales, como la Fiesta del Árbol, o introduciendo en Béjar productos anticonceptivos que anuncia en el escaparate de su librería. También ayuda a poner en marcha el Ateneo Bejarano en 1911, en el que se sucederán charlas, excursiones, conferencias, recitales, representaciones teatrales, juegos florales, veladas musicales, y se publicará la revista Cultura y Tolerancia, distribuida con favorable acogida tanto en la península ibérica como en el continente americano, aunque el proyecto inicial de crear un espacio cultural neutral entre progresistas y conservadores fracasa al año de ponerse en marcha, con el consiguiente abandono de Blázquez de Pedro, ante el control de la institución por parte de los elementos reaccionarios de la ciudad.
El ideario de Blázquez de Pedro, al que tenemos que considerar un lector voraz, sobre todo de poetas, reformadores sociales y filósofos de todas las épocas, es rastreable en su obra aforística, (Pensares, 1907), periodística (Observaciones de un Andariego en Panamá, 1922) y sociológica (La cuestión social, 1920). Blázquez de Pedro recoge así, en elaboración propia, lo mejor del pensamiento de Kropotkin, Bossi, Reclus, Tolstói, Mella, Stirner, Guyau, Libertad, Armand, Claramunt, Ferrer o Nakens, mientras que en lo lírico, se reconoce deudor de Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, y admirador de Unamuno, aunque sus versos, trufados de soflamas anarquistas y revolucionarias, discurren paralelos a la estética modernista y beben del romancero español, territorios que explorará con desigual fortuna; y a pesar de que en los mismos late también el espíritu de las vanguardias, el rugido futurista y las nuevas formas de composición tipográficas, su poesía, recogida en Ideas y sentimientos (1904), Rebeldías cantadas (1906), La agonía del repatriado (1910), La ciencia del dolor (1917) o Himnos anarquistas (1916), entre otros libros y folletos, se nos hace hoy solo a ratos aprovechable.
Lo que resulta invariable en nuestro autor son sus temas. Así, más allá de en su poesía, en sus textos, folletos y artículos, lo podemos ver defender posiciones vitalistas muy avanzadas en lo referente a la maternidad y paternidad consciente, la emancipación de la mujer, las uniones libres, la camaradería amorosa o la familia humana como fruto ideal de la armonía, la belleza y el amor.
Otra constante en Blázquez de Pedro es la cultura, bien supremo para el perfeccionamiento humano; y para ello, aboga por la escuela racionalista que provee a los niños una enseñanza laica, racional y científica, centrada en la experiencia, la coeducación, el pacifismo, el contacto con la naturaleza y el respeto a los animales, las plantas y a los ancianos, pues a todos tiene Blázquez por educadores e instructores del pueblo.
Panteísta confeso, considera que la naturaleza es el único templo de Dios, catedral gigantesca que alberga todo lo superior y divino en extasiada y maravillosa armonía. De ahí que en sus textos reitere la necesidad de amar y respetar la naturaleza, sus plantas y animales.
En lo social, defiende a los desvalidos, los presos políticos, a los obreros y los huelguistas; aboga por la creación de sindicatos y ateneos, así como por la unión de estudiantes y trabajadores manuales para que esas dos realidades no se excluyan ni se desconozcan, ni se tengan unos por mejores que los otros, pues solo en la solidaridad y la comprensión del papel de unos y otros dentro de las fuerzas productivas podrán ambos conseguir su unidad de acción frente al Estado y los patronos. La sociedad ideal de Blázquez de Pedro no tiene reglas ni leyes artificiales, pues toda ella se halla regida por la solidaridad y el apoyo mutuo en armonía natural, en paz y alegría, en conocimiento recíproco y amoroso; para su consecución, no duda en afirmar que hay que destruir la actual con todas sus instituciones de represión al frente: iglesias, conventos, asilos, cuarteles y prisiones.
Así, dirige sus dardos contra la Iglesia, suma para él del pensamiento retrógrado e irracional. Ella y sus instituciones no hacen, a su juicio, más que embrutecer, fanatizar, seducir, embaucar, robar y someter a las masas; y ataca al Estado y sus fuerzas represivas en tanto detentador de la coacción, la violencia, el terrorismo y la tortura. Igualmente acomete contra el parlamentarismo, el nacionalismo y el militarismo, que el mismo había padecido como soldado en Cuba, y contra las leyes, códigos, tribunales y presidios que ha sufrido también en sus carnes. La solución para nuestro autor es destruir todo este entramado de Estado e Iglesia que lo único que han traído al pueblo es pobreza, atraso, opresión y envilecimiento. Sólo la ilustración del pueblo, solo la adquisición de cultura y saber podrán llevar a la Humanidad por el camino de la bondad, la tolerancia y la comprensión.
En 1914, contra su gusto, pero acuciado por la crítica situación económica familiar y alentado por la estela de la emigración bejarana, se embarca junto con sus dos hermanos y una hermana para Panamá. Al poco de instalarse en el país centroamericano Blázquez de Pedro continúa haciendo lo que más le gustaba hacer, es decir, colaborar con los periódicos latinoamericanos, entre ellos Diario de Panamá, sin olvidar la prensa anarquista de España, en la que siguen apareciendo artículos suyos, aunque cada vez de forma más esporádica. También prosigue con su actividad librera, como tenedor de libros y propagandista de revistas y, en la medida del limitado ambiente social y cultural panameño, intenta desplegar sus inquietudes.
En la prensa panameña comienza a aparecer, casi al punto de su arribada al país, artículos de Blázquez de Pedro sobre los más variopintos temas que tienen por centro cardinal su visión profética de lo que necesita el país para progresar: desarrollo agrícola, planificación urbana y territorial, cultura, educación y civismo, sindicalismo y feminismo.
En 1916 se edita en Barcelona el folleto Himnos anarquistas, y al año siguiente, en Panamá, La ciencia del dolor, dos muestras más de su hacer poético que jamás abandonaría y que cerrará, en 1924, con Sangre de mi sangre, publicado poco antes de su expulsión del país centroamericano.
También en esos años panameños colabora con revistas de signo progresistas como La Revista Nueva o Cuasimodo, y en 1918 funda su propia publicación: El Caballero Andante, firmando textos en torno a sus temas de siempre: defensa de la libertad, el amor, la belleza, la bondad, la naturaleza, la educación racional, la higiene, la dignidad de los presos, el urbanismo, los beneficios de la comuna de afines frente a la familia consanguínea, la crítica política, la necesidad de mejorar la situación de la clase obrera, contra la usura y la caridad, el alcoholismo, la obsesión por la moda, el veneno de los juegos de azar, el maltrato a la mujer y defensa de su emancipación cultural, económica, jurídica y sexual.
A partir de ese año, la presencia cada vez más habitual de Blázquez de Pedro en la prensa panameña y con artículos cada vez más críticos con el sistema, sumados a la difusión de sus ideas libertarias a través de su propia revista, lo pondrán en el foco de atención de las autoridades que ya no le quitan ojo, tildándolo de peligroso anarquista, y ejerciendo sobre él un discreto seguimiento que se intensifica a raíz de sus prédicas sobre la necesidad de unificar y organizar a los trabajadores panameños, fruto que obtiene, cuando junto con otras personalidades organiza, en 1921, el Grupo Comunista que, junto con otros grupúsculos políticos y sindicales, formarán poco después la Federación Obrera de la República de Panamá, aunque en ella se dan todas las sensibilidades posibles del arco sindicalista (republicanos liberales, socialistas, comunistas y anarquistas), lo que la lleva a una deriva reformista que Blázquez de Pedro, junto a otros, denunciarán, desgajándose de ella en la que será la última organización obrera en la que tomará parte, como fundador, el Sindicato General de Trabajadores, creado apenas un año antes de su expulsión del país. Es de destacar el que, durante esos últimos años, nuestro autor, haya redoblado su interés y defensa de la revolución rusa, exaltando sus logros y su propaganda al tiempo que silencia la sistemática represión bolchevique sobre los anarquistas y otros grupos desafectos, que cree fruto de la hostilidad burguesa a la revolución soviética. En sus escritos de 1923, reconoce que el comunismo implantado en Rusia es aún imperfecto, considerándolo un mal transitorio hasta que se pueda implantar el comunismo libertario.
Detenido de forma irregular en 1925, con la excusa de su supuesta implicación en la huelga de los alquileres que se desata en Panamá, es expulsado del país y trasladado a Cuba, donde será encarcelado de nuevo y donde la tuberculosis pondrá fin a su vida. Nunca regresará a España, como se supone sería la intención de las autoridades panameñas al extraditarlo, y por lo tanto sus huesos, como él decía, nunca descansarán como hubieran descansado en la ciudad navío que le vio nacer, pero sus ideas tampoco se fueron de aquí, continúan dando vida a los que sin saber nada de su borroso nombre aún alzan su ideal y dan continuidad a aquel ensueño de José María Blázquez de Pedro, un ensueño, el de la Anarquía, por el que sigue mereciendo la pena vivir y hasta ser olvidados por los que construyen la Historia.
Antonio Orihuela
En la vieja charca, 1 de mayo de 2017