“Debemos crear nuestro propio mundo en las propias entrañas del mundo capitalista, pero no sobre el papel y con lirismos y elucubraciones filosóficas, sino sobre el terreno, prácticamente, despertando la verdadera confianza en nuestro mundo de hoy y de mañana”
Joan Peiró, 1930
Crisis energética, escasez de materiales, inflación. Crisis climática, sequía, incendios, granizadas. Crisis alimentaria global, asesinatos en la valla de Melilla, contaminación de los cruceros, desahucios. Ataques a la lengua y la escuela catalana, leyes de secretos oficiales, condenas a activistas. Terror patriarcal contra las mujeres, agresiones al colectivo LGTBI. Bombardeos en Yemen, en Ucrania, en Gaza, en el Kurdistán. La “normalidad” pospandémica se ha convertido en una crisis permanente -que hace tiempo que se incubaba.
¿Cómo responder a estos impactos y otros que nos hieren, nos empobrecen, nos desesperan? ¿Cómo hacerles frente cuando son tan numerosos, consecutivos y simultáneos, cuando la hegemonía mediática los fragmenta y dificulta comprender sus matrices comunes? ¿Cómo revertir un estado de ánimo que nos aturde con una mezcla de miedo, impotencia y resignación?
Las últimas grandes oleadas de movilización en Cataluña, el 15M y el Proceso independentista, politizaron el malestar existente –fruto de la crisis de 2008 y del bloqueo antidemocrático del régimen del 78– a partir de una imaginación política y una acción colectiva desbordantes. Crearon instituciones sociales como las asambleas indignadas o los CDR, y surcaron para siempre la memoria del poder popular con las plazas ocupadas del 2011, la desobediencia en el Parlamento de los recortes, el proceso de consultas populares, el 1 y el 3 de octubre de 2017, la ocupación del AVE y del aeropuerto, o la batalla de Urquinaona de 2019. Hoy esas olas se han languidecido, cuando más las necesitábamos.
Su amortiguación –por la subordinación a lógicas partidistas, por no saber conjugarlas, por la represión judicial y policial, por los efectos de la pandemia, e incluso por el creciente control tecnológico global– ha desarmado el estado de ánimo colectivo, dejando el terreno libre a un contraciclo neoliberal, españolista, racista, misógino y homófobo, funcional a los intereses dominantes. Un doble desarme: coincide con la agudización de la crisis socioecológica causada por un modelo económico que degrada a la humanidad y depreda al planeta.
Nos acercamos, pues, peligrosamente, a un punto crítico que combina el debilitamiento de la movilización social, la fragilidad de las contrainstituciones y las fracturas en los campos independentistas y progresistas con la perspectiva de una salida ecofascista al colapso múltiple del capitalismo. Es necesaria una nueva ola de imaginación y acción colectiva que revierta urgentemente esta situación. Hacer tarde no es ninguna opción.
Tres combates, o más
A diferencia de otros ciclos, sin embargo, hoy persiste una micro-política en todos los barrios y municipios, con iniciativas en defensa del territorio y contra los mega-proyectos, por el derecho a la vivienda, por la cultura y la lengua catalana, por la regularización de las personas sin papeles. En todas partes se abre camino una espesa trama de redes de apoyo mutuo y de estructuras populares, de grupos ecologistas, de sindicatos laborales y sociales, de asambleas feministas, de ateneos y casales independentistas, de cooperativas transformadoras, de candidaturas municipalistas, de espacios de gestión comunitaria, de proyectos de soberanía alimentaria, energética o cultural. Todas estas experiencias esbozan alternativas de autodefensa popular y solidaridad social a los grandes retos que nos atenazan. ¿Cómo construimos, entre ellas, una fuerza colectiva que haga frente a la recesión económica, al probable ascenso al gobierno español de la coalición neoliberal-fascista, a la ruptura climática?
No se trata de priorizar unas luchas por encima de otras, ni creer que nuestra lucha particular lo sintetiza todo. Se trata de partir de la humildad y del reconocimiento mutuo, de sabernos frágiles y desarmados, pero también fuertes en la generosidad, para tejer una estrategia común que haga frente a cada arista –económica, política, ecológica– que conforma de manera inseparable el punto de inflexión crítico donde nos acercamos.
La recesión económica golpeará con dureza las condiciones de vida y trabajo de las clases populares. Antes de que se agudice, un 29% de la sociedad catalana –uno de cada de tres– vive ya bajo dinámicas de exclusión social. Habrá que apuntar bien y apuntar arriba: a los banqueros, a los millonarios, a los fondos buitres, a los que provocan y se benefician de las crisis. Y contrarrestar la culpabilización de los oprimidos, de los explotados, de los marginados, de los pobres, de los migrantes, de los disidentes. Habrá que incidir dentro y fuera de las instituciones, con amplias movilizaciones y alianzas sociopolíticas, para impedir la austeridad, los recortes de derechos sociales y económicos, y propulsar la socialización de una riqueza que se acumula en los oligopolios, en el capitalismo de plataforma, en los fondos de inversión. Será necesario otro modelo productivo y reproductivo a partir de una economía plural, transformadora y ecosocialista, que dé preeminencia a todas las formas –públicas, cooperativas, comunitarias– de democracia económica y minimice un mercado capitalista que, más que libre, es ecocida y antisocial.
La posibilidad, nada remota, del ascenso de una coalición neoliberal-fascista en el gobierno español es un segundo reto preocupante. Esto no supone ningún apoyo acrítico a los gobiernos actuales, ni obviar que algunas de las medidas propias de un gobierno PP-VOX ya han sido hoy ensayadas (Melilla como paradigma), ni significa desestimar un estado profundo –tribunales, monarquía, tecnoestructura policial –que las solidifica estructuralmente. ¿Cómo mantenemos abiertos procesos de transformación radical (independencia, república, proceso constituyente…) y, a su vez, nos preparamos para afrontar unas medidas autoritarias y antisociales que ya no serán de excepcionalidad, sino norma? ¿Cómo seguimos trabajando por la amnistía de todos los represaliados del último ciclo, y nos fortalecemos para detener una ola de ilegalización de organizaciones populares en aras de un siniestro antiterrorismo? Hay que construir un nuevo paradigma antifascista firme, amplio e integrador, que abarque desde el independentismo a los movimientos antirracistas y migrantes, pasando por los imprescindibles feminismos, el ecologismo, la acción sindical y los diversos republicanismos sociales, para impedir el asalto del fascismo en el poder, y para resistirle y derrotarle, en caso de su triunfo.
En tercer lugar, la ruptura climática ya no puede ser más una preocupación únicamente del ecologismo, porque es una totalidad que amenaza al conjunto de la vida humana y al resto de seres vivos del planeta. Y ni el capitalismo verde, ni el optimismo tecnológico, ni la fe en el crecimiento ilimitado nos van a salvar. Es necesario transformar radicalmente las formas de vida capitalistas, empezando por las de las clases altas y occidentales, y reorientar unas lógicas globales y desiguales de producción y consumo que nos abocan al abismo. La transición ecológica debe atravesar toda la sociedad, toda la economía, toda política, dirigiendo todos los recursos materiales existentes a revertir y mitigar el colapso, a preparar material y culturalmente unas sociedades que tendrán que aprender a decrecer, a vivir en una frugalidad racional -vivir con menos, para vivir mejor y para vivir todos y todas-, sin derrochar el presente ni el futuro con un hiperconsumismo ciego e irracional, sin el extractivismo neocolonial y en condiciones climáticas mucho más adversas. Ni capitalismo verde ni ecofascismo: soberanías, transición ecológica y justicia social global.
Es necesaria una nueva ola de imaginación y acción que reanude la movilización social y acometa estos combates. Y más. Es necesaria una fuerza colectiva que también sea creadora de otras realidades.
Una fuerza colectiva de abajo arriba
¿Cómo vertebramos esta fuerza colectiva de lucha y creación? En la cultura política de los Països Catalans, las formas federativas, horizontales, cooperativas, asociativas, autoorganizadas, capilares, e incluso libertarias, han sido históricamente el fermento práctico que explica la vitalidad de una esfera pública no estatal de gran alcance, que ha perseverado en escenarios de fuerte adversidad y que hoy opera, en mayor o menor intensidad, en términos de ecosistemas políticos y sociales. Esta cultura de la autoorganización posibilita la creación de una nueva institucionalidad colectiva, de ámbito local y confederada a nivel nacional (e internacional), que oriente a los grandes combates y la constitución de alternativas en la perspectiva de la Democracia Comunal.
¿Cómo nos reapropiamos de la democracia, en tanto que concepto y práctica territorializada? ¿Qué es una democracia comunal y cómo debe entenderse, sin caer en romantizar una vida remota en la que todos y todas seríamos felices por haber recuperado una esencia humana solidaria perdida? La práctica política colectiva para hacer frente a los grandes combates pasa por otros caminos. Ante todo, conviene darse cuenta de que la aspiración democrática es el elemento unificador entre las diversas oposiciones fragmentadas. Cada vez que se hace evidente la naturaleza de la democracia liberal patriarcal, como aparato político que convierte en norma la desposesión, la depredación y la explotación, cada vez que el sistema de partidos manifiesta sus límites, llega el deseo y la necesidad de vivir una “democracia real” –un concepto que es necesario repensar críticamente.
Además del deterioro de la capacidad democrática del demos, intrínseco a las relaciones capitalistas de nuestras sociedades, la construcción de la idea de ciudadanía libre comporta un entendimiento muy abstracto de lo común, limitado al interés o beneficio común. Por tanto, aparte de atender “el querer compartido de vivir en una democracia ‘real’”, es necesario redefinir las prácticas comunitarias y comunales. Y por eso no hace falta desplazarnos a una aldea lejos de las imposiciones capitalistas urbanas, porque hoy en día no hay en ningún sitio libre de capitalismo donde huir –se trata de enfrentarlo en cada barrio, y en cada práctica, y sí, también en un mundo rural en transformación. El territorio de combate está aquí y ahora, y las posibilidades de autoorganización también. No en un proyecto cerrado y definido, sino haciendo emerger y redefiniendo «el hecho comunal» democratizando las relaciones sociales existentes, porque sólo «el hacer cambia y niega un estado de cosas dadas».
Por tanto, la democracia comunal debe hacer referencia al poder popular y a la potente capacidad de resistencia colectiva, pero una vez más, no entendida en términos de la práctica democrática formal, sino en cuanto acceso directo a la riqueza social. Así pues, en Cataluña, en los Países Catalanes, para obturar e impedir el “ciclo neoliberal, españolista, racista, misógino y homófobo”, para transitar hacia escenarios lo más amplios posibles de emancipación social y nacional, e incluso para caracterizar una aportación propia y singular a nivel internacional, es necesario definir y desplegar colectivamente un proyecto político de democracia distinto al existente, que no descanse en el monopolio de los partidos políticos, sino en la participación viva del conjunto de la sociedad.
Las nuevas instituciones de democracia comunal, resultado de la confluencia del tejido político, social, económico y cultural local, tendrán que ejercer la autodeterminación colectiva en todos los ámbitos de la vida, como ejercicio práctico de resolución de las necesidades sociales, económicas, culturales y ecológicas de la población, y tendrán que hacerlo desde unos delicados equilibrios: manteniendo la propia autonomía, evitando las servidumbres de la política institucional, sin desestimar una necesaria intervención en las instituciones políticas existentes, esto es, sin renunciar a someterlas a una profunda democratización, y sin renunciar a sostener material y discursivamente escenarios de autodeterminación general, claves en la configuración de las mayorías sociales de nuestro país.
Autoría: Özgür Günes Öztürk, Ivan Miró, David Fernàndez Ramos. Cooperativistas y militantes de movimientos sociales catalanes.
Publicado 09/09/2022, en La Directa