La mentira está de moda

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Foto: Pintamono.

Sin reparo alguno se miente y el o la que lo hace se queda tan campante. Hoy día la mentira es un “valor” que se cotiza al alza. Si estás capacitado para ejercer esa conducta puedes llegar a ser presidente del gobierno. Casi nadie pone puertas al campo de la mentira. Está presente en cualquier ámbito de la sociedad y en los últimos tiempos se desarrolla a una velocidad asombrosa.

Con los actuales valores que llenan nuestras vidas cotidianas, decir mentiras no supone la pérdida de tu puesto de trabajo. Tampoco produce una pérdida de credibilidad, ni un borrón para tu dignidad personal o colectiva, ni mucho menos te costará tu escaño como representante político en las instituciones. Aquí y ahora si mientes públicamente te aplauden.

La mentira está de moda y buena parte de la responsabilidad la tiene la clase política española y las organizaciones que la sustentan, porque llevan esa conducta hasta límites extremos.

Pero practicar el embuste no es patrimonio exclusivo de nuestros impresentables políticos. Sería injusto otorgar toda la exclusividad de mentir al mundo de la política, porque nuestra amiga la mentira, también se abre paso en otros escenarios de nuestras vidas. ¿Acaso en el ejercicio del periodismo no se miente, promociona o se da voz a los mentirosos? ¿Y en las altas instituciones del estado no circula por sus amplios despachos sin ningún temor a ser descubierta? ¿Cuántas mentiras estamos viendo y escuchando en el juicio a los presos políticos catalanes? ¿Y en las llamadas redes sociales, no se divulga la mentira como si nada? ¿Acaso en las relaciones de convivencia o de pareja no está también presente?  ¿Y dentro de las iglesias católicas no es la mentira algo de uso cotidiano?…

Una sociedad que está inundada y que además apoya a los que mienten, es una sociedad enferma y por consiguiente nada ejemplar.

¿Qué se puede hacer contra el “virus de la mentira? Creo que contra ese mal muy poco, porque ya está tan aceptado que campa a sus anchas por todas partes. Parece que tenga que ser algo natural en nuestra forma de ser y de actuar y contra eso las “vacunas” hacen poco efecto.

El único “antivirus” que a mí se me ocurre y que puede ser eficaz, es poner por delante valores y conductas que dejen en ridículo a la mentira y que a su vez, proteja a la verdad como algo insobornable.