El 5 de mayo de 1945 las tropas aliadas del ejército norteamericano liberan el último campo de concentración nazi del Tercer Reich en Mauthausen (Austria). Y se encontraron con una inmensa pancarta escrita en castellano que decía: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras”. Llama la atención que una imagen tan significativa en la historia europea de los campos haya pasado tan desapercibida durante tantas décadas. Y es que el drama de la deportación de los republicanos y antifascistas a los campos nazis sigue siendo un tema muy desconocido para buena parte de la población. Ni siquiera el despertar en las últimas décadas y la extensión de la memoria del Holocausto en todo el mundo, ha logrado sobreponerse de una vez por todas al olvido que existe sobre nuestros paisanos deportados. Todavía es predominante la idea de que los campos de concentración nazis fueron ideados para el exterminio del pueblo judío en exclusividad. Y genera contrariedad, estupor y sorpresa que en esos siniestros recintos ideados para degradar la condición humana hasta sus límites, hubiera personas vestidas con raídos trajes a rayas que hablaban con acento andaluz y soñaban desde aquellas tierras extrañas con sus pueblos blancos, con sus familias y con sus gentes.
La deportación republicana a los campos nazis nos aproxima inevitablemente al Holocausto como excepcional acontecimiento intolerable del que se deben extraer enseñanzas. El filósofo Reyes Mate avisa de la escasa cultura que existe en nuestro país sobre este episodio histórico. Un conocimiento débil que viene determinado, sobre todo, por la ficción cinematográfica. Apenas se aborda en la enseñanza reglada y existe una percepción generalizada muy distorsionada sobre esta realidad histórica.
La historia de las 1500 víctimas andaluzas, entre las más de 9.000 españolas, de los campos nazis, condensa, en líneas generales, todos los grandes dramas del siglo XX: miseria, emigración, represión, guerra, exilio, reclusión, trabajos forzosos, genocidio… a la vez que personifica los grandes ideales de justicia, igualdad y libertad. Son vidas intensas que bien merecen la pena darlas a conocer.
Tuve la oportunidad y la enorme satisfacción de participar en la elaboración del documental Memoria de las cenizas, dirigido por Eduardo Montero, donde se recoge el testimonio desgarrador de los últimos deportados andaluces supervivientes. El contacto directo con estos andaluces que sufrieron los horrores más inimaginables en los campos, y con sus familiares, especialmente mujeres, que vivieron con incertidumbre y dolor la desaparición y la falta de noticias sobre sus seres queridos, nos llevaba a reflexionar sobre la injusticia del olvido. ¿Cómo era posible que las instituciones del Estado hayan despreciado durante tantas décadas a estas personas y no estén incorporadas en el panteón de su más digno patrimonio democrático?
Los gestos institucionales han sido escasos, débiles y tardíos. La práctica totalidad de los deportados y deportadas ha fallecido, la mayoría en el exilio al que fueron arrojados, y no han sido objeto de un digno reconocimiento en vida por parte del Estado. Recientemente el consejo de ministros aprobó el 5 de mayo como “Día de Homenaje a los españoles deportados y fallecidos en Mauthausen y en otros campos y a todas las víctimas del nazismo de España”. En Andalucía, la Ley de Memoria Democrática de 2017, contempla ciertas medidas correctoras de la memoria de la deportación, pero nunca se hicieron efectivas, por la dilatación del anterior gobierno en ponerlas en vigor, y por el desinterés o desprecio del actual.
Desde hace tiempo vienen surgiendo voces autorizadas que hablan de la convergencia del estudio del Holocausto y la prevención de los genocidios y los derechos humanos. Desde la Unión Europea y desde organismos internacionales de derechos humanos se insta a la inclusión del estudio de este episodio desde la educación básica. Un conocimiento integral sobre este tema puede contribuir a extender la conciencia sobre los derechos humanos y como alerta para combatir el racismo, la intolerancia y cualquier otra forma de discriminación contemporánea. Una asignatura todavía pendiente en la mayoría de nuestros centros educativos, solo suplida por la iniciativa particular, muchas veces gracias al esfuerzo considerable y solventando todo tipo de trabas, de docentes implicados con la memoria de las víctimas del nazifascismo como excepcional arma pedagógica.
La labor divulgativa de este episodio, se hace cada vez más necesaria por el avance en nuestra propia tierra de aquellas ideologías deshumanizadoras que atentan contra la convivencia social. Porque la historia asombrosa de los y las deportadas republicanas, desde su levantamiento contra el fascismo en España, el doloroso exilio, la epopeya por los campos, con la muerte más cruel o los impresionantes gestos de solidaridad y fraternidad dentro del infierno nazi, así como la condición militante antifascista que han propagado los supervivientes durante sus vidas, son lecciones de valores éticos y democráticos para nuestro presente, para construir un mundo sin discriminaciones.