Me presento, soy Chari. Como trabajadora andaluza, he tenido la oportunidad de trabajar en
diversos sectores, más o menos precarios y donde se respetaban en mayor o menor medida los derechos laborales. Hoy quiero dar mi visión acerca de un sector laboral que conozco bien, el telemarketing: cómo es trabajar de teleoperadora. Lo escribo en femenino porque la mayoría somos mujeres, como bien muestran las estadísticas. Estas confirman que la pobreza tiene género femenino.
Somos esas mujeres que te llaman a la hora de la siesta e insisten en venderte algo que no quieres y te hacen enfadar. Pero lo que no sabes es que estamos obligadas a insistir, mínimo tres veces, antes de colgar. Por lo que si te llamamos y no te interesa, nos haces un favor enorme si simplemente cuelgas.
Pero, ¿cómo se llega a trabajar de teleoperadora? Bueno, primero te inscribes en un anuncio de empleo, obvio, te llaman de una ETT (Empresa de Trabajo Temporal) y te entrevistan, entonces recibes otra llamada, pero esta vez del call center para el que solicitaste el empleo y te citan para una segunda entrevista. Si la pasas, empiezas una formación en la cual no te dan de alta ni cobras nada, es selectiva y puede durar desde dos días hasta un mes, según la empresa. He de añadir que los últimos días de la formación lo componen las prácticas. Estas consisten en realizar llamadas reales, ya que el objetivo de los formadores es que nos vayamos soltando. ¡Enhorabuena, tienes una venta!, la cual no sirve para nada. Las ventas que realices durante las prácticas no computan para objetivos. A grosso modo, las prácticas consisten en días de trabajo que le regalas a la empresa. Además, como dije anteriormente, la formación es selectiva, por lo que durante todo el proceso no sabes si vas a ser contratada.
Una vez empiezas a trabajar, tienes un contrato eventual a tiempo parcial por circunstancias de la producción con la ETT, en la nómina vienen incluidas las pagas extras y las vacaciones, ya que no tienes derecho a disfrutarlas. Visto desde fuera puede parecer que no esté mal el trabajo, ya que, trabajas en una oficina, sentada, con turnos fijos, fines de semana y festivos libres. Pero se suelen trabajar sólo 25 horas a la semana, por lo que el sueldo da para tirar si no tienes cargas familiares y compartes casa.
¿Cómo es la experiencia desde el punto de vista de la trabajadora? Bueno, ante todo está la presión a la que te ves sometida, ya que se trabaja por objetivos; tanto diarios, semanales como mensuales. Tienes una coordinadora que se encarga de hacer que vendas a toda costa, presionándote, hablándote a través del auricular a la vez que estás en línea con el cliente, guiándote en lo que tienes que decir para cerrar la venta; así que imaginaos el estrés. Hay unas coordinadoras que son más amables que otras, como en todos los trabajos, pero todo esto unido a lo anterior, afecta. He visto a compañeras con ataques de ansiedad en el trabajo. Yo misma que intentaba relativizar, me encontré con despertares precoces e inquietud antes de ir a trabajar, y al mismo tiempo sentir alivio al ser despedida, aunque presintiera que el siguiente trabajo fuera de teleoperadora.
Tu jornada laboral consiste en trabajar con un programa que automáticamente te marca las
llamadas. Estos números de teléfono proceden de bases de datos que las empresas compran. El programa te deja 23 segundos de intervalo entre llamadas, en ese tiempo tienes que codificar la llamada, porque todo queda registrado, incluido el tiempo que usas para ir al baño. Además, las llamadas son grabadas para, de este modo, medir tu calidad y subsanar tus errores, así durante las 5 horas del turno. En éste tienes 15 minutos de descanso y, en teoría, 5 minutos por hora de parada visual para descansar la vista. La ley establece que estos descansos son obligatorios, pero las empresas suelen saltársela para que de este modo podamos realizar muchas más llamadas. Desde mi punto de vista, estas decisiones son contraproducentes para los intereses de la misma empresa, ya que son 5 horas intensas, a tope, sin descanso, con nervios, estrés, dejándote la voz, por lo que psicológicamente quedas agotada.
En cuanto a mi experiencia personal, éticamente a veces no te sientes bien vendiendo porque tienes que decir medias verdades. Dependiendo del producto a ofrecer, juegas con las necesidades e ilusiones de las personas, ya que te obligan a vender a toda costa.
Respecto al despido, este se puede producir en cualquier momento, de un día para otro, por si no hubiera suficiente estrés e incertidumbre. Por este motivo no puedes planificar tu vida, sólo pensar en ahorrar lo máximo posible ya que no sabes si en las próximas semanas seguirás trabajando. Por esta razón, constantemente en las páginas de empleo se encuentran tantos anuncios de telemarketing, pues es difícil durar en este tipo de trabajos.
Todo este modelo productivo de “usar y tirar” conduce a un modelo de precariedad laboral. Como he relatado en mi experiencia, esto repercute en nuestra calidad de vida, tanto a nivel económico como a nivel de salud mental. Sé que no es el único sector precarizado, pero creí conveniente exponer mis propias vivencias como trabajadora de telemarketing. Como en el resto de sectores precarizados, es fundamental denunciar públicamente las condiciones de trabajo a la que nos someten las empresas, y presionar y organizarnos para irlas cambiando. No hay otro camino.
Autoría: Carmen. Trabajadora afiliada al Sindicato Andaluz de Trabajadores/as de Cádiz. (Seudónimo por motivo de represalia empresarial)