Santa Sofía de Estambul y la Mezquita de Córdoba

1925

Recep Tayyip Erdogan, en la visita que realizó a la Mezquita-Catedral de Córdoba en febrero de 2010, cuando era primer ministro de Turquía, elogió la medida tomada por su país de convertir Santa Sofía en museo y se mostró crítico con el hecho de que la Mezquita siguiera teniendo culto católico en lugar de seguir el ejemplo del edificio bizantino. Erdogan acaba de darle un vuelco a la historia, priorizando en su agenda la islamización de su país. Ello, entre otras cosas, se ha traducido simbólicamente en la apertura de puertas de la basílica al culto musulmán, para que vuelvan a rezar allí las cinco oraciones diarias. Un dirigente que presumía de europeísta convencido y se definía como musulmán, turco, demócrata y dirigente de un Gobierno laico, se ha convertido al nacionalislamismo.

Europa ha sido bastante responsable al resistirse que Turquía fuese miembro de la Unión Europea, lo que ha llevado al Gobierno turco a endurecer sus posiciones, radicalizando su discurso islamista. Erdogan llegó a decir que no desean la armonía entre civilizaciones aquellos que no se hacen a la idea de ver a Turquía en la UE. Europa incorporó a los países nacionalcatolicistas de Hungría y Polonia mientras rechazaba a Turquía por tener una población mayoritariamente musulmana. Este rechazo ha supuesto que el pueblo turco padezca aún más las políticas extremistas y excluyentes de su Gobierno: no hay libertad de prensa, la información está confiscada, la justicia es una pantomima, encarcelando a los magistrados insumisos, las cárceles acumulan decenas de miles de presos políticos y han cesado a 150.000 maestros y profesores por defender la libertad y la democracia. Asimismo, están persiguiendo a todos los contrapoderes democráticos y a las empresas que no están a su favor.

Mientras Turquía se ve sometida a todas estas violaciones de derechos humanos, Europa mira hacia otro lado con tal de que sirva de frontera a los miles de refugiados que huyen de Oriente Medio, recompensando con miles de millones de euros al Gobierno turco por esta política criminal. Esta táctica ya fue implementada hace años con los países africanos, con Marruecos a la cabeza, para frenar el éxodo migratorio, sin importar las violaciones a los derechos humanos que provocan miles de muertes a inocentes. Europa se sigue equivocando, ya lo hizo en Irak, en Siria, en Libia…, y las consecuencias las siguen pagando millones de refugiados.

Santa Sofía se ha convertido en el símbolo más contundente del retroceso ideológico del país, en vez de indagar fórmulas interculturales que iluminen al mundo de tanta ignominia. Ahora se empeñan en buscar paralelismos entre Santa Sofía y la Mezquita de Córdoba para justificar sus acciones. El ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, recordó en la cadena RT que “la mezquita de Córdoba en España, construida como mezquita en el siglo VIII, fue convertida en iglesia en el siglo XIII. ¿Se usa como iglesia hoy día? Sí. ¿Está en la lista de Patrimonio de la Humanidad? Sí. Lo que importa es proteger (un monumento), no si se usa como mezquita o iglesia”. Se le olvida al ministro que ello implica cubrir, aunque sea de manera temporal, los frescos e iconos del universal arte bizantino, ya que el islam no permite el culto con tales iconografías.

Los verdaderos paralelismos de estos dos bellos monumentos se encuentran en sus historias, sus culturas, sus religiones. Patrimonios de la humanidad representativos de los dos imperios más importantes de Europa en pleno siglo X, el Imperio Bizantino y el Califato de Córdoba.

Santa Sofía de Estambul, desde la fecha de su inauguración en el año 360 y hasta 1453 sirvió como la catedral-patriarca de Constantinopla, excepto en el paréntesis entre 1204 y 1261 que fue reconvertida en catedral católica durante el patriarcado latino de Constantinopla, establecido por los cruzados. Tras la invasión otomana, el edificio fue transformado en mezquita por orden de Mehmet II que la denominó Mezquita de Santa Sofía (Mehmet mantuvo el nombre de Santa Sofía, no la denominó “Mezquita Aljama de Estambul, antigua basílica de Santa Sofía”, como lo hubiese hecho el obispo de Córdoba). Mantuvo esta función desde el 29 de mayo de 1453 hasta 1931, fecha en que el monumento fue secularizado por mandato del presidente de la nueva república turca  Mustafa Kemal Atatürk. El 1 de febrero de 1935 fue inaugurada como museo. Mezquita principal de Estambul durante casi 500 años, Santa Sofía sirvió como modelo para muchas otras mezquitas otomanas, como la Mezquita del Sultán Ahmed (también conocida como la Mezquita Azul de Estambul), la Mezquita Sehzade, la Mezquita de Solimán, la Mezquita Rüstem Pasha y la Mezquita Kiliç Ali Pasha. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985.

La Mezquita de Córdoba, declarada patrimonio de la Humanidad en 1984, fue mandada construir por Abderramán I en el año 785, siendo ampliada hasta tres veces por Abderramán II, año 833, al-Hakam II, año 962 y Almanzor, año 987, lo que la llevó a convertirse en la segunda Mezquita más grande del mundo, con casi dos hectáreas y media. En 1236 con la conquista del rey castellano Fernando III fue consagrada al culto católico. Precisamente una de las grandes diferencias entre los dos universales monumentos es la continuidad de culto, ininterrumpido en la Mezquita cordobesa, mientras que Santa Sofía dejó de tenerlo a partir de 1930. Una vez que Santa Sofía vuelve al culto musulmán puede correr los mismos riesgos que la Mezquita de Córdoba. Al igual que el nacionalislamismo puede desfigurar la historia y la dimensión artística del monumento, el nacionalcatolicismo está dañando la imagen de la Mezquita en dos sentidos, en el histórico, adulterando su verdadera historia andalusí, y abusando del espacio del templo llenándolo de obras de arte sacro, en el mejor de los casos de escaso valor, invadiendo todo el muro de la alquibla de imágenes, muebles, y otros enseres, desfigurando la zona más sagrada de la Mezquita. Incluso llegaron a colocarse los wáteres públicos en el extremo occidental del muro. La parte más noble de la alquibla, donde se encuentra el mihrab precedido de la maqsura, fue decorada con mosaicos bizantinos, enviados por el emperador bizantino Translit Konstantinos VII Porphyrogennetos al califato Omeya, y utilizados por Alhakam II en la ampliación de la Mezquita. Debido a ello, la Unesco está obligada a seguir con mucho celo todas las actuaciones que atente contra ambos monumentos, e incluso puede llegar a la retirada de la distinción de patrimonio de la humanidad si se vulneran las causas por las que fueron declarados. La Plataforma ciudadana “Mezquita-Catedral, patrimonio de tod@s” centra su compromiso en defender al monumento de cualquier atropello.

Curiosamente la Mezquita de Córdoba pudo convertirse en un monumento laico, al igual que Santa Sofía, en el siglo XX.  La primera ocasión tuvo lugar durante la República española, que aprobó la Ley de las Congregaciones (junio de 1933) por la que se nacionalizaron todos los templos de culto. El 28 de mayo de 1936, el diputado por Córdoba Antonio Jaén Morente propondría que la Mezquita se convirtiese en el mejor museo hispano-árabe del mundo. La segunda oportunidad ocurrió en 1972 cuando el dictador Franco  apoyó un proyecto que, de haber visto la luz, habría cambiado radicalmente la Mezquita de Córdoba devolviéndola a su estado originario. Un proyecto que significaba la “purificación” del monumento, consistente en trasplantar a otro lugar de la ciudad la Catedral incrustada en el corazón de la Mezquita de Córdoba durante el reinado de Carlos V. Franco llegó a contar con el apoyo económico del rey Faisal de Arabia Saudí, maravillado cuando conoció la Mezquita en 1966, cifrado en diez millones de dólares.

Los dos templos hermanos, Santa Sofía y la Mezquita, fueron admirados por 3.8 millones y 2 millones de turistas en 2019, respectivamente. Muchas personas de todos los países del mundo abogan por convertir ambos monumentos en faros de la humanidad, epicentros del diálogo, la interculturalidad, la interreligiosidad y la paz mundial. Ojalá vengan otros tiempos que hagan posible el milagro y podamos recitar los versos del magnífico poema de Ibn Arabi:

“Hubo un tiempo,
en el que rechazaba a mi prójimo
si su fe no era la mía.
Ahora mi corazón es capaz
de adoptar todas las formas:
es un prado para las gacelas
y un claustro para los monjes cristianos,
templo para los ídolos
y la Kaaba para los peregrinos,
es recipiente para las tablas de la Torá
y los versos del Corán.
Porque mi religión es el amor.
Da igual,
a dónde vaya la caravana del amor,
su camino es la senda de mi fe.”

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Miguel Santiago
Andaluz, natural de Córdoba, y ciudadano del mundo. Profesor. Implicado en el movimiento social, que apuesta por los derechos humanos, la igualdad, la interculturalidad y la interreligiosidad.