En un artículo recientemente publicado por los integrantes del equipo científico del proyecto de la Expedición León Levy en Ascalón en la Revista Science Advances[i] se aportan los datos del análisis de ADN de los huesos de una serie de individuos pertenecientes al pueblo conocido como peleset por los egipcios y como filistim (filisteos) por los hebreos, asentados entre el siglo XII y el II antes de nuestra era en la franja de Gaza, en el territorio denominado por este motivo Palestina desde el emperador Adriano. Dichos análisis indican que el acervo genético de los restos humanos correspondientes a los primeros filisteos (s.XII a.n.e.) presentan “importantes niveles” de su material genético originario del Mediterráneo occidental y en concreto de la Península Ibérica, lo cual se añade la existencia de restos de prácticas culturales exóticas con respecto al resto de poblaciones de la región, como la escritura, la cerámica, o el muy significativo consumo de cerdo.
Esto me trae el recuerdo del genial Miguel Romero Esteo, andaluz nacido en Montoro-Córdoba (1930) y afincado hasta su muerte en Málaga (noviembre 2018). Su obra fundamental pertenece al género de la dramaturgia, por la que, a pesar de que la mayor parte de sus piezas, por su indescriptible originalidad, jamás han sido representadas, fue reconocida, entre otros, con el Premio Nacional Español de Literatura Dramática (2008), el Premio Andalucía de Teatro (1992) y el Premio del Consejo de Europa (1985). Pero además de esta obra, aunque en su mayor parte muy relacionada con los temas de su teatro, Miguel Romero es autor de otros muchos trabajos de carácter poético, periodístico y ensayístico, entre estos últimos varios sobre Tartessos, foco en la que se enraízan sus dos últimas tragedias publicadas (Tartessos, 1983 y Liturgia de Gárgoris, rey de reyes, 1987). En uno de sus ensayos, Tartessos y Europa, 2002, en contra del que denominaba prejuicio orientalizante de la ciencia oficial, fuertemente influida por el pensamiento judeo-cristiano, según el cual todo ha venido de oriente (entendiendo por tal oriente medio y el Mediterráneo oriental), planteaba, coincidiendo con Blas Infante, su idea del origen muy antiguo de esta primera civilización europea. Y no sólo esto, sino que el autor, a partir del estudio de las fuentes griegas y latinas originales y del análisis lingüístico comparado, sostiene que, por el contrario, será desde Tartessos de donde se transfieran las semillas de la civilización a esas regiones que han quedado establecidas como su cuna.
Mira por donde los análisis genéticos vienen a dar la razón a quien, desde la académica arqueológica española y andaluza, inspirada por el rechazo del supuesto chauvinismo andalucista del que estaría pecando, ha sido ninguneado, cuando no considerado poco menos que como un iluminado, por ir en contra de la teoría filofenicia que, impugnando a Adolf Schulten y Juan de Mata Carriazo, reduce lo tartésico a una pura fantasía romántica. Donde los citados Schulten y De Mata, como Infante y Romero, ven la más antigua civilización autóctona del occidente europeo enriquecida por los intercambios con la presencia fenicia en diferentes enclaves del suroeste y la costa mediterránea peninsular, la teoría dominante la reduce poco más que a un mero subproducto de lo fenicio, atribuyendo a este, una indiscutible supremacía, aceptando acríticamente el dogma orientalista, aunque el propio origen de los fenicios sea actualmente puesto en tela de juicio.
La construcción de Andalucía como sujeto político soberano necesita el conocimiento por parte del pueblo andaluz de las raíces de nuestra identidad histórica, sin caer en esencialismos, pero sin renunciar a los fundamentos sobre los que se ha venido construyendo su realidad actual y la dotan de su originalidad y especificidad. La reivindicación de Tartessos que hace Miguel Romero Esteo, desde una inquietud puramente intelectual y sin compromiso ideológico andalucista, y la obra dramática inspirada por esta primera civilización europea, son, por lo tanto, merecen ser rescatadas del ostracismo al que se han visto sometidas y “ponerlas en valor”, no sólo por su indudable calidad artística, sino por su utilidad para el reconocimiento de las raíces de nuestra identidad como pueblo.
[i] Michal Feldman, Daniel M. Master, Raffaela A. Bianco, Marta Burri, Philipp W. Stockhammer, Alissa Mittnik, Adam J. Aja, Choongwon Jeong, Johannes Krause (2019) Ancient DNA sheds light on the genetic origins of early Iron Age Philistines. Science Advances, 5(7) eaax0061
DOI: 10.1126/sciadv.aax0061