Los trabajos del héroe

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A los caballeros andantes no les toca ni atañe averiguar si los afligidos, encadenados y presos que encuentran por los caminos van de aquella manera, o están en aquella angustia, por sus culpas o por sus gracias; sólo les toca ayudarles como a menesterosos.

Esto dice el más celebrado de nuestros paisanos en el que está considerado como el libro más importante escrito en nuestra lengua y al que más homenajes se le tributan públicamente con todo despliegue de fastos.

En la postguerra, muchas mujeres esperaban en la puerta de las cárceles con un pan, un poco de fruta o de legumbres para poder dárselas a los hambrientos presos. Antonio Gamoneda recuerda el paso de los presos republicanos por el penal de San Marcos,  atados por las muñecas de tres en tres y a una mujer que salía con un capazo de naranjas y que, sin cuidarse de los vigilantes armados, las iba repartiendo. Algunos presos, llenos de alegría, le decían guapa, camarada y otras frases agradecidas que el poeta no recuerda… las naranjas se acababan pronto y la mayoría de los presos se iban sin ellas, mirando a la mujer sin decir nada. En una ocasión, la mujer, antes de desaparecer en el portal de su casa, pateó llorando el capazo vacío.

No sé si aquella mujer, a la que cualquier político se apuntaría hoy a hacerle un homenaje o dedicarle una calle, habría leído El Quijote, tampoco sé si Juana Orta lo ha leído. Juana tenía casi setenta años y muchos problemas de salud cuando el 14 de junio de 2009, ocho vehículos de la Guardia Civil del que bajaron quince agentes, entraron en su casa, se la pusieron patas arriba y ella fue sacada esposada y acusada de complicidad con una presunta trama de liberación de un presunto etarra que presuntamente intentó matar al rey, indicios por los que, de hecho, cumple condena en la prisión de alta seguridad de Huelva. La escena fue contemplada, entre el mutismo, por todos los vecinos de la Barriada de Isla Chica.

Juana, que es muy conocida en Huelva por su activismo ciudadano y su compromiso con la causa ecologista, también está en la Asociación pro Derechos Humanos de Andalucía. Además de este voluntariado, también acogía a familiares de presos que tenían que venir de lejos para ver a sus familiares. Generalmente, presos vascos que están internos en la cárcel de Huelva debido a la política de dispersión del gobierno.

A Juana la detuvieron por algo tan hispánico como antiguo: Había acogido en su casa a la novia de un preso vasco, es decir, se había contaminado, manchado, asociado a los impuros. Inmediatamente la prensa burguesa, siempre al servicio del Ministerio del Interior y las fuerzas policiales, saltándose a la torera cualquier código deontológico y haciendo gala de su capacidad de intoxicación desinformativa, la acusó de «conocida abertzale» y se la consideró miembro de una presunta estructura de apoyo a la fuga de presos de ETA.

Actualmente, Juana está en libertad sin cargos porque obviamente no han podido demostrar que esté implicada en ninguna operación como la comentada, aunque esto no la libró de tener que acudir, el 20 de junio de 2009, a la Audiencia Nacional de Madrid a responder de estas acusaciones, allí, el juez Fernando Grande-Marlaska la dejó en libertad sin ningún tipo de medida cautelar.

El 15 de enero de 2009, el comandante Chesley Sullenberger aterrizaba un Airbus en el río Hudson y se convertía en la viva imagen del héroe americano. Todos se lo rifan, el alcalde de New York, el presidente Bush, Obama, la superbowll… pero la auténtica heroicidad del piloto aún no se había producido. Ésta tuvo lugar cuando fue al Congreso de los Estados Unidos. Allí, delante de los políticos, les dijo cómo estaban las cosas para los trabajadores, ahogados en hipotecas, con los sueldos congelados, los horarios extenuantes, la falta de pensiones y seguro médico, etc. y siguió hablando hasta que vació la sala, porque los congresistas no estaban allí para que Sully les tirara de las orejas. A partir de ese día, el comandante Chesley Sullenberger dejó de ser noticia. No ha vuelto a salir en los medios.

¿Quién es el héroe? ¿Las mujeres que esperan a la puerta de la cárcel? ¿La que ofrece naranjas a la cuerda de presos? ¿La que se solidariza con los familiares de los presos olvidando que en cualquier estado fascista la culpa es genética, hereditaria y contagiosa? ¿El que habla no para decir lo que el poder quiere que diga sino para poner sobre la mesa una realidad ocluida y que no se quiere oír? ¿Quién es el héroe? Los ejemplos que hemos presentado encarnan las virtudes que todos pregonamos: solidaridad, ayuda mutua, compasión, caridad… Todas estas virtudes son valores reconocidos y alabados comúnmente y, sin embargo, todos esos héroes se la jugaron en una apuesta que nadie quiere ni pretende igualar, porque la acción del héroe rompe con el mismo estatuto de la virtud, que es siempre convencional, impuesta, ajena, decorativa… por eso la proeza del héroe causa extrañeza y se convierte en una práctica excepcional cuando surge en su plenitud ejemplar y desinteresada, esa misma que, por definición, el poder del Estado rechaza por atentar directamente a su naturaleza autoritaria, totalitaria y excluyente.

La paradoja es que mientras el mismo Estado recoge y publicita estos valores como dignos de compartir, criminaliza a aquellos que se atreven a llevarlos hasta sus últimas consecuencias, porque, en realidad, para el Estado no hay más héroes que los que él inventa a su imagen, utilidad y conveniencia, productos para un mundo desengañado que no cree en la posibilidad de lo heroico.

La proeza del héroe puede servir tanto para negar la inercia viciosa del mundo y la naturaleza corrupta del Estado que la anima, cuando esta proeza no perjudica sus intereses, como para criminalizar al sujeto virtuoso que no sólo hace lo que está bien sino que también ejemplifica por qué está bien el hacerlo.

El mundo del héroe es la aventura, el tiempo pleno de arriesgar la vida, de llevarla al límite, de ofrecerse, de decir la verdad… y en un mundo aterrado, anestesiado, sumiso, domesticado, gris, mezquino, avariento y mentiroso las tareas del héroe le sitúan fuera de la norma y  la normalidad y, por tanto, solo le cabe esperar ser criminalizado, porque la criminalización es también la coartada de los mediocres.

Catón, antes de suicidarse, dijo: Si he combatido con tanta obstinación no ha sido por ser libre, sino por convivir entre libres. En efecto, ser libre es mucho más fácil, conlleva mucho menos riesgos que querer convivir entre libres, que es también querer luchar contra la instrumentalización de las personas, contra su reducción a lo utilitario y mercantilizable.