La situación de la clase obrera: de la revista «Estudios» al “Marca”

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Federico Urales, en su opúsculo Los Municipios Libres, reflexiona sobre cómo los anarquistas tenían claro que nada podían esperar de la cultura que les ofrecía el Poder, pues el Poder solo ofrece la cultura que conviene a su defensa y no la que interesa al bien del pueblo. El pueblo habrá de adquirir una cultura propia en las fuentes de la vida, en sus propios padecimientos, en sus propias reflexiones y en los libros que escribieron aquellos que nunca fueron Poder y que no han hecho distinción entre sus conveniencias personales y sus ideas.

En efecto, los anarquistas desconfiaban de los intelectuales, porque eran conscientes de cómo sus aspiraciones personales y su necesidad de fama, prestigio y distinción social los hacía presa fácil del Poder y del Estado; para ellos el ideal del hombre cultivado era una simbiosis de productor y artista, un obrero consciente que doblegaba su trabajo al bien común, con humildad, esfuerzo, desinterés y buena voluntad. En la futura sociedad anarquista no habría artistas porque todos seríamos artistas, afirmaban, es decir, el arte, la creación en todas sus facetas, no existiría como una cualidad tasada y separada de los individuos.

En 1898 nació, para convertirse en un foco de la prohibida propaganda anarquista La Revista Blanca: sociología, ciencia y arte. En su primera etapa, con una tirada de ocho mil ejemplares, colaboraron en ella activamente, entre otros, Federico Urales, Soledad Gustavo, Azorín, Anselmo Lorenzo, Tarrida del Mármol, Julio Camba, Pere Coromines, Fermín Salvochea, Ricardo Mella, Ramiro de Maeztu, Pi i Margall, Unamuno, Francisco Giner de los Ríos, Jaume Brossa, Jacinto Benavente o Clarín. En 1905 el éxito de la revista lleva a sus editores a aumentar la tirada a doce mil ejemplares, ampliando su campo de acción hacia artículos de divulgación científica, temas culturales, anarquismo, feminismo, sindicalismo, etc. Se incorporan entonces las firmas de Federica Montseny, Max Nettlau, Adrià del Valle, Charles Malatto, Diego Abad de Santillán, Rudolf Rocker, Sébastien Faure, Luigi Fabbri, Felipe Alaiz o Camilo Berneri. También incluía traducciones de textos clásicos anarquistas de Bakunin, Kropotkin o Proudhon.

En 1903, Federico Urales y otros compañeros libertarios darán a luz la publicación Tierra y Libertad, revista que llegó a alcanzar los dieciocho mil ejemplares. Así como la colección de novelas cortas que bajo el epígrafe de La novela Ideal se estuvieron editando entre 1925 y 1937 con tiradas de cincuenta mil ejemplares y La novela Libre, con tiradas de treinta mil ejemplares. Todas ellas eran novelitas de menos de cincuenta páginas de temática social, de las cuales salía una semanalmente, algunas eran de autores famosos como Ibsen, Sue, Tolstoi, pero la mayoría estaban escritas por militantes obreros y campesinos, anarquistas como Diego Barbosa, Mariano Gallardo, Sánchez Rosa, etc., algunos apenas conocidos fuera de su ámbito de acción en los pueblos donde vivían. El papel de estas novelitas era combatir desde una perspectiva libertaria a las novelas populares de producción burguesa que se editaban en las colecciones como el Cuento Semanal, la Novela de Bolsillo, Los Contemporáneos o la Novela Corta, de ahí que la mayoría de ellas rezumen anticlericalismo, denuncien la doble moral burguesa y los convencionalismos sociales al tiempo que enaltecen el amor libre, el librepensar, el papel autónomo de la mujer, la amistad, la camaradería libertaria, el apoyo mutuo y la militancia revolucionaria.

Entre 1934 y 1938 se editó Tiempos Nuevos, una revista anarquista que desde el título hacia mofa de la conservadora Nuevos Tiempos, una especie de Hola de nuestros días. Tiempos Nuevos tuvo una periodicidad mensual y tirada de diecisiete mil ejemplares. En sus páginas abundan los artículos sobre anarquismo, sociedad futura, economía, sociología y arte. Colaboraron con ella Isaac Puente, Jacinto Thoryo, Felipe Alaiz, Juan Lazarte, Agustín Souchy, Andres Saborit o Martínez Rizo e ilustradores de la altura de Josep Renau, Monleón, Du, Les, Bon, Kirk o Helios Gómez.

Entre 1928 y 1937 se publicó mensualmente Estudios, con cerca de cien mil ejemplares por edición. Estudios, como revista, respondía a los intereses del movimiento libertario de aquellos momentos, de ahí que, en sus páginas, con afán científico y divulgador, se tratara con profusión del maltusianismo, eugenesia, educación sexual en general, ciencia y medicina, esperantismo, anarquismo, librepensamiento, vegetarianismo, teosofía, sindicalismo revolucionario, individualismo, anticlericismo y espiritismo, así mismo, publicaba pequeños cuentos y relatos breves de contenido social además de dedicar una sección a la crítica literaria. Por sus páginas pasaron médicos, arquitectos, literatos, periodistas, naturólogos, científicos y militantes obreros simpatizantes con la Idea. La revista, al igual que el libro anarquista, se leía en común, habitualmente en los locales de la CNT o los ateneos libertarios; quien sabía leer leía y el resto, según avanzaba la lectura, podía pedir la palabra e interrumpir al tribuno para preguntar por un concepto, una idea o mostrar su desacuerdo con el autor del texto.

Pero hubo más, muchas más, como Espartaco, El Mismo, La Anarquía, Tierra Libre, El Grito del Pueblo, Cultura, Regeneración, Iniciales, Helios, Ética, Reivindicación, El Rebelde, Germinal, El Luchador, Solidaridad Humana, El Porvenir Obrero, El Corsario, Aurora Social, Humanidad Nueva, El libertaria, Luz y Vida, Acción Libertaria, Cultura Proletaria, La Voz de la Anarquía, Cultura y Acción, La Guerra Social, Páginas Libres, Vía Libre, Acracia o Mi revista, esta última publicada durante la guerra por el Sindicato de Artes Gráficas de la CNT de Barcelona, revista muy popular por su cuidado diseño, y por tratar con tono satírico la realidad e ilustrar con profusas muestras del arte popular sus páginas con artículos sobre artes plásticas, teatro, cine, moda, entrevistas e historias de interés humano; entre sus más insignes colaboradores destacará Erwin Piscator.

Si los obreros les tienen tanta devoción es porque en esas revistas se habla de justicia y libertad, de lucha sindical, de amor libre, de pacifismo, les ayuda a reflexionar y a confrontar sus ideas, creencias y preocupaciones con las de la burguesía, pero también estas lecturas les forman cultural,  sentimental y moralmente, les acerca al ideal utópico del mundo futuro regido por la bondad y la cooperación, la emancipación de la humanidad de las viejas cadenas del capitalismo y los hacía crecer en una espiritualidad integradora y panteísta donde todos los seres sintientes eran uno con la naturaleza.

De La conquista del pan de Piotr Kropotkin se vendieron en España más de sesenta mil ejemplares entre 1900 y 1939. Cada libro costaba al trabajador o al colectivo que lo adquiría el equivalente al salario de un día. Tal vez por eso, en corro y en medio de un silencio devoto y sacramental, a la luz de los candiles, después de sus interminables jornadas de trabajo, obreros y jornaleros que sabían leer iban desgranando el texto a otros que no sabían.

¿Y hoy, qué leen, si leen algo, los obreros y los jornaleros? –“Amigo, yo no sé de política, pregúntame de futbol, de tenis o de fórmula uno, fui cebado con mentiras mientras nadaba blandamente en el sofá”, contesta José Icaria en el poema My Generation.