Por otra economía para Andalucía

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Los promotores del Manifiesto por una economía ecológica en la Andalucía postCOVID19, que acaba de presentarse, hemos querido “subrayar, desde Andalucía, la urgencia de abrir nuevos espacios organizados colectivamente desde lógicas diferentes a las del lucro, el crecimiento y la acumulación de capital que hoy nos inundan”, en una encrucijada que nos obliga a clarificar lo que está en juego a la vez que a plantearnos hacia dónde mirar, hacia dónde ir. En lo que sigue me voy a referir no tanto al Manifiesto, disponible aquí, como a algunas de las implicaciones que de él se derivan.

Una de ellas es que la crisis en la que estamos la podemos mirar de dos maneras. Mirada desde arriba, desde el discurso económico dominante, se habla de crisis cuando se interrumpen las condiciones que hacen posible que el capital se pueda revalorizar, que es el objetivo del sistema. Desde esta perspectiva, resolver la crisis consistiría en restaurar las condiciones para la acumulación del capital, que fueron interrumpidas. Básicamente se trataría de restaurar el crecimiento económico. Un crecimiento ciego ante los daños ecológicos y sociales y que en el caso de la economía andaluza significa acentuar el extractivismo, profundizar su desventajosa posición. Esta es una mirada desde dentro y equivale a decir: no hay vida al margen de los circuitos de acumulación del capital. Desde esta mirada lo que la crisis pone en peligro es la revalorización del capital.

El Manifiesto utiliza una mirada que se sitúa en las antípodas de la anterior; lo que hoy está en peligro es la vida como resultado de tener como objetivo la acumulación de capital. Por eso lo que se propone no es una economía para sostener la acumulación; es una economía para sostener la vida. Y ¿dónde se sostiene la vida? Fuera de los circuitos de acumulación de capital. Dentro de esos circuitos, la vida se ve amenazada, se deteriora, se destruye. Pero esto que se acaba de decir, que la vida se sostiene fuera de la acumulación, es algo encubierto por la economía convencional. Por eso en el Manifiesto se dice que la economía convencional es una economía encubridora. ¿Qué es lo que encubre y cómo?

Esta economía niega algo que el coronavirus ha puesto de manifiesto de una forma contundente: que somos vulnerables y que somos interdependientes, que nos necesitamos. El enfoque convencional de lo económico niega esta evidencia desde una representación de la economía como una esfera autónoma, cerrada y aislada en el universo de los valores monetarios. Una economía que se separa, se desgaja del resto de esferas de lo social y de lo ecológico, gobernando a su vez sin paliativos la totalidad de la existencia humana y no humana. Desde ese aislamiento, desde esa aparente autonomía trata de ocultar su carácter esencialmente parasitario, que se manifiesta en tres dependencias. La dependencia de los cuidados, a cargo mayoritariamente de las mujeres en los hogares; un trabajo del que se apropia el sistema y que le resulta imprescindible para poder funcionar. La dependencia de la naturaleza, de la que se pueden extraer y deteriorar sus “recursos” gratuitamente y sin reponerlos, tomándolos al coste de extracción; y se encubre asimismo la explotación de los países y pueblos del Sur, como Andalucía, que se dedican a exportar naturaleza en un intercambio desigual que supone la apropiación desde fuera de la riqueza aquí generada.

Para encubrir esta apropiación de riqueza en las tres esferas mencionadas se utiliza lo que José Manuel Naredo[i] viene denominando la metáfora de la producción. En el caso de la naturaleza, llamando producción a lo que es mera extracción. Para la explotación de género, colocando este dominio fuera de la esfera “productiva”, fuera de lo monetario. En el caso de la economía andaluza el encubrimiento de la apropiación de riqueza se relaciona con la no contabilización monetaria del deterioro de nuestro patrimonio natural, y con criterios de valoración de los intercambios que se imponen desde centros de poder que están lejos de Andalucía.

La cuestión es que, como en un iceberg, para que este sistema se mantenga a flote es imprescindible que la base que lo sostiene permanezca invisibilizada. Se invisibilizan las tareas de cuidados no remuneradas, las relaciones asimétricas con la naturaleza y el intercambio desigual que supone la dedicación de Andalucía como exportadora de naturaleza a cambio de una muy escasa remuneración. Se invisibiliza, se oculta la dominación sobre estas esferas y al mismo tiempo no se reconoce a los sujetos que se encargan de ellas. Así, las mujeres y los países y pueblos del Sur como Andalucía son realidades subordinadas, subalternizadas, inferiorizadas. El Manifiesto propone una economía centrada en la sostenibilidad de la vida que permite visibilizar estas realidades negadas y también activar su reconocimiento como sujetos políticos con capacidad de decidir sobre los asuntos que les conciernen. Un reconocimiento que es condición básica para liberarlas de la subalternidad y un componente imprescindible de cualquier proyecto emancipatorio.

Desde estas premisas se propone para Andalucía una economía en la que el modo de garantizar la capacidad de cuidarnos y cubrir nuestras necesidades básicas pasa por hacernos cargo de ellas colectivamente, a través de formas cooperativas, comunitarias y autoorganizadas de trabajo que hagan retroceder, el trabajo asalariado, dependiente y servil, que, lejos de liberarnos, hoy nos hace esclavos. Se iría así, como se señala en el manifiesto, “en la dirección de ir reduciendo los ámbitos gobernados por el capital y amortiguando las cuatro fuentes de conflicto entre el capital y la vida: la explotación del trabajo asalariado, el patriarcado, la explotación de la naturaleza y la de los pueblos dedicados al extractivismo como es el caso de Andalucía”.

Una mirada desde fuera del poder que conlleva el rechazo de las categorías básicas sobre las que se sostienen la modernidad y el capitalismo: producción (y crecimiento económico), trabajo, valor, dinero y mercancía, categorías cuya aceptación por parte de la izquierda tradicional explica hoy en gran medida su crisis y la de su proyecto emancipatorio. Una crisis que resulta de asumir como elementos indispensables para la vida los principales ejes que alimentan hoy su destrucción.

Para que las propuestas del Manifiesto puedan prosperar no podemos contar con quienes desde el sistema político mantienen un orden en descomposición construido en beneficio de una élite que a la vez que se estrecha concentra cada vez más riqueza y más poder. De modo que la transición de Andalucía hacia otra manera de organizar lo económico sólo podrá llegar desde abajo, desde un nosotros y nosotras inclusivo que haga posible la ocupación y la expansión de espacios de autonomía, de autogestión, descentralizados, desmercantilizados, despatriarcalizados y descolonizados, fuera de la ideología de la codicia, que es la que alimenta la lógica de la acumulación.

Una lógica que está tratando de imponerse a toda costa, utilizando todos los medios que el poder tiene a su alcance, que son muchos; entre ellos la fuerza mediática, el miedo, la violencia, la represión, la exclusión o los recortes de derechos y libertades. De ahí la importancia de una toma de conciencia generalizada y el fortalecimiento de los vínculos, del tejido social y los movimientos sociales. Como también es importante el compromiso de profesores y alumnos de las universidades andaluzas para  favorecer una aproximación a la realidad desde un pensamiento crítico con una mirada propia, sin la mediación de las gafas construidas por el pensamiento hegemónico, defendiendo epistemologías y conocimientos que empujen en la dirección hacia la que se apunta en el Manifiesto.

[i] La aparición y la evolución del concepto de producción y sus implicaciones han sido ampliamente tratados en la obra de José Manuel Naredo desde 1987, fecha en la que apareció su libro La economía en evolución, (siglo XXI), del que hay una edición última ampliada y revisada en 2015.

Intervención del autor en la Presentación del Manifiesto por una economía ecológica en la Andalucía postCOVID19 el 10 de junio último.