Los márgenes de la democracia española son más que estrechos. Por lo menos hacia lo que se llamaba la izquierda. Por eso se le llama al PSOE de izquierdas. Aunque sería más homologable, con la realidad del socialismo desde 1977, la de un partido de centro liberal progresista como el grupo político liberal de Práxedes Mateo Sagasta. Porque hacia la derecha se pueden incluir hasta los grupos más mocorroños, más de extrema derecha, como miembros del complejo de partidos del régimen. Así ha sido desde hace treinta años como ya he escrito en este Portal en diversas ocasiones. Ahora vuelvo a insistir en el tema por lo ocurrido estas últimas semanas con los llamados contactos del PSOE con la sociedad civil organizada.
Durante estos días, sin ningún pudor, se están utilizando todos los recursos disponibles para ir preparando el camino hacia unas posibles nuevas elecciones o dejar claro quien “es la izquierda” en este país. Se piensa que de esta forma o gracias a los resultados electorales se alejarían definitivamente a los grupos un poco más a la izquierda de tocar alguna chicha de poder. Los que antiguamente se llamaban poderes fácticos lo ven como un peligro para seguir ganando a mansalva incluso en situaciones de crisis que más se parecen a una estafa. Tampoco hay que olvidar que concebidos los partidos como empresas, qué supondría tener que compartir el mercado representativo que ahora es casi un monopolio del PSOE. Tanto en pérdidas de empleos como en la representación política y social de que hay un grupo capaz de gobernar “más” a la izquierda. No se trata siquiera de que Unidas Podemos pueda hacer tambalear a algunos de los pilares del sistema, No. Se trata tan sólo que, como manda la tradición carpetovetónica, eso de repartir con sentido social, siquiera parte, las ganancias no va con quienes se están forrando.
Como la mercancía que se quiere vender huele hay que envolverla en el papel celofán que da reunirse con el activismo social. El PSOE, como partido de régimen, ha querido hacer creer que tiene la sensibilidad suficiente para oír a esos grupos que suelen ser un incordio. En especial cuando van por libre. Ya se sabe que los incontrolados por el poder suelen presentar problemas. También, como en el caso de la oferta para llegar a un gobierno de coalición, el continente está por encima del contenido. Lo importante es la reunión, no que esta sea una especie de monólogo, sin orden del día previo y mucho menos estudio de propuestas, en el que los invitados tienen un tiempo tasado para contar su memorial de agravios en el caso de que no sean amigos, y los anfitriones cantan a la amistad y aseguran que se han comprado audífonos para escuchar las olas sociales. Lo importante era la foto y los titulares de prensa, Internet, etc. De ahí el chasco con el se recibieron las propuestas supuestamente recogidas en el documento del PSOE.
Nada quedó recogido en las más de trescientas medidas en el caso de la memoria histórica, perdón ahora democrática. Pero ni siquiera quedó claro quien invitaba. ¿El presidente del gobierno en funciones?, ¿el secretario general del PSOE? Aunque en el fondo da igual con el desahogo con el que, por lo menos en Andalucía, estamos acostumbrados. Cuando hablamos de régimen, de partidos de régimen, la línea que separa los intereses particulares de los públicos, lo que es de uno o del colectivo, se van difuminando hasta ser casi imperceptibles y transitables sin necesidad de ningún pasaporte ético.
Una vez más queda claro el mínimo interés que existe por dar espacio a los movimientos sociales. La única representatividad pública queda exclusivamente en manos de los partidos y del sistema de representación vigente. Ni siquiera son capaces de darle algún margen de actuación. Son considerados molestos cuando no enemigos. Por eso lo de al enemigo ni agua. Por eso se trata de desmantelarlos cuando no se pueden convertir en decorados, compañeros de viaje o espantajos con los que amenazar al otro partido del régimen. Ese con el que no hay problemas en acordar reformas constitucionales express con nocturnidad y estiaje, anteponer el estómago monárquico al corazón republicano, abrir sendas de privatizaciones o apoyar concepciones estrechas de la concepción territorial del Estado. Por poner algunos ejemplos.
Es lo que hay. Ni más ni menos. Así que a no olvidarlo.