Con la pandemia del Covid-19, las inversiones de capital foráneo en la agricultura andaluza aumentaron. Durante 2022 se están alcanzando las cotas más altas de los últimos 15 años en las compraventas de fincas rústicas, según los datos que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE).
“Compren tierra, que no se fabrica más”
Las consultoras del capital están creando áreas de “Agribusiness” o inversión-especulación agrícola, y no son pocas las que analizan en profundidad las oportunidades que supone el campo andaluz para ganar dinero. Hoy día, la economía andaluza está siendo más y mejor estudiada por estas consultoras privadas que por centros universitarios e investigación pública. Esto hace que hace que, lógicamente, los resultados obtenidos pongan a Andalucía al servicio de intereses privados, olvidando los objetivos del bien común y la mejora de la vida de la gente, de toda (tenga o no tenga capital).
De esos estudios de consultoras privadas se pueden sacar algunas conclusiones de interés. Por un lado, que inversores que antes centraban su atención en el ladrillo, ahora ven la actividad agraria andaluza como un foco de negocio. “Son activos muy seguros para los inversores. Son resilientes. Lo fueron en la crisis de 2007 y en la del coronavirus”, indica un experto de estas consultoras. Los inversores ven los activos agrarios, la tierra de Andalucía, como un escudo frente a la subida de precios. En periodos de alta inflación aumenta el valor de las fincas pues son «productos de la economía real», indican, y se revalúan al mismo ritmo que el conjunto de la economía. “Compren tierra, que no se fabrica más”.
«Plantaciones llave en mano»
Es posible aproximarse a una tipología básica de estos capitales que se están apropiando del campo andaluz. Por un lado están las denominadas “family office” o sociedades patrimonialistas que canalizan fortunas familiares (andaluzas, españolas o de otras nacionalidades). Por otro lado, los fondos de capital riesgo, que se caracterizan por marcarse un horizonte temporal para rentabilizar la inversión («están 10 años y después salen, la venden»). En tercer lugar se encuentran inversores inmobiliarios tradicionales como los fondos de pensiones y las aseguradoras (compran una tierra y buscan un arrendatario que la trabaje y que abone una renta anual). Por último se encuentran los fondos de inversión que buscan terrenos para instalar plantas de energías renovables, lo que sirve para relacionar claramente el control por capitales foráneos de dos recursos estratégicos: la tierra y la energía. Esto hace que estén muy revalorizadas las fincas cercanas a subestaciones eléctricas con capacidad de evacuación (necesarias para los megaproyectos de energías renovables).
En general, los fondos de capitales buscan fincas “buenas y grandes”, de 500 hectáreas o más, y con posibilidades de regadío, fundamentalmente para cultivos leñosos (olivar, almendro, avellana, aguacate y cítricos). Con buena parte de la actividad económica seriamente afectada por la pandemia, el olivar aumentó en 2021 su superficie en Andalucía en más de 10.000 hectáreas (cerca de un 2%, para una superficie total de 1,6 millones de hectáreas). Estos fondos están detrás de las operaciones de mayor envergadura y de la mayor parte de las nuevas plantaciones, superintensivas o intensivas casi al 100%. La vinculación entre estas plantaciones, los fondos de inversión y el sector inmobiliario puede verse en el eslogan de una gran empresa de plantación de olivos: «Plantaciones llave en mano«.
Libertad para gestionar nuestros recursos
No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, dice el refrán. Los refranes no tienen por qué ser ciertos. Al menos en todos los casos. Desde el neoliberalismo, conservador o progresista, se apuesta por el mayor protagonismo posible de la iniciativa privada. Para que el mal siga durando mucho más de cien años. Las políticas neoliberales no significan menos leyes y regulación, o que desde los Estados se gaste menos dinero, sino que esos recursos y leyes se pongan estrictamente al servicio del capital privado (como por ejemplo los fondos europeos Next Generation). Además de políticas monetarias autoritarias (sin control democrático) donde el único objetivo es mejorar las condiciones de revalorización del capital. Estas políticas han generado un exceso de liquidez que se convierten en munición para que los grandes fondos de inversión-especulación puedan aumentar la compra y control del sector agrícola andaluz. En estas políticas podemos rastrear causas esenciales de la actual financiarización del campo andaluz.
Esta financiarización va en contra de la economía y la democracia en Andalucía. Como dice Jule Goikoetxea, el objetivo y la idea de gobierno democrático y de soberanía popular siempre ha sido garantizar que las comunidades políticas se reproduzcan a sí mismas como ellas decidan. Por tanto, hay que relacionar la democracia con la capacidad que una comunidad política tiene, es decir, con la soberanía material necesaria para poder decidir y llevar a cabo las decisiones que toma la población. Estos procesos de control de la tierra y la actividad agrícola (y la energía, y los ahorros, y los datos, etc.) por parte de grandes fondos de capital van en contra del autogobierno, de la autonomía, de la democracia. La financiarización del campo andaluz es un proceso que nos aleja de la democracia, de la capacidad de autogobernarse de las personas que vivimos en Andalucía.
Sentencia Carlos Arenas en su último libro: “Los pueblos pobres son aquellos que carecen de la libertad para gestionar sus recursos, los que carecen de los medios para desarrollar plenamente sus potencialidades.” Es necesario un cambio radical si queremos dejar de ser un “pueblo pobre”. Precisamos de una transformación capaz de dotarnos de la libertad o autonomía para gestionar nuestros propios recursos, sin la rapiña del capital propio o ajeno. Rapiña que avanza a una enorme velocidad ante nuestra ceguera. Ante nuestra tremenda y trágica ceguera.