Casa Farfara es un proyecto de agricultura emocional que ponemos en valor los pilares básicos dónde se sostiene la agroecología: el mejoramiento de la calidad del suelo, incluyendo la diversidad de organismos que viven en él, y el manejo del hábitat mediante la diversificación temporal y espacial de la vegetación, que fomenta la biodiversidad, especialmente la de los insectos beneficiosos.
Las semillas como principio de la vida es nuestro primer objetivo. Empezamos a buscar semillas naturales libres y arraigadas en el territorio. Tarea complicada y difícil teniendo en cuenta que más del setenta por ciento de las semillas del mundo están en manos de cuatro multinacionales. Nosotras a día de hoy contamos con más de sesenta especies y unas trescientas variedades, “auténtica libertad”.
Otra pieza clave son los insumos. La dependencia de los químicos (nitratos y venenos), también en manos de las mismas multinacionales, hacen de los agricultores esclavos del modelo agroindustrial. Nosotras pusimos en marcha un manejo permacultural de la zona cultivo, manejo holístico de rumiantes, preparación de tés y biofertilizantes con recursos de la propia finca, caminando con la idea de bosque comestible y siempre con cubierta vegetal permanente. De esta manera se multiplica la biodiversidad, evitamos plagas y conseguimos algo indispensable; hacer de las zonas de cultivo auténticos sumideros de carbono (a más carbono, más fertilidad). De paso contribuimos de forma eficaz a reducir los gases de efecto invernadero. Por tanto, nuestra huella de carbono es baja, bajo cero.
Al hablar de comercialización surgió un problema. El mercado no comercializa los productos de semillas locales. ¿Y ahora qué? Contactamos con la Cooperativa Integral Granadina, nos pusimos manos a la obra, generando y colaborando con la puesta en marcha de grupos de consumo y tiendas de consumo responsable. Y en esas estamos, esta es una tarea que tratándose de lo social está siempre viva, y hay que cuidar con esmero. Ponemos en valor los canales cortos de comercialización con las ventajas que tiene como modelo de soberanía alimentaria.
¿De dónde venimos? Nacemos como proyecto en el corazón de la bestia de plástico (poniente de Almería) buscando una alternativa viable desde el campesinado. Nuestro comienzo se hace desde la agroindustria. Eso supuso ser esclavos de un eslabón de la cadena alimentaria. Rompimos con esa cadena para dejar de ser un eslabón más en el funcionamiento de ese sistema.
Con la crisis del 2007 fuimos víctimas de una ejecución hipotecaria por parte de Unicaja. Esto nos llevó a participar muy activamente en las plataformas de Stop Desahucios, para que desde el colectivo salvar nuestra vivienda y nuestra zona de trabajo (la finca).
Sin dinero, y muy activamente en la calle luchando por lo social contra una banca asesina, teníamos que financiar el proyecto. Y como hay un refrán que dice que cuando se cierra una puerta se abre una ventana, ahí apareció COOP57, a través de un compañero del SAT. Presentamos el proyecto, pasó por la comisión social, y después de intensos debates por mi característica de autónomo, pasé a ser entidad socia de COOP57 y poder poner el proyecto en marcha.
Hay algo en lo que quiero hacer hincapié. Cuando todo estaba listo, la finca en marcha, las redes de grupos de consumo funcionando, la ilusión por las nubes, una tormenta hundió el invernadero y destrozó la cosecha en diez minutos. La comprensión por parte de todas las partes implicadas fue indispensable para hoy poder escribir estas letras. Quiero dar las gracias a la COOP57 por su paciencia y comprensión en todo el proceso de restauración (casi tres años), a los grupos de consumo y tiendas de consumo responsable por dar prioridad a los productos nuestros aunque algunos estaban dañados, a las amigas que ayudaron con trabajo a recuperar lo caído, gracias.
En el 2018 trasladamos el proyecto a Almócita, en la Alpujarra almeriense, con el objetivo de estar en un entorno mucho más amable y participar de algo tan bonito como es el proyecto Almócita en Transición, y a la vez contribuir al desarrollo rural desde la mirada de la soberanía alimentaria y la agroecología.
Siendo zona de montaña, en un parque natural, es todo un reto aplicar nuestro manejo de cultivo por la altitud y por la climatología; los tiempos en suelos vivos son de respuesta calma. Pese a ello, lo estamos consiguiendo, tener producción todo el ciclo; despacio, como la madre tierra.
En Almócita hemos diversificado incluyendo la pedagogía a través de talleres y cursos de formación. Para el albergue del alumnado contamos con una casita rural que restauramos en las cuadras de nuestra vivienda y aquí está COOP57 esta vez acompañada de FONREDESS, echando una mano para terminar las obras. Turismo consciente, soberanía alimentaria, agroecología, todo dentro de la mirada de la agricultura emocional. Gracias.
Autoría: Antonia Bonet Álvarez y Matías Ruiz Antequera. Casa Farfara.