Mercadona contra Andalucía (II): las relaciones con proveedores y la desarticulación económica del territorio

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Mercadona se presenta en sociedad con una imagen extremamente cuidada de empresa modélica. Su «modelo de gestión de calidad total» basado en 5 componentes de lo que denomina la «cadena agroalimentaria sostenible» son el cliente (al que llama «jefe»), el trabajador, el proveedor, la sociedad y el capital. De estos elementos el que mayores críticas ha levantado, sobre todo por parte de organizaciones agrarias y pequeñas empresas industriales locales, ha sido el proveedor, así lo vimos en el documental «el fenómeno Mercadona» de Jordi Évole.

En su página web, Mercadona indica que tiene relaciones con 2.500 proveedores y con 126 «interproveedores». La figura del «interproveedor» es la de una empresa de gran dimensión con quién se establecne contratos «estables» de abastecimiento, sobre todo de producción de «marcas blancasEstas marcas no son propiedad de las empresas que producen si no de la empresa que distribuye y que contrata con una empresa de su elección la fabricación del producto. Mercadona es propietaria de las marcas Hacendado, Bosque Verde, Deliplus y Compy que ocupan más de la mitad de sus lineales. El menor precio así como la imagen de «calidad» y aceptación masiva del consumo  hace de estas marcas la principal pieza que explica los elevados beneficios el proceso de expansión de Mercadona.

A Mercadona le interesa comprar un producto homogéneo, a bajo precio y en grandes cantidades por lo que contrata con grandes empresas y no con empresas familiares o cooperativas locales. Aunque Mercadona argumenta su «compromiso» con los proveedores, la realidad es que tiene la capacidad de cambiar de proveedor cuando lo desee.  Tomemos el aceite de oliva como ejemplo. En 2008 Mercadona expulsa a decenas de marcas de su lineal, incluida la antigua Hojiblanca, hoy Dcoop, que agrupa a numerosas cooperativas andaluzas. Durante años el grupo portugués Sovena ha sido el proveedor exclusivo cuando el 100% del aceite de Mercadona era de marca blanca. Ello implicaba un gran riesgo para la empresa proveedora ya que hasta el 50% de las ventas las absorbía Mercadona.  Pero así Sovena ha doblado su facturación en 5 años para convertirse en una de las 4 principales macro empresas comercializadoras de aceite en España. Ahora es posible que Sovena haya perdido hasta un 15% de sus ventas cuando Mercadona ha decidido incluir de nuevo otras marcas en sus lineales entre ellas las andaluzas Acesur (Sevilla), Dcoop (Málaga), Maeva (Granada) y Oleoestepa (Sevilla). Ahora estas empresas andaluzas también han entrado en la dinámica de Mercadona: crecimiento bajo control, presión y dependencia.

La dinámica de Mercadona implica una enorme presión en la cadena agroalimentaria que alcanza a la industria y al sector agrario, recorriendo todo el territorio andaluz. El poder de compra de Mercadona y sus bajos precios impone una extrema competencia entre empresas productoras que activa la concentración empresarial dejando fuera a las pequeñas empresas locales, a menudo las más vinculadas a agricultores familiares y pequeñas cooperativas de pueblos andaluces. Mercadona tiene el poder de imponer condiciones de «calidad» a sus proveedores que implican un férreo control sobre ellos. Al imponer bajos precios a las empresas productoras estas tendrán que reducir costes. Ello implica tensiones con las y los trabajadores, ya que los salarios son importantes en los costes empresariales, así como presiones para reducir los precios de las materias primas. De esta forma las presiones de bajar precios de Mercadona se trasladan a la industria que los traslada a otros sectores como el agrario en el caso de los alimentos.

Así lo que Mercadona denomina «cadena agroalimentaria sostenible» es en realidad una cadena donde el poder lo tiene Mercadona y que traslada tensiones en forma de bajada de precios a los demás sectores, cada vez más dominados por grandes empresas, siendo la gente que trabaja en el campo el eslabón más débil.  Intentar producir más a bajos costes en el campo se traduce en procesos de intensificación agrícola y en la expansión de monocultivos que tiene tanto impactos ambientales como sociales para agricultores cada vez con menos ingresos y para trabajadores agrícolas, a menudo inmigrante,s pero no sólo, con menos jornales, muy bajos salarios, fuerte estacionalidad laboral y precariedad vital. La dinámica afecta a gente y territorios en toda Andalucía que se van desarticulando cada vez más.