Reflexiones sobre la soberanía

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Soberanía. Palabra denostada, planificadamente denostada por el poder establecido,  cuando se invoca en términos políticos desde las bases de la sociedad. Incluso toma la palabra soberanista y la lanza como un insulto. No es de extrañar, el poder suele demonizar lo que les molesta, lo reconvierte en insulto  y lo lanza a través de los medios de comunicación. Así se crea la opinión pública. Palabras como radical o antisistema tienen el mismo tratamiento.

Es como para pensar que algún contenido importante tienen que tener estas palabras cuando se  las demoniza.

¿Qué es soberanía? Desde un punto de vista personal: cualidad del que está por encima de carencias, limitaciones, acosos exteriores… supone ser dueño de si mismo y no subordinado a nadie por imposición.

Debería ser objetivo de toda persona. La persona como ente social está abierta a otras personas, interrelacionada, es colaboradora, solidaria, receptora, goza de soberanía. Sobre esta interrelación mutua de dar y recibir, de compromiso de derechos y deberes,  se funda la Declaración Universal de Derechos Humanos. Su razón de ser es que toda persona alcance la soberanía como expresión de la dignidad inherente a toda persona.

Precisamente, por ser un ente social, la persona deja de ser individuo y se interrelaciona con otras personas, sean de su familia, de su barrio, de su ciudad y sobre todo de su Pueblo. Llamo Pueblo a esa comunidad humana en la que una persona ha nacido o está inserta, que ocupa un territorio definido que siente como suyo, que es depositaria de unas tradiciones históricas de las que se siente heredera, una comunidad en la que la persona, siente compartir cultura, lengua, modo de hablar, mitos, costumbres, música, paisaje, paisanaje… Una comunidad humana en la que encuentra sus señas de identidad  y con la que se identifica. Una comunidad humana en la que han ahondado sus raíces y a la que  siente pertenecer. Una comunidad humana que le ofrece seguridad, soñar el futuro y la posibilidad de unir sus fuerzas a quienes han luchado y siguen luchando por mejorar la vida del conjunto. Refiriéndonos al Pueblo Andaluz diremos que es ahí adentro donde el ciudadano podrá tomar conciencia de su situación y comprobar la necesidad  de que  Andalucía sea reconocida sujeto político merecedor de una soberanía  recapituladora de todas las demás soberanías:  sobre el territorio,  alimentaria,  energética, cultural y sobre todo soberanía económica.

La consideracón de Pueblo necesariamente debe partir desde dentro siendo posterior el respeto y el reconocimiento ajeno.

Alguien  puede decir que pasa de todo esto, porque se siente ciudadano del mundo. Hay un autor que dice:” Si quieres hablarme de lo universal, háblame de tu Pueblo”. Las nubes, hasta hoy, no han sido buen lugar para echar raíces.

La Declaración Universal de  Derechos Humanos en su artículo 21.3 reconoce que la voluntad del Pueblo es la base de la autoridad del poder político. Desde Rousseau se viene reconociendo que la soberanía reside en el Pueblo. Pero con tantas interpretaciones cabe preguntar  ¿de qué pueblo estamos hablando?

Los poderes estatales han tenido y tienen en general un trato muy despreciativo a los Pueblos, han confundido a la ciudadanía y les han hurtado derechos. Así, el Estado español, pasando por encima de pueblos como el pueblo andaluz, residencia la soberanía en una amalgama inconsistente que llama el “pueblo español”. Además impone la “unidad de destino en lo universal” a golpes de art. 155 y razón de ser del ejército.

La soberanía personal, totalmente legítima como aspiración, se traslada al Pueblo, lugar donde se hace posible la emancipación y la construcción personal mediante el derecho a decidir. Persona y Pueblo se complementan y se identifican en derechos.

Independientemente  de otras razones  que puedan  sustentar la reivindicación del derecho a la soberanía de Andalucía, el hecho de que los derechos humanos se extiendan de la persona al Pueblo Andaluz lleva a que en Andalucía  hayan de disfrutarse a plenitud. Si en la cumbre de las derechos está el derecho de soberanía, su negación a Andalucía viene a ser negación del mismo a los andaluces, sin soberanía de Andalucía no cabe asegurar disfrute pleno de derechos de los andaluces. La Declaración Universal de Derechos Humanos que dicen reconocer quedaría mermada en su contenido si   reconociera una soberanía que en concepto político significa” capacidad política  que tiene un Pueblo  para determinarse, manifestarse y tomar decisiones con independencia de poderes externos”. O si queréis esta otra definición de E. Che Guevara: “La soberanía nacional significa, primero, el derecho que tiene un país a que nadie se inmiscuya en su vida”.

Independientemente del derecho de soberanía que Andalucía tiene como Pueblo, Andalucía no debe aquietarse ante un Estado que arrogándose un poder soberano, la entrega a poderes extraños que se han inmiscuido hasta los tuétanos de su vida.

Antes de terminar quiero salir al paso de algunos infundios contra la soberanía: política egoista, actitud excluyente, cerrazón, política desfasada… Sin prejuzgar a nadie, júzguese a la blindada Europa Fortaleza, la Europa de los estados que se ha negado a ser la Europa de los Pueblos. Me detengo  en la Andalucía soberana que con el derecho a decidir se abre a mayores potencialidades mediante la federación, la confederación u otras formas de vida en libertad.

El expolio debe acabarse, la tradicional lucha por la emancipación debe intensificarse, el nivel de conciencia y pertenencia a Andalucía debe ahondarse, y la soberanía sigue siendo objeto de conquista. Termino con unas  palabras de Periko Solabarría, luchador por la soberanía de Euskalerría: “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”.

Autor: Jesús Roig. Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía.