En el campo de concentración de Mauthausen, en Austria, morir era sencillo. Gas, inyección letal, despedazamiento por perros, duchas frías en invierno, extenuación hasta la muerte, disparos en la nuca, disparos por intento de fuga, suicidio (salto al vacío, ahogamiento, descarga eléctrica en las vallas del campo, ahorcamiento), eran diferentes maneras de morir en aquel infierno.
Dos tercios de los españoles republicanos que llegaron a Mauthausen no salieron vivos de allí. En la Comarca de Los Pedroches, al norte de Córdoba, 40 de los 74 hombres deportados a campos de concentración nazis se dejaron la vida defendiendo la democracia y la libertad. Fueron asesinados y sus cuerpos quemados en hornos crematorios o enterrados bajos kilos de cal viva.
Pero no solo perdieron sus vidas, sino que la memoria de cada uno de esos hombres fue enterrada en ese pequeño pueblo austriaco. Durante décadas, su historia ha sido silenciada y no han tenido un reconocimiento por parte del Estado español hasta 2019, año en el que se reivindicó oficialmente la memoria de los deportados y deportadas a campos de concentración nazis. Sin embargo, fuera de nuestras fronteras han recibido condecoraciones, han sido reconocidos en multitud de homenajes e indemnizados en países como Alemania, Francia o Polonia. Aquí, en España, el olvido y el silencio han marcado el camino de sus memorias.
En 2005, la Asamblea General de la ONU designó el 27 de enero «Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto», en conmemoración de la liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945 e instaba a los Estados miembros a elaborar programas educativos y homenajes que inculcaran a las generaciones futuras las enseñanzas del Holocausto, para prevenir actos de genocidio; y en España, en 2019, el Consejo de Ministros instauró el 5 de mayo como “Día de homenaje a los españoles deportados y fallecidos en campos de concentración y a todas las víctimas españolas del nazismo”, para honrar la memoria de estos españoles y españolas y reconocer que representan una parte fundamental de nuestra historia democrática por su ejemplo insuperable de sacrificio y lucha por la democracia y la libertad.
Entre todas las iniciativas realizadas en todo el mundo, destaca el proyecto Stolpersteine (piedra que te hace tropezar), una idea del artista alemán Gunter Demnig que en 1993 ingenia el pequeño bloque memorial, dedicado a una persona, que se instala delante de las viviendas que habitaron las víctimas. A día de hoy, se pueden encontrar cerca de 80.000 Stolpersteine en 2.000 ciudades de 24 países.
Las Stolpersteine son adoquines cuadrados de 10cm x 10cm de hormigón cubiertos por una hoja de latón en la que se graban los datos de las personas encarceladas y deportadas para que sean colocadas en el pavimento ante los edificios o lugares donde las víctimas vivieron o trabajaron en libertad. El objetivo de este proyecto es mantener vivo el recuerdo de las víctimas del nazismo y se ha convertido en el monumento más grande del mundo sobre el Holocausto.
Belalcázar, Fuente la Lancha, Torrecampo y Villaralto son cuatro municipios de la Comarca de Los Pedroches que se adhirieron al proyecto Stolpersteine a finales de 2020 y han recibido 15 de estas piedras de la memoria que serán instaladas en el mes de junio, si el COVID-19 lo permite.
6 de ellas recuerdan a los deportados asesinados en Mauthausen, en el subcampo de Gusen: Antonio Calvo Torrico y Antonio Quintana Balsera, de Belalcázar; Eusebio Crespo Díaz, Juan Romero Arroyo y Casimiro Romero Estrella, de Torrecampo; y Miguel Orellana Madueño de Villaralto. Las otras 9 corresponden a deportados que fueron liberados de los campos de concentración de Mauthausen, Dachau o Buchenwald-Dora: Juan Manuel Fernández Colmenero, Manuel Fernández Pérez (Legión de Honor francesa en 1983), Rafael Murillo Múgica, José Paredes Quintana y Tiburcio Vigara Carrasco, de Belalcázar; Juan Robles Mellado, de Fuente la Lancha; Antonio Romero Rísquez, Juan Romero Romero (Legión de Honor francesa en 2016) y Rufo López Romero, de Torrecampo.
Con este homenaje se construye presente y futuro a través de la memoria, recuperamos una dignidad como país, como andaluces y andaluzas, y, sobre todo, reconocemos a nuestros vecinos deportados a campos de concentración nazis como defensores de la libertad frente al fascismo tanto en España como en nuestro país vecino, Francia. Un reconocimiento que llega tarde, pero que es muy necesario para visibilizar, aceptar y dignificar una parte de la Historia negada, olvidada y silenciada durante casi 80 años.
Ojalá podamos tropezar con la memoria de los otros 59 deportados en las calles de Pozoblanco, Hinojosa del Duque, Alcaracejos, Villanueva de Córdoba, Villanueva del Duque, Añora o Dos Torres. Significará que vamos madurando como sociedad y valoramos la importancia de la memoria para construir puentes presentes entre nuestro pasado y futuro.
Autoría: Cristina García Sarasa y Manuel Sánchez Jurado. Asociación Triángulo Azul Stolpersteine de Córdoba.