1. La unidad de la izquierda
¿Qué puede significar en el contexto actual la tan invocada «unidad de la izquierda»? En la ambigüedad y polisemia de un significante como este pueden condensarse la paradoja y las contradicciones aparentes en el hecho de que cuanto más fuerte necesita ser un campo político más fragmentado se presenta. Las perspectivas de que, por ejemplo, en las próximas elecciones andaluzas puedan presentarse varias candidaturas a la izquierda del PSOE genera una emocionalidad entre melancólica e indignada en un electorado progresista que entiende que la amenaza es muy real: la hegemonía electoral de la ultraEspaña PPVOX supone un terrible peligro de sufrir políticas antisociales, regresivas, contra los servicios públicos, los derechos y libertades y la igualdad.
Y sin embargo, parece que a mayor avance de las ultraderechas, más división de siglas. Y se explican las derrotas políticas como consecuencia, por un lado de abstencionistas y electores alienados varios y, por otro, por esta irresponsable fragmentación en listas y aparatos políticos parecidos y separados.
Pero, ¿y si fuese al revés? ¿que la segmentación en grupos separados fuese la consecuencia, no la causa, de la derrota política? ¿que a mayor derrota política, mayor división y fragmentación y no a al revés?
Se llama espaguetización al estiramiento extremo que sufrirían una astronave y sus cosmonautas, por ejemplo, si se acercasen más de la cuenta al horizonte de sucesos de un agujero negro. Las inmensas fuerzas de marea del campo gravitatorio los deformarían en forma de espaguetis. Un ejemplo de espaguetización y finalmente fragmentación, fue la del cometa Shoemaker-Levy 9 antes de precipitarse en Júpiter en 1994, atraído por su enorme gravedad.
La matemática política podría formular un día la ecuación exacta que define la espaguetización/fragmentación fractal de quien, siendo minoritario, se arrima más de la cuenta al objeto político más pesado del régimen del 78, el PSOE, y le hace de andamiaje ético e ideológico para su enésimo investimiento de izquierdas.
Los ataques de las fuerzas reaccionarias no te definen. Te definen tus políticas.
Girar como derviches imantados alrededor de un PSOE que siempre consigue ser el Jano del régimen político, abarcando ambos lados de su perfil ideológico (por un lado, haciendo efectivas, históricamente, políticas neoliberales, otanistas, monárquicas, españolistas; por otro lado, practicando una prestidigitación retórica de izquierdas), como mariposas alrededor de la luz, desemboca en una psicología política de subordinación que no puede sino desdibujar y miniaturizar a quienes lo practican.
La apelación a la correlación de fuerzas ha sido muchas veces una estrategia de consolación para las renuncias y la acomodación. Como si la «correlación de fuerzas» fuese algo natural, dado, estático. Como si la política, el sostenimiento de ideas y valores, la capacidad de no transigir en lo fundamental no tuvieran una influencia decisiva en lo dinámico de la correlación de fuerzas, en sus efectos de acumulación o desvitalización.
Ser subalterno no significa no establecer pactos, alianzas o compromisos con el Otro, aunque seas débil. La subalternidad significa desidentificación, identificación alienada en la política del otro dominante, corresponsabilizarte de decisiones y políticas que, no sólo van contra tus ideas, sino contra tus principios.
La Gran Crisis del 2008 desencuadernó los sistemas políticos liberales europeos sostenidos durante décadas en la alternancia de dos bloques políticos, centro-derecha y centro-izquierda que, finalmente, no se distinguieron a la hora de aplicar las reformas neoliberales. Pero esta relativa desestructuración no ha debilitado, en los gobiernos de centro-izquierda, las políticas neoliberales, ni el refuerzo de la OTAN, ni el apoyo a Israel, ni las políticas comerciales neocoloniales, ni la sumisión a Estados Unidos.
Se puede tener una política de alianzas o de pactos sin hacerte subalterno, esa ha de ser la aspiración. Lo contrario, es fragmentarte, como se ve, en lógicas de fractalidad, disiparte, ideológica y moralmente, hablar como el dominante (de una manera en los mitines y de otra en los gobiernos). La unidad de la izquierda no se forja apelando al Gran Miedo (el ejército en la época de Carrillo, la ultraderecha ahora) ni juntando siglas, sino construyendo y definiendo un campo político independiente, basado en un «realismo intransigente» (Perry Anderson), contrario a la componenda y al lenguaje eufemístico, no sometido al neoliberalismo «progresista», no hechizado por su gobernismo y su respetabilidad de estado.
Es la derrota política (esta subalternidad) la que fragmenta a la izquierda, no al revés.
2. Palestina, la causa universal en la calles de Andalucía
La tragedia de Palestina es la gran conmoción de un mundo convulsionado. Y rompe este tiempo histórico en dos mundos antagónicos. La barbarie de un estado salvaje como es Israel y el Holocausto palestino están haciendo crujir las conciencias y los principios. El genocidio que perpetra el ente colonial sionista ha iluminado la “ilusión democrática” (Badiou) occidental, este horizonte resignado en el que se aceptan los mecanismos democráticos como marco final, la democracia como método de gestión de opiniones, despreciando las relaciones profundas que estructuran la realidad como un mundo de desigualdades y dominación. Mientras Israel devastaba Gaza arrasaba también con la doble moral «europeísta», con «nuestros valores». La causa palestina ha mostrado con dureza que en el mundo están alojados dos mundos, antagónicos, irreconciliables. De esta noble resistencia palestina a la depravada opresión colonial se podría decir lo que Marx afirmaba de la clase obrera. La causa del pueblo palestino como «una esfera que posee un carácter universal por sus sufrimientos universales y que no reclama para sí ningún derecho especial, porque no se comete contra ella ningún desafuero especial, sino el desafuero puro y simple; que no puede apelar ya a un título histórico, sino simplemente al título humano; … de una esfera, por último, que no puede emanciparse sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, al mismo tiempo, emanciparlas a todas ellas; que es, en una palabra, la pérdida total de la humanidad y que, por tanto, sólo puede ganarse a sí misma mediante la recuperación total del hombre.»1
Tras el 7 de octubre y hasta casi dos años, el gobierno español no adoptó ninguna medida administrativa que obligara legalmente a restringir las relaciones armamentísticas entre España e Israel. Por el contrario, mantuvo e intensificó la compraventa militar alimentando la cadena de producción que hace viables la ocupación, las operaciones militares y el genocidio en Palestina. «España ha vendido armas a Israel por valor de 5,3 millones desde el 7 de octubre de 2023 y que las importaciones españolas de armamento israelí son las más altas desde la misma fecha…. Las relaciones armamentísticas entre España e Israel tienen, al menos, 10 ámbitos, que pueden solaparse: 1) Las exportaciones; 2) las importaciones; 3) la adquisición de productos israelíes a través de contratos públicos; 4) la incorporación de componentes israelíes en sistemas de armas no israelíes; 5) la cooperación empresarial para vender a terceros países; 6) el tránsito o el transbordo por puertos y aeropuertos españoles; 7) la colaboración entre entidades israelíes y españolas, incluyendo las universidades, en programas de investigación; 8) la colaboración en los marcos de la OTAN (Israel no es miembro, pero participa con frecuencia en sus actividades y tiene acceso a sus estándares de producción armamentística) y la cooperación europea y bilateral en materia de inteligencia y seguridad; 9) el suministro de material de defensa y seguridad israelí en armerías españolas; y 10) la participación en eventos armamentísticos en ambos países, como las ferias o los foros de seguridad y defensa.»2
Un colapso moral desde un gobierno que se dice progresista y que se proclama como resistencia política y cultural a la ofensiva de la ultraderecha. Esta bancarrota de los principios, incluso en este tiempo en el que «la política no se deriva ya de la ideología» (Enzo Traverso), tendrá un duro impacto en la autoestima y la vitalidad del campo progresista.
«… tan pronto como conocemos la imposibilidad de satisfacer un deseo, éste se desvanece» (David Hume). Cientos de manifestaciones en las calles de Andalucía en solidaridad con Palestina, durante más de dos años, demuestran que las causas justas activan la conciencia y concientizan y movilizan. Que lo que desmoviliza es el «realismo» de un progresismo gobernista que acepta como insuperable, más allá de la retórica, el status quo (monarquía, unidad de España a sangre y fuego, programa neoliberal, OTAN, privilegios de la Iglesia, apoyo a Israel).
3. La conciencia de Andalucía sólo podrá florecer orientándose a un mundo-otro, antagónico a este
Alrededor de un nuevo 4 de Diciembre, 48 años después de aquel que representó el acontecimiento contemporáneo más importante para la identidad andaluza, y en este escenario posideológico de desvitalización, fragmentación y astenia contrahegemónica, de genocidio palestino televisado y protegido por la gobernanza occidental, algunos marcadores para una (re)construcción política de la conciencia andalucista, democrática, alternativa a este mundo distópico podrían ser:
– Un nacionalismo internacionalista que impugne el «europeísmo» neoliberal de la UE y, por supuesto, a un nacionalismo español que es, constitutivamente, excluyente, supremacista, patrimonio de las derechas neofranquistas. En su lugar, proclamar mayor fraternidad con otras referencias y coordenadas politico-culturales como son la mediterraneidad, el mundo árabe y Latinoamérica.
– No esencializarse (genio, duende, seres de luz, pellizco…), desterrar imaginarios folcloristas, naturalistas, afirmarse como comunidad imaginada, en construcción y autodefinición. Deconstruir las identificaciones alienadas interiorizadas bajo la españolización de Andalucía.
– Nunca se verá una bandera de España en ninguna causa o movilización social. Las banderas no son trapos, sino símbolos. Por eso, es bueno pintar de blanco y verde, de bandera de Andalucía, a los movimientos que impugnan el mundo político realmente existente (feminismo, pacifismo, ecologismo, luchas sociales)
– Recuperar y reformular a la tierra, en tanto significante fuerte del andalucismo histórico, en el marco de una ecología política que confronte la utilización actual de Andalucía como zona de sacrificio (económico, bases militares) y vertidos (minería, plásticos, agroindustria intensiva) y aproveche la interseccionalidad cultural y alternativa profunda entre el feminismo, la lucha por la justicia social, el ecologismo y la autodeterminación política como herramientas estratégicas de la soberanía democrática.
1 Karl Marx «En torno a la crítica de la filosofía del derecho, de Hegel, y otros ensayos».
2 «El tejido de las relaciones armamentísticas entre España e Israel, al detalle». Alejandro Pozo Marín.
