Respecto de la economía en general y del turismo en particular, vivimos un tiempo marcado por la incertidumbre, entre crisis sanitarias y bélicas. No obstante, aunque los pronósticos sean inciertos, en el largo aliento sigue siendo probable que el turismo gane más y más peso en el conjunto de la economía, sólo con breves interrupciones durante el último siglo y medio. El turismo ha pasado de ser una actividad más bien localizada, con una importancia relevante para algunos tipos de economía, generalmente poco desarrolladas (en el uso convencional de este término), a encontrarse generalizado y con una relevancia cada vez mayor. Una economía que sigue vinculada de una manera particular a sociedades periféricas y subalternas, pero que también se ha vuelto ubicua, pasando a ser un elemento clave e indispensable de la economía urbana de las principales ciudades y grandes centros urbanos y de decisión del planeta. Una vieja profecía de Lefebvre puede interpretarse en este sentido. El filósofo hablaba de un punto de quiebre posible, la revolución urbana, en el que el propio proceso de urbanización pasase a convertirse en el núcleo central de la economía. Si en el capitalismo industrial, el desarrollo urbano estaba supeditado al desarrollo industrial y a su función como soporte de actividades productivas, el francés vaticinaba un futuro en el que la urbanización se convirtiese en el sector dominante y verdadero centro de la economía, mientras la industria productiva se tornaría en algo subsidiario, con los problemas políticos del hábitat sustituyendo a los de las relaciones laborales (un extremo polémico y muy cuestionable, aún en la actualidad). Esta famosa tesis se ha tendido a tomar con relación a la importancia del sector inmobiliario y de la construcción. No obstante, el origen de esta inversión también puede encontrarse en la sustitución de la economía productiva por la economía turística, que es indudablemente un gran motor de la urbanización y que cada vez más tiene capacidad de insertarse en todos los dispositivos urbanos. Podría decirse que pasamos así de la supeditación de la industria al urbanismo, a la supeditación del urbanismo al turismo.
Las dimensiones de la economía turística en la actualidad son colosales. Las razones son bien conocidas, la eclosión del turismo de masas acompaña al desarrollo de lo que viene a denominarse clase media, clase trabajadora con condiciones laborales que permiten acumular cierto tiempo libre y ahorros, que van a entrar de nuevo en circulación gracias precisamente a la creación de industrias del ocio. También resulta clave el desarrollo y abaratamiento de los transportes, cuyas mejoras e innovaciones han sido un combustible fundamental para la maquinaria turística. Los excedentes salariales, e ingresos en general, de esta manera se ponen en circulación y riegan el mundo, encontrando todo tipo de dispositivos inventados para permitir su captura por parte de los capitales invertidos en el sector. El dispositivo de captura es, a grandes rasgos, el territorio, el lugar, que es la única materia prima indispensable de este tipo de economía y su razón de ser. Y, dentro de estos, las ciudades.
El turismo urbano es un fenómeno que dista mucho de ser nuevo. A pesar de que el turismo se ha interpretado a menudo como una práctica del urbanita que huye al campo, la noticia sobre la visita de ciudades es tan antigua como los libros de viajes. Las descripciones de Herodoto o de Ibn Jaldún no eran ociosas, pero transmiten algo del placer del intelectual por la visita. El gusto por conocer ciudades ha podido ser, desde entonces hasta el periodo de eclosión del turismo de masas (de sol y playa), uno de los tipos más elitistas de viaje. Sin embargo, las razones que se han expuesto con anterioridad y que han alimentado la expansión de la economía turística también han acabado por convertirlo en una actividad masiva. La especialización de los lugares en la atracción de visitantes ha dado siempre lugar a procesos de urbanización, a menudo urbanización de espacios rurales. Los ahorros o ingresos de otro tipo cristalizan en primer lugar en entorno construido, capital fijo necesario para la actividad económica. Los grandes procesos de urbanización litoral mediterráneo vinieron alimentados por el turismo, igual que el revival de la romantización de lo rural también requiere del establecimiento de las infraestructuras propias de lo urbano. Sin embargo, la afluencia masiva hacia las ciudades supone un salto cualitativo, en la medida en que se trata de espacios que no fueron construidos originalmente para su visita, sino que implica el replanteamiento de lo urbano, desde sus funciones originales hacia otras nuevas. Supone la conversión de los centros urbanos o los lugares citadinos atractivos en mecanismo de captura de la renta turística. El desarrollo de las comunicaciones (telecomunicaciones), sigue siendo el alimento fundamental de esta maquinaria. El último ejemplo es el de la emergencia de los alojamientos temporales gestionados mediante plataformas digitales tipo Airbnb. Este nuevo mecanismo de apropiación de renta, en su mayor parte renta turística, lleva a nuevo nivel la interrelación entre la economía turística, el desarrollo urbano y los procesos sociales que sustenta. Engarza con el principal objeto de una ciudad que es el servir de alojamiento, convirtiendo el conjunto del parque de viviendas en un suministro potencial e inagotables de alojamientos para visitantes. Un proceso que ata los mercados del alquiler y venta de suelo y vivienda a los ciclos de la economía turística. Las consecuencias de esto, si nadie lo remedio, están por ver.
En la actualidad, los procesos urbanos están íntimamente y casi indisolublemente ligados con la función de atracción de visitantes. Ciudades grandes y pequeñas, ricas y pobres, se remozan, inventando nuevas atracciones para los visitantes con la esperanza de que su gasto riegue con divisas la propia ciudad. Las políticas de renovación urbana y recualificación de espacios centrales entran inevitablemente en esta dinámica y son inexplicables de otro modo en regiones con una alta especialización turística (como el Mediterráneo europeo). Dentro de la economía capitalista, las grandes inversiones en renovación urbana y recualificación del patrimonio construido, cuando no en la construcción de nuevos monumentos modernos, sólo tiene sentido ante la expectativa de un retorno con beneficios. El sector inmobiliario-financiero, sustentado sobre el endeudamiento de las clases medias locales, es un parte de esto, pero la atracción de nuevos residentes y visitantes es indispensable para aquellas ciudades que no cuentan en realidad con otra forma (en la economía productiva o en la financiera) de atraer recursos. Aun cuando la ideología urbanística hable de patrimonio, el detrás se encuentra el interés crematístico por atraer consumidores. Los nuevos mercados gourmet, las infraestructuras hoteleras y los clústeres de hostelería son otros tantos mecanismos para este ejercicio.
En 2022 está prevista la publicación del libro TURISMO, DESARROLLO URBANO Y CRISIS EN LAS GRANDES CIUDADES ANDALUZAS de Ibán Díaz y María Barrero en la editorial Comares.