El próximo 1 de Octubre marcará sin duda un antes y un después en el devenir político del Estado de las Autonomías, un diseño cuasifederal que irremediablemente se ha colmado de goteras. Semejante marco, como todos saben, fue producto de la correlación de fuerzas existente en la transición democrática y con fórceps continúa aguantando a trancas y barrancas pese a su evidente obsolescencia.
Diversos escenarios se presumen tras esa fecha que aún no es histórica pero que lo será muy pronto. Supongamos que triunfe el sí en el “referéndum” y que el nivel de abstención supere el cincuenta por ciento, hipótesis muy plausible. El independentismo, entonces, habrá cantado victoria, victoria pírrica pero victoria al fin y al cabo. Y aquí se configura el primer acto del drama. Puigdemont y Junqueras, probablemente en la aplicación del artículo 155 dela Constitución, bien podrían estar en ese momento suspendidos en sus funciones gubernativas . La sociedad civil catalana frente a una pretendida rendición- resignación incrementará su rebeldía y malestar. Entonces en el imaginario colectivo aparecerán dos nuevos mártires para la causa catalanista. Habríamos de sumar, pues, al president y al vicepresident actuales a la extensa nómina que históricamente encabeza Rafael Casanova y continúa con Lluis Companys. Ya lo expresaba el eminente sociólogo Manuel Castells en su artículo de la Vanguardia “Patria o muerte”: “la coerción siempre genera resistencia”. Desde la guerra de Sucesión, a principios del siglo XVIII, el pueblo catalán resiste con firmeza los ataques, las incomprensiones, los desprecios del centralismo borbónico, del franquismo y sus adláteres; observándose que tal capacidad de acción colectiva se encuentra bien arraigada en su “ código genético”. Verán.
Situémonos en el marco simbólico de la antropología cultural. La sardana es una danza que se ejecuta con los danzantes uniendo sus manos y moviéndose como un todo, en contraposición las sevillanas la bailan dos personas, una mujer y un hombre que se lanzan miradas y sonrisas propias de un cortejo. La sevillana puede considerarse una danza erótica-festiva mientras que la sardana deviene baile social, colectivo, y el plano individual está ausente por completo. El flamenco es un canto personal, con un marcado carácter trágico y transcendente, las formas populares de canto en Cataluña se sustancian en lo coral, en una interpretación colectiva donde las voces individuales no destacan per se sino que se suman unas a otras para ofrecer una producción global. Por último, fijemos la atención en los castellets. En este caso los participantes unifican sus esfuerzos para alcanzar una meta común. Todos han de ser precisos, disciplinados, arriesgados; si embargo, no hay lugar para la duda o el peligro. La confianza ciega en los demás permite elevar al niño, o la niña, sobre los fornidos brazos y hombros de sus compañeros y compañeras.
Nadie conoce la necesaria salida del laberinto catalán y qué ocurrirá después del 1 de Octubre. Dicho laberinto construido hace cientos de años y que fue remozado por el gobierno del PP al recurrir torpe y alevosamente el Estatuto de 2006. A partir de entonces a cada bloqueo de las calles del procès por parte de los conservadores los independentistas respondían abriendo una nueva calle más tortuosa aun que la anterior. Y luego otro muro y otra calle. En definitiva, más laberinto.
Es verdad de perogrullo que el diálogo entre las partes hubiera derribado el nefasto laberinto; no obstante lo que se pudo dialogar entonces hoy ya no es posible. Los referentes para el diálogo ahora no son los mismos que antaño. Ya no bastan un guiño sobre ventajas fiscales o una vaga promesa de mayor reconocimiento de la nacionalidad catalana o de la llengua. Quizá tampoco sea suficiente una leve reforma de la Constitución para diseñar un Estado Federal como propone, mal y tarde, el PSOE; obviando su responsabilidad histórica en el vaciado de las autonomías con el denominado café para todos.
La cuestión no es fácil ni se puede despachar en tres días. Sabemos que la actitud cerril y despótica de Rajoy y sus gobiernos no han servido más que para generar más “secesionistas”. Sabemos que los hombres y mujeres de Cataluña no se asustan con el coco de la expulsión de la Unión Europea, con las pensiones y salarios que dejarían de cobrar, con la bajada de su potencial económico hasta el nivel de Bosnia. No se asustan porque bailan sardanas con las manos unidas, porque saben cantar a coro y porque tienen absoluta seguridad y confianza en que entre todos elevarán al niño, o la niña, a la mayor altura posible.
En situaciones críticas como ésta todos lamentamos que no existan grandes figuras políticas en estos dos gobiernos que andan a la gresca desde tiempo inmemorial; que no existan personas inteligentes, dignas, éticas, de grandes miras que puedan colocarse alas de luz como las que fabricó Dédalo para escapar del laberinto. Sensu contrario sólo disponemos de políticos mediocres y autoritarios en un lado del conflicto y visionarios dogmáticos en el otro. Yo creo sinceramente que es posible derribar el laberinto y conseguir que el independentismo se sienta de alguna manera victorioso sin menoscabo de su reconocida dignidad . Para ello hemos de ir al fondo de la cuestión. ¿Acaso no piensan ustedes en la necesidad histórica de refundar con un nuevo contrato social ese estado-nación inacabado al que llamamos España? ¿No ven imprescindible un verdadero referéndum, legal y legítimo, a nivel de Estado para que decidamos entre Monarquía y República? Pues sí, ha llegado el momento de determinar si queremos una fórmula federal o confederal de gobernanza y que las nacionalidades y regiones alcen libremente sus voces. Desconozco si nuestros compañeros catalanes aceptarían esta fórmula o si les haría cicatrizar las heridas de la historia pero no hay más de momento; lo otro es hacer cábalas y generar más incertidumbre y dolor en Cataluña y en España.
Diego Martín Díaz. Sociólogo y profesor de Educación Secundaria prejubilado.